Un blog de economía para no economistas

"Ojalá te toque vivir tiempos interesantes", reza una maldición china. Los argentinos sufrimos la maldición de vivir en una economía "interesante". Por eso tenemos que saber más de economía que en otros países.

Para enfrentar la maldición de vivir en una economía "interesante", en este blog encontrarás comentarios, análisis y estadísticas sobre la economía argentina, sin jerga económica innecesaria ni tecnicismos, con rigurosidad analítica pero simpleza en la exposición.

jueves, 28 de octubre de 2010

Economía en 5 minutos

Rebauticé esta sección. El nombre anterior, "La semana en 3 minutos", era casi igual a "La semana en 5 minutos" que hacía el año pasado Iñigo Biain para hablar de negocios (que por otra parte, recién vi por primera vez este fin de semana y me pareció un producto buenísimo; ¡espero que Iñigo lo retome pronto!).

Desde hoy, esta sección se llamará "Economía en 5 minutos" (y de paso agregé 2 minutos más).

Hoy, algunos comentarios sobre qué puede pasar con la economía sin Kirchner.

miércoles, 27 de octubre de 2010

El efecto económico de la muerte de Kirchner

Siempre es difícil el intento de anticipar lo que puede ocurrir con la economía. Lo es mucho más cuando un suceso inesperado como la muerte de Néstor Kirchner cambia totalmente el escenario político, desapareciendo además el hombre fuerte detrás de las decisiones económicas del gobierno.
De todos modos, vale la pena analizar cuál puede ser el impacto sobre la economía, aún a riesgo de que las conclusiones no sean más que conjeturas provisorias que puedan dar lugar a otras hipótesis con el correr de sólo unos pocos días (y tal vez horas). Se atribuye a Winston Churchill la humorada según la cual, cuando les preguntaba algo a 5 economistas, obtenía 5 respuestas diferentes pero, si entre los 5 economistas se encontraba Keynes, obtenía 6 respuestas diferentes, ya que Keynes cambiaba de opinión en el transcurso de la charla. Es probable que mis opiniones también cambien rápidamente a medida que decante la polvareda que generó la muerte de Kirchner, pero si tuviera que arriesgar ahora qué creo que puede ocurrir, diría lo siguiente:
1.- Es muy probable que siga el crecimiento de la actividad económica, dado que la muerte de Kirchner ocurre en un buen momento económico. No es que no haya problemas. Los hay e importantes, como la inflación (acercándose al 25% anual), la pérdida de competitividad cambiaria, los desequilibrios de precios relativos en muchos sectores (como energía y servicios públicos), la debilidad del proceso inversor. Pero la inflación todavía no está desbocada (contra lo que dijo esta semana el gurú Nouriel Roubini), la actividad económica viene con buen impulso, todavía queda capacidad ociosa disponible, los precios de la soja y otras materias primas recuperaron los altos niveles de un par de años atrás y Brasil y China crecen fuertemente, demandando productos argentinos. Difícil pensar que todo esto no sea suficiente para resistir los efectos del desordenado tablero político que deja la muerte de Kirchner.
2.- Se redujo el riesgo de que se descontrole la inflación. Muchas personas, con cierta lógica, temían que el intento de Kirchner de ganar en primera vuelta el año próximo llevaría a una política económica excesivamente expansionista, con demasiado crecimiento del gasto público y de la emisión monetaria, lo que terminaría acelerando la inflación. Sin Kirchner no se elimina el incentivo a acelerar la actividad económica antes de la elección (esto es bastante natural antes de cualquier elección presidencial), pero probablemente Cristina no juegue tan a fondo, en especial si mejora su imagen luego de este hecho o si termina configurándose una reunificación del peronismo detrás de la candidatura de una figura más potable fuera del kirchnerismo como Scioli, en cuyos casos no sería tan necesario recurrir a una aceleración tan a fondo.
3.- Se redujo el riesgo de importantes sorpresas económicas típicas del estilo Kirchner, que dejen al próximo gobierno una pesada herencia económica. La iniciativa política de Kirchner, con medidas que toman a todos por sorpresa, como ocurrió con la estatización de las AFJP o la utilización de reservas del BCRA por decreto, difícilmente continúe sin Kirchner, al menos con el nivel de audacia a que nos tenía acostumbrados. Al igual que las expectativas de aceleración a fondo que recién mencionaba, creo que deberían reducirse las expectativas de sorpresivas medidas de política económica audaces pero potencialmente negativas para la economía.
Si estas tres hipótesis son correctas, el panorama económico debería mejorar, dentro de las incertidumbres lógicas frente a un proceso electoral en el cual todavía no se terminan de configurar los principales escenarios posibles. Tal vez por esto, en las primeras horas luego de la noticia, subieron las acciones y títulos públicos argentinos que cotizan en el exterior (mañana veremos qué ocurre cuando abran los mercados locales, cerrados hoy por el feriado), y no necesariamente porque los inversores bursátiles piensen que un opositor ganará la próxima elección, como interpreta hoy Jorge Fontevecchia en la edición digital de Perfil.
De todos modos, existen algunos riesgos, como el descontrol del avance sindical sobre la política y la economía, ahora que Kirchner no está para poner límites. Habrá que ver cómo juegan Moyano y Cristina en los próximos días.
Y también veremos, en los próximos días, de cuánto de lo anterior tendré que desdecirme a medida que decante la polvareda generada por tan sorpresiva noticia.

martes, 26 de octubre de 2010

Cómo evitar la maldición de la soja

Los estudios sobre el crecimiento económico de los países tienden a coincidir en que la abundancia de recursos naturales no es importante para el crecimiento. Más aún, muchos estudios indican que existe una relación estadística negativa entre la abundancia de recursos naturales y el crecimiento económico. Luego de que los economistas Jeffrey Sachs y Andrew Warner detectaran a fines de los 90 una relación estadística opuesta entre el peso de los recursos naturales en las exportaciones y el crecimiento económico, una legión de economistas ha seguido estudiando este tema, encontrando resultados similares (aunque otros economistas, como Daniel Lederman y William Maloney, del Banco Mundial, cuestionan algunos de estos resultados).

lunes, 25 de octubre de 2010

Cómo nos afecta la “guerra de monedas”

Cerramos la semana pasada con un breve análisis de lo que está ocurriendo en el mundo con lo que se conoce como “guerra de divisas” o “guerra de monedas” (ver "La semana en 3 minutos"). El tema terminó siendo muy analizado en todos los diarios de ayer, en particular en suplementos de economía como los de La Voz del Interior, La Nación y Clarín. Aunque ya se dijo mucho este fin de semana, creo que vale la pena retomar y simplificar un tema muy técnico y complejo y focalizar en cuáles son sus efectos sobre nuestra economía, que son de primera importancia.

viernes, 22 de octubre de 2010

miércoles, 20 de octubre de 2010

¿No estarán mal los permisos de construcción?

