Un blog de economía para no economistas

"Ojalá te toque vivir tiempos interesantes", reza una maldición china. Los argentinos sufrimos la maldición de vivir en una economía "interesante". Por eso tenemos que saber más de economía que en otros países.

Para enfrentar la maldición de vivir en una economía "interesante", en este blog encontrarás comentarios, análisis y estadísticas sobre la economía argentina, sin jerga económica innecesaria ni tecnicismos, con rigurosidad analítica pero simpleza en la exposición.

martes, 26 de octubre de 2010

Cómo evitar la maldición de la soja

Los estudios sobre el crecimiento económico de los países tienden a coincidir en que la abundancia de recursos naturales no es importante para el crecimiento. Más aún, muchos estudios indican que existe una relación estadística negativa entre la abundancia de recursos naturales y el crecimiento económico. Luego de que los economistas Jeffrey Sachs y Andrew Warner detectaran a fines de los 90 una relación estadística opuesta entre el peso de los recursos naturales en las exportaciones y el crecimiento económico, una legión de economistas ha seguido estudiando este tema, encontrando resultados similares (aunque otros economistas, como Daniel Lederman y William Maloney, del Banco Mundial, cuestionan algunos de estos resultados).
Hay dos hipótesis principales que pueden justificar esta “maldición de los recursos”. La primera es que la abundancia de recursos naturales, en países con instituciones débiles, suele llevar a una lucha por apropiarse de la renta generada por esos recursos, lo que desvía los esfuerzos del intento de generar ganancias de productividad y eficiencia. Esto ha ocurrido en muchos países africanos, donde hasta se han desatado guerras civiles en torno a la lucha por apropiarse de importantes recursos naturales. Pero seguramente este efecto no es tan importante para explicar el efecto en países latinoamericanos.
La segunda es que la abundancia de recursos puede generar lo que se conoce como “enfermedad holandesa”: un boom exportador de recursos naturales (por un descubrimiento de recursos, como ocurrió con el gas descubierto por los holandeses en los 70, que dio origen a la denominación de esta “enfermedad”, o por altos precios de materias primas, como el cobre chileno o la soja argentina) genera un fuerte excedente de divisas (por exceso de exportaciones sobre importaciones) que presiona hacia abajo el tipo de cambio (las divisas se abaratan por su abundancia) y hace perder competitividad al resto de los sectores productores de bienes comerciables internacionalmente, como la industria. En pocas palabras: a mayores exportaciones de recursos naturales, mayor entrada de dólares, menor tipo de cambio y por lo tanto menor competitividad de la industria local. La abundancia de recursos, en presencia de la “enfermedad holandesa” genera desindustrialización y, por lo tanto, menor desarrollo económico.
Algo de esto está ocurriendo en Argentina. A pesar de tener un tipo de cambio real más bajo que hace tres o cuatro años, seguimos teniendo una fuerte entrada de dólares como consecuencia del saldo comercial favorable que nos genera, principalmente aunque no de manera exclusiva, el alto precio de las materias primas, en especial el precio de la soja. Los productores agropecuarios (y el gobierno, que cobra retenciones, y el sector comercial y de la construcción, que le vende a los productores de granos) están muy contentos con los altos precios actuales de la soja, pero los industriales (como los metalúrgicos cordobeses) están preocupados porque ven cómo pierden competitividad cambiaria. Síntomas claros de la “enfermedad holandesa”. Incluso parte de la inflación que tenemos es consecuencia de una medicina equivocada ante esta dolencia: comprar dólares emitiendo pesos, lo que evita la apreciación nominal del tipo de cambio pero genera inflación.
Afortunadamente, existen tratamientos para esta “enfermedad” que permiten curarla o, al menos, morigerar sus efectos, y cuya aplicación le permitiría a Argentina evitar que la soja termine siendo una maldición. Uno de ellos utiliza medicina “macroeconómica” y el otro, medicina “microeconómica”:
1.- La medicina macroeconómica: superávit fiscal. Consiste en que el gobierno genere superávit fiscal (más recaudación de impuestos que gasto público) y lo utilice para pagar deuda pública externa y/o para conformar un fondo anti cíclico invertido en moneda extranjera (que de paso sirve para las épocas de “vacas flacas”). Ambos usos del superávit fiscal generan una demanda genuina de divisas, lo que mantiene alto el tipo de cambio. En otras palabras, el gobierno se encarga de demandar los dólares que “sobran” por el boom exportador, evitando que el precio del dólar caiga, y evitando así el impacto negativo sobre la industria.
2.- La medicina microeconómica: política industrial. Reducir la carga impositiva sobre las actividades productivas, invertir en infraestructura física que aumente la productividad de la industria (como en energía y caminos, por ejemplo), abrir nuevos mercados internacionales, entre otras medidas de carácter microeconómico, permiten compensar la pérdida de tipo de cambio con aumentos de productividad. Dentro de esta agenda microeconómica podrían incluirse medidas alineadas con el nuevo paradigma de la política industrial (ver post El legado metalúrgico y el nuevo paradigma de política industrial).
El crecimiento demográfico y económico de Asia, que seguramente continuará impulsando la demanda de productos primarios, plantea un escenario de oportunidad para Argentina y para Córdoba en particular. Pero lo podremos aprovechar en su totalidad si manejamos bien las políticas macro y microeconómicas necesarias para evitar la “maldición de los recursos”. Otro tema importante para la agenda del próximo gobierno.

2 comentarios:

  1. Será posible combinar estas medicinas? Es decir, operan en sentido opuesto (hay que elevar el superávit por un lado y bajar impuestos e invertir por el otro).
    Ojalá que las restricciones políticas que enfrenta nuestra economía se vayan relajando con el paso del tiempo...

    Muy buenos los posts, saludos.

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  2. Si, es posible combinar ambas medicinas, porque las políticas industriales no implican necesariamente que haya que bajar todos los impuestos, sino más bien modificar la estructura impositiva para reducir el impacto negativo sobre la producción. Por ejemplo, menos Ingresos Brutos y más Impuesto Inmobiliario; menos Impuesto al Cheque y más Impuesto a la Ganancias (no más alícuota, sino mayor recaudación). Y con el gasto público algo análogo. Con igualdad de presupuesto total, se puede asignar mejor, con menos subsidios para consumos de clase media/media alta y más gasto en inversión pública productiva.

    Muchas gracias por tus comentarios!

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