Un blog de economía para no economistas

"Ojalá te toque vivir tiempos interesantes", reza una maldición china. Los argentinos sufrimos la maldición de vivir en una economía "interesante". Por eso tenemos que saber más de economía que en otros países.

Para enfrentar la maldición de vivir en una economía "interesante", en este blog encontrarás comentarios, análisis y estadísticas sobre la economía argentina, sin jerga económica innecesaria ni tecnicismos, con rigurosidad analítica pero simpleza en la exposición.

martes, 23 de noviembre de 2010

Para qué sirve un pacto social

La inflación es un fenómeno complejo, en el cual intervienen muchos factores. Pero, a los fines de comprender las alternativas de política económica para luchar contra ella, es útil separar estos factores en dos grupos.
El primer grupo es el de los factores que generan la inflación en primera instancia. En este grupo se encuentran las políticas cambiarias, monetarias y fiscales. La inflación de 2002 fue consecuencia de la devaluación: un mayor tipo de cambio aumenta los precios de los productos exportables e importables y arrastra así a otros precios de la economía. La inflación muy alta entre 1975 y 1990, llegando a hiperinflación al final de ese período, fue consecuencia de fuertes déficit fiscales financiados con emisión monetaria. La inflación de los últimos años es consecuencia de un tipo de cambio alto (no para muchos industriales, sí para el conjunto de la economía, en la cual a los niveles de tipo de cambio que hemos tenido en estos años todavía entran más dólares comerciales de los que salen) acompañada de una política macroeconómica equivocada: en lugar de comprar los excedentes de dólares con superávit fiscal, el Gobierno decidió hace mucho tiempo comprar esos excedentes de dólares con emisión monetaria (ver los posts “Cómo evitar la maldición de la soja”, “Por qué tenemos inflación”, “La inflación y una realidad que se repite” y “El mismo diagnóstico inflacionario de los últimos años”).
El segundo grupo es el de los factores que generan inercia inflacionaria. En este grupo se encuentran las expectativas inflacionarias y la puja distributiva. Si la inflación es alta, las negociaciones salariales pujan por salarios más altos, lo que aumenta los costos de las empresas e incentiva a subas de precios que retroalimentan el proceso. También en este grupo se encuentran los mecanismos de indexación, que aparecen cada vez que la inflación es alta, dándole vida propia a la inflación.
Una vez identificados estos dos grupos de factores que influyen sobre la inflación, es más fácil comprender los distintos tipos de programas de estabilización, como se conoce a las medidas para frenar la inflación. Los programas ortodoxos se concentran en el primer grupo de factores, es decir, en las políticas macroeconómicas (cambiarias, monetarias y fiscales).  El razonamiento es que si estos factores son los que generan inflación en primera instancia, es necesario trabajar sobre ellos para eliminar la inflación. La ventaja de estos programas es que se enfocan directamente en las causas de la inflación (dan el antibiótico adecuado para la infección), pero su principal desventaja es que si no cortan con los mecanismos de propagación de la inflación (los factores del segundo grupo), la inflación puede seguir siendo alta aún una vez eliminados los factores que generaban inflación. Y esto tiene consecuencias muy negativas para la economía: si se intentó frenar la inflación con un esquema de tipo de cambio fijo, pero la inflación continuó producto de su inercia, se produce un atraso cambiario, esto es, una pérdida de competitividad cambiaria que impacta muy negativamente sobre la actividad económica, generando una recesión; si se intentó frenar la inflación con una reducción del déficit fiscal para reducir la emisión monetaria, pero la inflación continuó elevada producto de su inercia, se produce una escasez de dinero que aumenta las tasas de interés y hace caer el tipo de cambio, lo que también genera recesión. Un ejemplo bien concreto de este tipo de problemas es lo que ocurrió con el plan de estabilización de Martínez de Hoz a finales de los 70, con la famosa tablita cambiaria.
Los programas heterodoxos tienen en cuenta estos problemas de los programas ortodoxos y se enfocan, por lo tanto, en ambos grupos de factores: ajustan la política macroeconómica para que sea consistente con una menor inflación, pero al mismo tiempo trabajan sobre los factores que generan inercia inflacionaria, mediante distintas herramientas, como eliminación de mecanismos de indexación, acuerdos o pactos sociales o congelamiento de precios y salarios durante algunos meses. La ventaja de este tipo de programas es que cuando son exitosos, frenan la inflación con menor impacto negativo sobre el nivel de actividad. La principal desventaja es que los gobiernos tienden a “endulzarse” con la parte fácil del programa (suspender aumentos de precios y salarios por decreto, por ejemplo) y dejar de lado la parte difícil (ajustar la política macroeconómica), haciendo fracasar el programa. Un ejemplo bien claro de esto fue el Plan Austral de 1985, que tuvo un muy exitoso comienzo (bajó la inflación mensual del 40% al 2% en pocos meses), pero terminó fracasando cuando el déficit fiscal se desbocó y volvió la emisión monetaria.
El viernes pasado, CFK anunció un pacto social a realizar entre el Gobierno, la UIA y la CGT (pocas horas después hicimos los primeros comentarios en “Economía en 5 minutos”). El análisis anterior de programas de estabilización ortodoxos y heterodoxos permite concluir que un pacto social concentrado en encauzar la puja distributiva para reducir la inercia inflacionaria puede jugar un rol importante en la reducción de la inflación, pero que será un nuevo fracaso en la lucha contra la inflación si el gobierno “olvida” el pequeño detalle de que tiene que frenar lo que está generando la inflación. Y esto último es el equivocado intento de mantener el tipo de cambio alto mediante la política monetaria (emitir pesos para comprar los dólares excedentes) en lugar de hacerlo mediante la política fiscal (generar superávit fiscal para comprar esos dólares sin emitir pesos). El Programa Monetario 2011 que el mes próximo presentará el BCRA será un primer indicio de si estamos frente a un programa de estabilización heterodoxo o frente a un programa populista, que sólo intenta una tregua de precios y salarios mientras genera más presiones inflacionarias.

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