Una estadística seguida habitualmente por los empresarios vinculados a la construcción y el negocio desarrollista e inmobiliario son los permisos de construcción (o también permisos de edificación), una variable que mide la cantidad de metros cuadrados declarados en los planos de obra presentados en los trámites administrativos realizados ante los distintos municipios para solicitar autorización para el levantamiento de una edificación.
Se trata de una estadística importante dado que tiende a anticiparse a lo que ocurrirá a futuro con la actividad de la construcción, ya que los metros cuadrados que obtengan permiso en la actualidad serán construidos en los próximos meses (y años, en caso de las obras de mayor envergadura). Un problema con esta estadística es que suele mostrar mucha variabilidad de un mes a otro, y siempre tuve la sospecha de que esto se debe a que no se trata de una estadística que mida de manera directa un fenómeno económico (como es el caso de los índices de actividad de la construcción, que están diseñados expresamente para medir mes a mes la evolución de la actividad del sector a través de la evolución de los despachos de los distintos insumos utilizados en la misma) sino de una estadística que surge de un trámite administrativo, cuyos tiempos pueden depender de cuestiones burocráticas ajenas al fenómeno que se quiere medir. Por ejemplo, un paro por varias semanas en la oficina encargada de recibir los expedientes de permisos de construcción de un municipio determinado puede hacer que luego veamos, en la estadística sobre permisos de construcción, una caída que puede ser interpretada como una menor intención de iniciar obras (el fenómeno económico que se quiere medir) cuando en realidad debería ser interpretada como un problema burocrático en la tramitación de permisos (un fenómeno irrelevante para quienes siguen esa estadística).
Pero en los últimos meses ha estado ocurriendo otra cosa con los permisos de construcción, y es que están mostrando una caída a nivel nacional (no así en la ciudad de Córdoba, donde siguen creciendo) que puede ser sólo una distorsión estadística.
El problema es el siguiente. INDEC publica permisos de construcción de 42 municipios distribuidos en todo el país (entre los que está la ciudad de Córdoba), estadísticas elaboradas a partir de información generada de manera descentralizada por las Direcciones Provinciales de Estadísticas y remitida al INDEC, quien con esos datos construye un indicador consolidado para ese grupo de municipios. El problema es que frecuentemente, INDEC no cuenta con datos para uno o más de esos municipios, con lo cual procede a estimar los datos faltantes. Según INDEC, lo hace aplicando los siguientes criterios:

  • Extrapolación en base a datos correspondientes a meses que forman parte de trimestres incompletos.
  • Aplicación de índices elaborados con información correspondiente a municipios vecinos o de similares características.
  • Determinación de correlaciones con el comportamiento de municipios o provincias vecinas o de similares características, tomando como referencia la población urbana.

No es posible reconstruir los cálculos que hace INDEC, ya que lo anterior, reproducido aquí de manera textual, es lo único que detalla en las notas metodológicas correspondientes. De todos modos, mi hipótesis es que estas estimaciones no están reflejando bien lo que efectivamente está ocurriendo con los permisos de construcción a nivel consolidado. Los datos son consistentes con esta hipótesis, y además permiten ver que es probable que en realidad no estén cayendo sino que estén iniciando una recuperación.
En efecto, si se construye un índice de permisos de construcción para los 42 municipios que considera INDEC, utilizando los datos por municipio publicados por IERIC, pero calculando las variaciones de cada mes tomando sólo los municipios para los cuales existan datos tanto para ese mes como para el mes previo (teniendo en cuenta adecuadamente el tamaño relativo de cada municipio), los resultados son los del siguiente gráfico.


Las barras representan las variaciones interanuales del índice de permisos de construcción elaborado por INDEC (barras rojas) y del índice corregido (barras azules). Mientras los datos de INDEC muestran caídas en todos los meses entre enero y julio de este año, los datos corregidos muestran incrementos en tres de los últimos cuatro meses (+6% en abril, +10.3% en junio, +3% en julio).
Si los datos del índice corregido son los que mejor reflejan lo que está ocurriendo con la iniciación de nuevas obras, recién en los últimos meses se ha revertido la caída producida desde principios de 2009. Lo que no cambia con estos datos es el crecimiento sostenido de los permisos de construcción en la ciudad de Córdoba, que no pararon de crecer ni siquiera en medio de la recesión del año pasado.
Es un dato positivo, pero de todos modos, deberíamos interpretar con precaución los resultados de una estadística que puede tener importantes distorsiones.

martes, 19 de octubre de 2010

El legado metalúrgico y el nuevo paradigma de política industrial

El editorial de hoy de La Voz del Interior hace referencia a la Córdoba industrial del brigadier San Martín y plantea que la mejor apuesta para recuperar su legado puede ser fomentar y premiar la innovación como un modo de ganar un lugar en la industria hipercompetitiva actual.
La industria metalúrgica jugó un rol muy importante en aquella Córdoba industrial, y continúa haciéndolo en la actualidad. Se trata de un sector muy importante para Córdoba, ya que genera el 34% de la producción industrial, en 24 ramas diferentes (tal como las agrupa la Matriz Insumo-Producto de la provincia), a través de poco más de 3,000 empresas distribuidas en todo el territorio provincial, casi en partes iguales entre capital e interior.
Se trata también de un sector bastante diversificado, que provee productos a las industrias automotriz, de maquinaria agrícola, de aviación, construcción, alimentación, electrónica y energía principalmente, y en menor medida a otros sectores como el de la salud, ferroviario, de artículos para el hogar, minería, pesca, entre otros.
Pero que siga jugando un rol importante en la industria cordobesa requiere identificar y aprovechar oportunidades de diversificación productiva. Si algo surge claramente de cada medición del Observatorio de la Actividad Metalúrgica es que la pérdida de competitividad y rentabilidad es una tendencia permanente en los últimos años, pero la última medición mostró también que el 60% de los industriales metalúrgicos cordobeses considera factible que su empresa encare una reconversión productiva que le permita diversificar productos para otras industrias y sectores.
¿Por qué sería importante para Córdoba un proceso de diversificación productiva del sector metalúrgico? Porque esto mejoraría la viabilidad económica de un sector tan importante para la industria local, compuesto principalmente por PyMEs mano de obra intensivas, y porque la diversificación productiva está en el centro del nuevo paradigma de las políticas industriales, liderado por los economistas Dani Rodrik y Ricardo Hausmann.
A diferencia del antiguo paradigma de política industrial focalizado en la protección de sectores poco competitivos, que terminaba generando políticas insostenibles en el tiempo, generadoras de ineficiencia y con la natural oposición del resto de los sectores no protegidos, el nuevo paradigma de política industrial no tiene esas contraindicaciones porque se focaliza en destrabar procesos de diversificación productiva que permiten a las empresas avanzar sobre producciones de mayor valor agregado. Rodrik y Hausmann muestran cómo lo que caracteriza a los países desarrollados es la diversidad de producciones de alto valor agregado (sintetizan diciendo que los países “son lo que producen”), y cómo los procesos de diversificación tienden a no producirse espontáneamente por distintos fallos de mercado, que dan lugar a que el Estado pueda intervenir para eliminar o contrarrestar esos fallos.
Un caso de fallo de mercado es el generado por las asimetrías de información. Para una empresa es muy costoso investigar la estructura de costos de una nueva producción; una vez que invierte los recursos necesarios para comprender dicha estructura y comienza a producir, otras empresas pueden imitarla, con lo cual pierde parte de los beneficios que deberían compensar sus costos iniciales. Sin esa “zanahoria”, muchas empresas que podrían innovar no lo hacen, trabando el proceso de diversificación.
Otro caso de fallo de mercado es el generado por la especificidad de ciertos recursos para ciertas producciones. Esto genera círculos viciosos como que no se produzca cierto nuevo producto porque no están disponibles los recursos necesarios (por ejemplo, mano de obra y proveedores especializados) y estos recursos no estén disponibles porque no hay empresas que los demanden. Sin contrarrestar esos círculos viciosos, el proceso de diversificación queda trabado.
Contrarrestar estos fallos de mercado identificados por Rodrik y Hausmann requiere una acción coordinada y colaborativa entre el sector privado y el sector público. Bajo este nuevo paradigma de la política industrial, ésta no puede ser diseñada y ejecutada por un funcionario desde su despacho, porque no se trata de identificar sectores a proteger sino detectar algo más sutil y difícil de observar, como son las trabas que pueda haber asociadas a la potencial nueva producción. Por lo tanto, el sector público necesita trabajar junto con el sector privado para identificar esas trabas y eliminarlas o contrarrestarlas.
Este nuevo paradigma de la política industrial tiene asociada cierta complejidad pero, afortunadamente, economistas como Rodrik y Hausmann se han tomado el trabajo de identificar una serie de principios que permiten llevarlo a la práctica. Pero ese debería ser tema para otro post.

lunes, 18 de octubre de 2010

La manía de pronosticar colapsos económicos

En la columna de opinión que publiqué la semana pasada en La Voz del Interior (que reproduje en el post del lunes 11), hice referencia a que muchos economistas se equivocaron este año cuando pronosticaron un bajo crecimiento durante 2010, o incluso una caída de la actividad, porque no tuvieron en cuenta fenómenos económicos que, tenidos en cuenta, llevaron al correcto anticipo de lo que ocurriría este año, que reflejamos en el Informe Industrial de marzo (disponible en www.uic.org.ar).
Por ese entonces, el economista Roberto Cachanosky publicaba en su informe económico semanal (25 de marzo de 2010; disponible en www.economiaparatodos.com.ar como informe de ejemplo para potenciales suscriptores):
“Un dato a tener en cuenta es la baja performance que vienen teniendo impuestos que reflejan el nivel de actividad económica interna. En el primer bimestre el IVA DGI subió el 19% y el impuesto al cheque el 16%. Considerando una inflación anual no menor al 20%, mi impresión es que estamos frente a sectores que les va más o menos bien (sojeros) y producción automotriz y el resto está complicado. En términos generales, diría que la inflación ya está golpeando fuerte sobre los ingresos familiares afectando el consumo interno y el nivel de actividad”.
Y en otro párrafo del mismo informe:
“El Índice de Confianza del Consumidor, volvió a caer en marzo y vuelve a ubicarse por debajo de mayo del 2003 y casi en el mismo nivel de enero del 2003. Considerando una inflación que se acelera y el deterioro del nivel de actividad económica, uno debería esperar para los próximos meses una nueva caída en las expectativas de los consumidores”.
Como dije la semana pasada en aquella columna de opinión, a pesar de la alta inflación, los salarios no perdieron poder adquisitivo (porque se movieron al ritmo de la inflación, y en muchos casos un poco más), el consumo siguió creciendo por encima de la inflación y la actividad cierra el año a todo ritmo. También sabemos, como publiqué en un post del viernes pasado, que la confianza de los consumidores siguió creciendo durante los últimos meses, a tal punto que actualmente está un 24% por encima del nivel que tenía un año atrás.
¿Por qué este tipo de errores de pronóstico? Lo que cito de Cachanosky, no muy diferente de lo que dijo en Córdoba cuando fue invitado a exponer en el Coloquio Industrial de la UIC, es anecdótico. El punto que quiero destacar es que hay dos comportamientos frecuentes en los economistas que llevan a este tipo de errores. El primero es el sesgo de los economistas a pronosticar crisis y descalabros económicos. Alguien dijo alguna vez con mucha ironía que los economistas predijeron 10 de las últimas 3 recesiones. La lógica detrás de este tipo de sesgo es que nadie se hace famoso por pronosticar que la economía puede seguir creciendo, pero es posible hacerse muy famoso si se pronostica con éxito una crisis. Así saltaron a la fama, por ejemplo, el economista argentino Guillermo Calvo (uno de los mejores economistas argentinos, reconocido internacionalmente en ámbitos académicos, pero famoso para el gran público desde 1994 por haber pronosticado la crisis del Tequila) o el economista turco Nouriel Roubini (famoso porque predijo la crisis financiera de Estados Unidos 2007/2008). El sesgo se genera porque es más negocio errar de más prediciendo crisis que errar de menos, ya que pronosticando sistemáticamente crisis económicas, alguna vez coincidirá con que la crisis se produce, pasando a la historia como el economista que la predijo; y si la crisis no se produce, la gente se olvida de los pronósticos.
El comportamiento de pronosticar demasiadas crisis, la mayoría de las cuales nunca se produce, es “internacional”. Suelen caer en él economistas de distintos países. Pero hay un segundo comportamiento más local, y tiene que ver con el sesgo a pronosticar crisis entre quienes se hacen tan antikirchneristas que terminan confundiendo desatinos económicos con inminentes colapsos económicos. Me explico: criticar las medidas económicas del actual gobierno de Cristina y del anterior de Néstor es un juego de niños. Con un gobierno que dibuja estadísticas económicas, genera una de las inflaciones más altas del mundo, prohíbe exportaciones, cobra impuestos a los pobres para subsidiar a los ricos, mantiene congeladas tarifas de servicios públicos cuando todos los precios suben, entre muchas otras medidas, es muy fácil identificar políticas equivocadas. Pero esto no necesariamente significa que la economía esté a punto de colapsar. De hecho, a pesar del pronóstico de colapso de muchos economistas, la economía sigue creciendo. La explicación es que con la soja a 400 dólares y Brasil creciendo a casi el 10%, hay que hacer las cosas demasiado mal para “chocar” la economía. Obviamente, con mejores políticas podríamos crecer más y de modo más sustentable y, además, con estas políticas estamos dejando una pesada herencia a los próximos gobiernos. Pero ese es otro tema.
Hace un par de meses, el economista y sociólogo Juan Llach comentó, en el marco de una cena en ocasión de una visita a Córdoba, que le llamaba la atención cómo muchos antikirchneristas llegaban al extremo de entristecerse ante noticias positivas de la economía. Algo muy parecido a las personas que, en desacuerdo con actitudes de Maradona, deseaban que a Argentina le fuera mal en el Mundial. El deporte de criticar a los K, en casos patológicos, lleva a desear que naufraguen (aunque seamos nosotros quienes estamos adentro del barco). Y el deseo de que naufraguen se filtra en los pronósticos de lo que ocurrirá. Pero una cosa es lo que queramos que ocurra y otra lo que creamos que va a ocurrir.
Luego de estas reflexiones, no estaría mal ocuparme en los siguientes posts de la herencia económica que dejarán los K. Para que nadie confunda el análisis de una probable continuidad de la recuperación económica hasta las elecciones con una defensa de las políticas económicas de este gobierno. Y de paso, ¡para tratar de detectar la crisis económica que me instale en el Olimpo de los Calvo y los Roubini!

sábado, 16 de octubre de 2010

¿Tendría que estar en la agenda la participación de los trabajadores en las ganancias empresarias?

La discusión sobre el proyecto de ley de participación de los trabajadores en las ganancias de las empresas se enfrió durante los últimos días. Podríamos aprovechar para hacer algunas reflexiones al respecto, por si la discusión se reactiva a futuro.
Primero repasemos los argumentos:
Los defensores del proyecto argumentaron fundamentalmente que:
1.- La Constitución Nacional establece la distribución de ganancias entre los trabajadores (artículo 14 bis).
2.- La distribución de ganancias generaría una mejor distribución del ingreso, al aumentar la proporción del ingreso nacional que remunera a los trabajadores.
3.- Esto generaría un mayor nivel de consumo, dado que los trabajadores tienden a gastar una proporción mayor de su ingreso que los empresarios.
4.- Generaría también una mayor productividad, como consecuencia del incentivo que genera en los trabajadores saber que recibirán parte de las ganancias de la empresa.
5.- Otros países tienen legislación al respecto, como Chile, Brasil, México, Canadá, entre otros países desarrollados y en desarrollo.
Los críticos del proyecto argumentaron fundamentalmente que:
1.- Con esto nos parecemos a Cuba (tomémoslo sólo como un exabrupto de Méndez).
2.- Que los ingresos de los trabajadores en realidad no aumentarán, porque sus salarios se terminarán ajustando para que con su parte de las ganancias terminen cobrando en total lo mismo que antes.
3.- Que el proyecto afecta el derecho de propiedad, protegido por la Constitución Nacional, ya que impide apropiarse de la totalidad del rendimiento generado por actividades lícitas.
4.- Que se generará una intromisión indebida y contraproducente de los sindicatos en las empresas, con riesgo de co-gestión de los sindicatos.
5.- No es conveniente una ley de estas características sin consensos previos.
Hasta comienzos de octubre se discutió mucho alrededor de estos argumentos, con lo cual me resulta más interesante encarar el análisis desde otro punto de vista. ¿Qué tiene para aportar la ciencia económica en este debate?
Lo primero es que no es un tema nuevo, ni mucho menos. La distribución de ganancias entre trabajadores (profit sharing) tiene una larga historia de más de 140 años en Inglaterra. De hecho, esquemas de distribución de ganancias fueron propuestos por importantes economistas británicos del siglo XIX como John Stuart Mill y Stanley Jevons. El investigador T. J. Hatton, en “Profit Sharing in British Industry, 1865-1913” recopila casos de empresas con esquemas de distribución de ganancias antes de la Primera Guerra Mundial, registrando los primeros en Francia (década de 1840) e Inglaterra (1865).
¿Cuál era la lógica de que se desarrollaran estos esquemas en la propia cuna del capitalismo industrial? Con estos esquemas se buscaba:
1.- Aumentar la productividad de los trabajadores, creando incentivos para mejorar la calidad de la producción, conservar mejor las máquinas y herramientas y reducir los desperdicios de materiales.
2.- Reducir los costos de supervisión, a través de una mayor motivación individual y de un mayor monitoreo entre pares.
3.- Crear mayor fidelización de los trabajadores con la empresa, logrando mayor atracción y retención de los mejores talentos.
En las últimas décadas, muchos investigadores han estudiado esta cuestión, ya que los incentivos que deberían generar estos esquemas no son tan evidentes por una cuestión muy simple pero muy importante: el incentivo individual se diluye a medida que aumenta la cantidad de trabajadores en una empresa. La lógica es: un trabajador sabe que si se esfuerza un poco más, aumentará la productividad y el beneficio de la empresa, pero su propia participación en este beneficio serán igual a la fracción 1/N de la porción que le corresponda a los trabajadores, donde N es la cantidad de trabajadores. Si son 10 trabajadores, le tocará un décimo (1/10) de las ganancias distribuidas, pero si son 1000 le tocará una milésima parte (1/1000) de esas ganancias. La “zanahoria” se reduce, el esfuerzo también.
El economista Douglas Kruse, del National Bureau of Economic Research, encaró una investigación interesante sobre el tema en Estados Unidos (“Does profit sharing affect productivity?”). Plantea tres tipos de efectos de los esquemas de participación de empleados en las ganancias: esfuerzo laboral extra (“trabajar más duro”), reducción de costos o mejora de la calidad (“trabajar más inteligentemente”), mayor coordinación entre trabajadores. Y cita 26 estudios econométricos previos, en la mayoría de los cuales se encuentra una correlación entre esquemas de participación de trabajadores en las ganancias y aumentos de productividad en las empresas. Y su propio estudio de 500 empresas norteamericanas entre 1971 y 1990, con y sin esquemas de estas características, indica que:
1.- La adopción de esquemas de participación de trabajadores en las ganancias incrementó en promedio la productividad entre 4% y 5% durante el periodo analizado.
2.- El efecto es muy diferente en empresas de distinto tamaño. El aumento de productividad es más fuerte entre las empresas más pequeñas y entre empresas muy grandes, y mucho menor entre medio. Lo primero se explica por el problema citado de incentivos cuando el resultado de los esfuerzos individuales se diluye entre muchos empleados, lo segundo puede deberse a que en las empresas más grandes puede ser mayor el efecto de pertenencia y otros efectos grupales.
3.- El efecto sobre la productividad no es directo. Es muy variable entre empresas y depende de otras acciones cuya viabilidad suele ser mayor con estos esquemas (por ejemplo cambios tecnológicos que generen mayor productividad), pero que determinan en definitiva si efectivamente habrá o no mayor productividad.
4.- No son claros los mecanismos concretos por medio de los cuales los incentivos asociados a los esquemas de participación de trabajadores en las ganancias se convierten en mayor productividad y mayor rentabilidad.
Primera conclusión: Si no en todas las empresas y sectores productivos la participación de los trabajadores en las ganancias genera aumentos de productividad, no en todas las empresas y sectores la remuneración total de los trabajadores aumentará con estos esquemas. En aquellos sectores en donde la productividad no aumente, es probable que los salarios terminen cayendo, de tal modo que la compensación total permanezca sin cambios.
Segunda conclusión: Es posible pensar en esquemas de participación de los trabajadores en las ganancias sin “dinamitar” el sistema capitalista, pero no parece razonable una ley de aplicación horizontal, para todas las empresas (o empresas por encima de cierto tamaño), con iguales parámetros de distribución.
Tercera conclusión: ¿No será mejor dedicar esfuerzos a observar lo que están haciendo los países de rápido desarrollo y tratar de aplicar lo aprendido? No encontré ninguna investigación que diera cuenta de que los países que más se están desarrollando (incluyendo en el desarrollo una mejor distribución del ingreso) tengan en sus agendas la participación de los trabajadores en las ganancias. Seguramente, el aumento de los salarios, la mejor distribución del ingreso y los aumentos de productividad requieren una agenda diferente.

viernes, 15 de octubre de 2010

Matemática, ¿estás ahí?

Suplemento de iEco de Clarín del 18 de julio de este año:
“El economista Abel Viglione estima que la tasa de suba interanual (de la actividad industrial) irá decreciendo con el correr de los meses. ‘Deberíamos esperar menores tasas en el segundo semestre, dado que la base de comparación fue mucho más alta porque en la segunda parte de 2009 la recuperación ya había comenzado’”.
Durante los últimos meses, muchos economistas han hecho pronósticos similares al del economista de FIEL (incluyendo economistas cordobeses). Suena lógico. Si las variaciones interanuales se calculan comparando los niveles de producción actuales con los registrados un año atrás, las altas tasas de variación interanual del primer semestre de este año deberían reducirse durante el segundo semestre, ya que la comparación se realizaría contra un segundo semestre de 2009 con mayor actividad económica. Pero que suene lógico no significa que sea correcto. De hecho, el razonamiento es equivocado.
Veamos por qué es equivocado. Una variación interanual es un cociente, compuesto por el valor actual de la producción (numerador) y el valor de la producción en igual mes del año pasado (denominador). El argumento de Viglione (y muchos otros economistas) es que a medida que van pasando los meses y nos vamos adentrando en el segundo semestre de 2010, el dato de igual mes del año pasado es cada vez mayor, por el crecimiento de la producción durante el segundo semestre del año pasado. Es decir, a medida que transcurren los meses aumenta el denominador y, por lo tanto, se reduce el cociente. Lo que olvida el argumento es que el cociente no sólo depende de lo que ocurra con el denominador, sino también con lo que ocurra con el numerador. Pero si el numerador también sube, el cociente no tiene por qué bajar. Si el numerador sube más que el denominador, el cociente sube, y si el numerador sube en la misma proporción en que sube el denominador, el cociente se mantiene. Sólo baja el cociente si el numerador crece en una proporción menor que el denominador.
¿Qué está mostrando la realidad? Que aquel pronóstico tan reiterado no se está verificando. En efecto, esta semana se publicó el dato de septiembre de 2010 del Indice de Producción Industrial de Orlando Ferreres, el índice más utilizado desde que la intervención del INDEC genera dudas sobre su Estimador Mensual Industrial. Y la variación interanual da 10.4%, la mayor de todo el año exceptuando el mes de junio. ¿Por qué fallaron aquellos pronósticos tan reiterados? Porque el razonamiento que lo fundamentaba es equivocado.
Un análisis más adecuado es simular qué puede ocurrir en lo que resta del año, dentro de márgenes razonables. Si la actividad industrial se estanca en el nivel de septiembre durante el resto del año (octubre a diciembre), la variación interanual en diciembre será de 8.4%; si continúa el ritmo de crecimiento promedio observado desde el inicio de la recuperación económica en junio de 2009, la variación interanual en diciembre será del 10.2%. Descartando entonces nuevas caídas de actividad como la observada en julio (por las restricciones energéticas), 8.4% a 10.2% es el rango más probable a fin de año (diciembre 2010 comparado con diciembre 2009).
Es paradójico que estos errores matemáticos se produzcan en una disciplina que se jacta, frente a otras ciencias sociales, de aplicar eficientemente métodos cuantitativos sofisticados. Por las dudas, no crea todos los números que le pase un economista.  

¡No eran sólo plasmas!

Pasó el furor por las compras de plasmas y LCD traccionadas por el Mundial de Fútbol, y el consumo sigue creciendo. Según CAME (Cámara Argentina de la Mediana Empresa), las ventas minoristas crecieron en volúmenes en septiembre un 4.1% con relación a un año atrás. Menos que el 11.9% de junio, o el 7% de julio, pero más que el 3.8% de marzo, o el 3.6% de abril, y casi como el 4.6% de mayo. En otras palabras, las ventas minoristas volvieron al ritmo de crecimiento previo al boom de compra de electrodomésticos.
¿Por qué sigue creciendo el consumo? Por varios motivos. A pesar de la alta inflación, el poder adquisitivo de los consumidores no se ha reducido. Los salarios de los trabajadores del sector privado en blanco le han ganado a la inflación y, si bien los salarios de los trabajadores en negro han perdido un poco contra la inflación, implican sólo el 10% de los ingresos de las familias (son muchos trabajadores, pero ganan menos), con lo cual en términos consolidados se ha incrementado el poder adquisitivo global de los consumidores. Y mayor poder adquisitivo tiende a traducirse en mayor consumo.
Pero además la alta inflación, combinada con pocas alternativas de inversión segura y rentable, y disponibilidad de crédito para consumo, incentiva a muchos consumidores a comprar bienes durables que le den la sensación de preservación de sus ahorros o, al menos, la sensación de que están administrando sus ingresos del mejor modo posible frente a la alternativa de pérdida de valor por la inflación. Los records de ventas de autos se explican en parte por estos comportamientos.
Pero hay un elemento adicional que impulsa el consumo, y es el aumento en la confianza de los consumidores (mayor confianza tiende a estar asociada a mayor consumo). La siguiente tabla muestra datos bien frescos del Índice de Confianza del Consumidor de Córdoba (ICC) que elabora MKT desde hace más de 10 años siguiendo la metodología desarrollada por la Universidad de Michigan. La tabla contiene los datos del ICC (y sus componentes) para octubre de 2009 y octubre de 2010, y la variación porcentual entre ambos meses.



Como se observa en la última final de la tabla, el ICC aumentó un 24% en el último año. Es cierto que el componente que más aumentó es el de Compra de Bienes Durables (la percepción de que es un buen momento para comprar este tipo de bienes), que se incrementó un 42.6% (aumentó más todavía en componente relacionado con electrodomésticos), pero también aumentó el de Situación Personal (+26.6%), y en mucha menor medida el de Situación Macroeconómica (+8.6%).
Si bien estos datos permiten una lectura optimista sobre lo que puede ocurrir con el consumo durante los próximos meses, no todo es euforia. Un análisis más detallado de la tabla muestra que la confianza vinculada a la Situación Personal aumentó más por la mejor percepción sobre cómo es la situación actual con respecto a un año atrás (+31.3%) que por las mejores expectativas para dentro de 1 año (+23.5%). Y que la confianza en la Situación Macroeconómica aumentó más por las mejores expectativas a 1 año (+25% para la provincia y +27.3% para el país) que por las mejores expectativas a 3 años (+4.6% provincia y -4.1% país). Es decir, hay un claro sesgo hacia el corto plazo.
Nada garantiza que estos aumentos en la confianza del consumidor continúen a futuro, pero al menos es tranquilizador que hayan continuado luego de la fiebre por los electrodomésticos, y que no se haya producido el freno del consumo que muchos esperaban para luego del Mundial. Afortunadamente, lo que impulsaba al consumo no eran sólo los plasmas.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Un poco de aritmética inflacionaria

Una técnica muy simple pero muy efectiva para tratar de pronosticar cómo puede comportarse una variable económica a futuro es simulando, mediante simples cálculos aritméticos, distintas trayectorias probables, para determinar cuál es el rango en que puede encontrarse dicha variable a futuro. Esta técnica no permite saber cuál será el valor de la variable, pero sí permite saber qué valores hay que descartar por poco probables. Permite acotar la incertidumbre sobre un futuro que desconocemos.
Apliquemos esta técnica a la inflación. Por la forma en que se mide la inflación anual (porcentaje de variación del índice de precios “punta contra punta”, es decir, diciembre del año en cuestión contra diciembre del año previo), el rango de lo que puede ocurrir con la inflación anual de 2010 está bastante acotado, dado que gran parte del año ya está jugado (es la inflación entre enero y agosto, que ya conocemos), quedando muy poco por definirse (sólo la inflación de los meses de septiembre a diciembre).
Dos decisiones previas. La primera: qué índice de precios utilizar. Desde la intervención del INDEC a comienzos de 2007, solía ser útil tomar un promedio de los índices de precios de un grupo de provincias que continuaban midiendo la inflación como lo hacía INDEC antes de la intervención, pero desde finales de 2009 estos índices comenzaron a comportarse de manera muy diferente entre sí, con lo cual al promediarlos, el resultado varia mucho dependiendo de qué ponderadores se utilizan para cada índice. En la actualidad el índice más utilizado es el elaborado por Buenos Aires City.
La segunda: cómo tener en cuenta la estacionalidad, esto es, la mayor o menor inflación en distintos meses de acuerdo con un patrón regular año a año, como la mayor inflación de cada diciembre. Una forma muy útil es trabajar con los datos desestacionalizados, es decir, habiendo transformado los datos originales en datos que no tienen estacionalidad, utilizando técnicas econométricas de desestacionalización.
Resueltas estas dos cuestiones, hagamos ahora sí un poco de aritmética inflacionaria. Utilizando la serie desestacionalizada del índice de precios al consumidor elaborado por Buenos Aires City, la inflación acumulada entre enero y agosto de 2010 es de 16.1%. Esto es, si el índice de precios fue 100 en diciembre de 2009, alcanzó el valor 116.1 en agosto de 2010. Esto implica que la única forma de que la inflación 2010 cierre en 16.1%, es con una inflación nula entre septiembre y diciembre, lo que mantendría el índice en el valor 116.1 hasta diciembre. Algo claramente improbable.
Ahora simulemos qué ocurre si la inflación sigue el ritmo observado entre abril y agosto de 2010, cuando el promedio mensual fue de 1.5%. Si aplicamos este porcentaje de incremento a cada mes entre septiembre y diciembre, el índice llega en diciembre a 123.3. Esto implica una inflación anual del 23.3%. ¿Ocurrirá esto? No lo sabemos. Sí sabemos que es un porcentaje probable, ya que implica de acá hasta diciembre una inflación mensual similar al promedio de los últimos meses, en los cuales la inflación fue muy estable.
Simulemos ahora una inflación mayor. ¿Qué tal 1.9% mensual, un 30% más de inflación cada mes? Aplicando esta tasa a cada mes entre septiembre y diciembre, el índice llega a 125.2 en diciembre, es decir, un 25.2% más que en diciembre de 2009. Tampoco sabemos si la inflación llegará a este nivel, pero sabemos que también es un escenario probable, con un poco más de inflación que durante los últimos meses.
Simulemos finalmente una inflación bastante más alta, de un 2.3% mensual, casi la inflación observada en febrero y marzo de este año. Aplicando esta inflación a los meses de septiembre a diciembre, el índice alcanza el valor 127 a final de año. Esto es, una inflación anual del 27%. ¿Puede ocurrir esto? Sí, pero es poco probable. Para que ocurra, la inflación mensual tendría que acelerarse del 1.5% mensual de promedio observado entre abril y agosto a un 2.3% entre septiembre y diciembre, un 50% más de inflación mensual.
En síntesis, no sabemos qué ocurrirá con la inflación. Pero un poco de aritmética inflacionaria indica que para que cierre por debajo del 23% sería necesaria una desaceleración del ritmo inflacionario durante lo que queda del año, y para que cierre por encima del 25% tendría que aumentar en más de un tercio el ritmo inflacionario. Entre 23% y 25% es entonces el rango más probable. Una inflación alta, que no debemos minimizar y que el próximo gobierno tendrá que reducir, pero menos de lo que pronostica la mayoría de los economistas y mucho menos de lo que espera la mayoría de los consumidores.

martes, 12 de octubre de 2010

Un dólar a $ 4.88

El viernes pasado, en una reunión en la Cámara de Industriales Metalúrgicos donde el economista a cargo del Centro de Estudios de ADIMRA realizó una presentación, uno de los asistentes preguntó a cuánto tendría que estar el tipo de cambio para recuperar la competitividad perdida contra Brasil durante los últimos años. Como creo que la respuesta no fue satisfactoria (no lo fue para mí; intuyo que tampoco para quien formuló la pregunta), va mi respuesta.
Para recuperar el tipo de cambio real que tuvimos en promedio con Brasil durante 2007 (tipo de cambio bien alto contra Brasil), con los precios actuales en Argentina y en Brasil, el dólar tendría que estar a $ 4,88 en lugar de los casi $ 4 actuales. Es decir, tendríamos que devaluar un 21.9%.
Respondida la pregunta, analicemos un poco más esta cuestión. El siguiente gráfico, incluido en el último informe del Observatorio de la Actividad Metalúrgica, publicado hace pocas semanas y disponible en la página web de la Cámara de Metalúrgicos (www.metalurgicoscba.com.ar), presenta al tipo de cambio real contra Brasil de un modo diferente a como lo presentamos habitualmente los economistas. El gráfico está elaborado de tal modo que la serie termina (a la derecha) con el tipo de cambio nominal actual y representa, a lo largo de toda la línea, el tipo de cambio nominal (pesos por cada dólar) que tendríamos que tener en la actualidad para alcanzar el tipo de cambio real que teníamos en cada momento del tiempo. Por ejemplo, en 2007 el promedio da $ 4.88. Esto significa que el tipo de cambio real en aquel momento era equivalente al que tendríamos ahora si de repente el dólar subiera a $ 4.88 sin que se modificara ningún otro precio.

El gráfico también muestra que en la actualidad estamos muy por encima del tipo de cambio real de diciembre de 2001, cuando la Convertibilidad estaba a punto de estallar. En aquel momento, el tipo de cambio real contra Brasil era el equivalente al que ahora tendríamos si el dólar bajara a $ 1.94. Y también estamos bastante por encima del tipo de cambio real que teníamos durante los años 1996 y 1997, probablemente los mejores años de la Convertibilidad. En aquellos años, el tipo de cambio real era equivalente al que tendríamos ahora con un tipo de cambio de $ 3 por dólar.

Todo esto significa que actualmente no tenemos un problema de atraso cambiario. No tenemos el tipo de cambio recontra-alto que teníamos en 2007 ($ 4.88 a precios actuales) pero tampoco el bajo que teníamos en 1996 ($ 3.13 a precios actuales) o el recontra-bajo que teníamos en diciembre de 2001 ($ 1.94 a precios actuales). El problema no es tanto la situación actual, sino lo que puede ocurrir en los próximos meses. Es claro que hasta las elecciones presidenciales (octubre del año próximo) la depreciación nominal del peso será muy baja (¿5%?) y la inflación local mucho mayor que la inflación en Brasil (¿25% contra 5%?). Estos números implican una apreciación real de alrededor del 15% en un año (20 puntos porcentuales de diferencial de inflación, contrarrestados por 5 puntos porcentuales de devaluación local), apreciación que aumenta si Brasil devalúa (difícil, a pesar de las presiones de los industriales brasileños, por la fuerte entrada de dólares) y se reduce si el dólar sigue cayendo en Brasil. Si se diera el primer caso, en un año nos acercaríamos mucho al tipo de cambio real de 1996/1997, pero todavía estaríamos lejos del tipo de cambio real de 2001.
Es lógico que estas perspectivas inquieten a los metalúrgicos cordobeses, y que estén muy atentos a lo que ocurra en Brasil. No es fácil compensar apreciaciones del 15% anual con otras medidas, como aumentos de eficiencia o reducción de cargas impositivas.

lunes, 11 de octubre de 2010

¿Resiste la economía hasta las elecciones presidenciales de 2011?

Muchos economistas se equivocaron este año, cuando pronosticaron un bajo crecimiento o un freno de la economía producto del impacto de la inflación sobre el poder adquisitivo de los consumidores. No advirtieron que la recuperación económica desde mediados de 2009 seguía un patrón prácticamente idéntico a la recuperación del Efecto Tequila en 1995, la última recesión previa a la gran crisis de 2001 y 2002. Tampoco advirtieron que en los últimos 40 años, de 11 recesiones, en sólo 1 la reactivación se frenó antes de recuperar el nivel previo al inicio de la recesión. Y que, al estar la economía bastante indexada, este año los salarios no perdieron poder adquisitivo a pesar de la alta inflación.
Estas y otras consideraciones llevaron a la anticipación de lo que ocurriría este año, que hicimos en la edición de marzo del Informe Industrial, disponible en la página web de la Unión Industrial de Córdoba (para beneficio de quienes leyeron esos pronósticos y compraron cupones del PIB, que se valorizaron 100% desde entonces).
Pero esto ya es historia. La pregunta relevante ahora es si la reactivación económica puede continuar hasta las elecciones presidenciales del año próximo. La respuesta es sí. En primer lugar, la economía internacional seguramente será favorable para Argentina, en la medida en que Estados Unidos y Europa finalmente esquiven una doble recesión. En segundo lugar, contra lo que opinan muchos economistas, la industria argentina todavía no enfrenta cuellos de botella generalizados: la utilización de capacidad instalada está en niveles tales que, aún sin una sola inversión, permiten que la producción industrial crezca un 7.5% para recién llegar al máximo observado en la última década. Esto es, hay capacidad ociosa para al menos un año más de crecimiento industrial.
En tercer lugar, no hay señales de que el consumo se esté frenando. Todos los indicadores nominales (como las ventas de supermercados y de shoppings y la recaudación del impuesto al cheque) le vienen ganando a la inflación (es decir, crecen en términos reales), y esto tiene una explicación importante: los salarios siguen ganándole (trabajadores privados en blanco) o empatándole (trabajadores públicos) a la inflación, o perdiendo por muy poco (trabajadores privados en negro). Y esto puede seguir ocurriendo en los próximos meses. Aquí una digresión: esto da lugar a que algunos economistas opinen que mientras la inflación sea constante (y por lo tanto predecible), no genera impacto en la actividad económica y el empleo. Pero no hay que olvidar un argumento que debemos agradecer al economista sueco Axel Leijonhufvud: mantener constante una inflación del 25% requiere de la misma disciplina monetaria que mantener una inflación constante del 2%, pero un Banco Central que mantiene una inflación del 25% ya mostró que no tiene disciplina monetaria, con lo cual difícilmente logre mantenerla mucho tiempo en ese nivel.
En este escenario de continuidad de la recuperación, algo puede fallar. Lo más mencionado en estos días es la pérdida de confianza como consecuencia de medidas que desalientan la inversión. Esto puede bajar la demanda agregada, pero probablemente no alcance a frenar la recuperación económica, aunque sí pone en riesgo el crecimiento económico de 2012 en adelante.
De más impacto durante los próximos 12 meses será la pérdida de competitividad cambiaria. Es cierto que todavía tenemos algo de “colchón cambiario”: el tipo de cambio real tendría que caer un 21% con respecto a Brasil para llegar al nivel promedio de 1996-1997, antes de la devaluación brasileña de enero de 1999 que puso en jaque a la Convertibilidad. Pero es claro que ese “colchón cambiario” puede consumirse en muy pocos meses. Con un diferencial de inflación contra Brasil de entre 20 y 25 puntos porcentuales y una muy leve suba del dólar en Argentina que puede ser compensada por una suba igual o mayor en Brasil por las renovadas presiones de sus industriales, en un año podría perforarse el nivel de tipo de cambio real de 1996 y 1997. Muy lejos del tipo de cambio real alto de los últimos años, y muy peligroso para la continuidad de la recuperación industrial. Y peligroso también porque, si el tipo de cambio llega muy maltrecho a la campaña electoral, puede iniciar una fuga hacia el dólar en cobertura de una probable devaluación luego de la elección.
De todos modos, siempre es recomendable la cautela al momento de realizar pronósticos económicos. John Keynes, el más brillante economista del siglo XX, anticipó con precisión las consecuencias de las reparaciones impuestas a Alemania luego de la Primera Guerra Mundial. Pero diez años después pronosticó un período de dinero barato que haría que las empresas alrededor del mundo salieran adelante, los precios de las materias primas se recuperaran y los agricultores se encontraran en mejor forma. Y lo hizo un día después del crack bursátil que daría origen nada menos que a la Gran Depresión de los años 30. Una buena lección para quienes nos dedicamos a anticipar el futuro económico.

Artículo públicado en La Voz del Interior - Lunes 11 de octubre de 2010.

sábado, 9 de octubre de 2010

¿Por qué este blog de economía para no economistas?



Mi experiencia en el Instituto de Economía y Finanzas de la Facultad de Ciencias Económicas, con mi querido profesor Aldo Arnaudo, me sirvió para convencerme de que la curiosidad intelectual y la rigurosidad analítica son dos valores que siempre tienen que acompañar a un buen economista. Y mi experiencia en el Instituto de Investigaciones Económicas de la Bolsa de Comercio de Córdoba me hizo descubrir una actividad muy valiosa: la divulgación de temas económicos para audiencias de no economistas.
Fue en este último donde comencé a elaborar un informe mensual de coyuntura económica denominado Contexto Económico. Me generó mucho placer hacerlo, aunque no sé cuántos lectores habrá tenido (en aquel entonces, en lugar de estar colgado en la web de tal modo que quedara registrada la cantidad de descargas, se enviaba por mail, sin registro de cuántas personas realmente lo leían). De todos modos, al releerlo en la actualidad compruebo que lo escribiría de manera muy diferente, pero compruebo también que ya en ese entonces tenía bien presente que es posible transmitir análisis rigurosos en lenguaje simple, de tal modo que cualquier no economista pueda entender el mensaje.
Y luego incorporé un segundo informe, de rápida lectura y de periodicidad semanal, titulado Comentarios de Coyuntura Económica, que releído en la actualidad me generan la misma sensación de que ahora lo redactaría de manera diferente, mucho más directa y sintética, pero con el mismo espíritu de tratar de comunicar aspectos importantes de la economía, con rigurosidad analítica, y sin jerga ni tecnicismos innecesarios.
Fue en Comentarios de Coyuntura Económica del 22 de febrero de 2002, en medio de la incertidumbre sobre cuándo terminaría el desplome de la economía y hasta dónde llegaría el valor del dólar (con el pronóstico de un reconocido economista que tenía, en uno de sus escenarios posibles, un dólar a . . . 10 pesos!), cuando hice el análisis que llevaría al pronóstico más acertado que se haya hecho en ese entonces sobre lo que ocurriría con el dólar, que quedó registrado en la columna de opinión de mi amigo Juan Turello en la edición de La Voz del Interior del domingo 10 de marzo de 2002:
“Gastón Utrera, de la Bolsa de Comercio de Córdoba, le puso números a esos desajustes: calcula que el déficit rondará los 6.000 millones (el doble de lo previsto en el presupuesto 2002), a razón de unos 500 millones mensuales. Si el Banco Central emite esa cifra y otros 1.500 millones mensuales para cerrar el “goteo” en los bancos, el dólar cotizará a fin de año a 3,30 pesos, según esas proyecciones”.
El 31 de diciembre de 2002 el dólar cerró a $ 3,36. Todavía me impresiona releer la cita en aquella columna de Juan, pero seguramente no podré repetir un pronóstico de esas características. Por la impresionante precisión del pronóstico, y por la enorme incertidumbre que existía al momento de formularlo.
Si bien luego encaré otro tipo de proyectos, relacionados con la actividad empresarial y la investigación de mercados, nunca dejé de enseñar, dar conferencias, escribir artículos de opinión y dar entrevistas sobre temas de economía. Durante 2009 dirigí otro proyecto que tenía el espíritu de aquellos Comentarios de Coyuntura Económica, pero en un formato innovador ideado por mi socio Manuel San Pedro: el Monitor Económico que MKT publicó cada dos semanas en Punto a Punto. Fue ahí donde pronosticamos que no iba a haber una devaluación luego de las elecciones legislativas de junio, cuando había fuertes expectativas de que eso ocurriría (y finalmente no ocurrió); que la fuerte salida de capitales producida en los meses previos a la elección seguramente se reduciría durante los meses posteriores, cuando quienes se posicionaban en dólares se convencieran de que no habría devaluación (como efectivamente ocurrió); que la recuperación económica podía no estar lejos, dos meses antes de que las estadísticas de nivel de actividad lo confirmaran.
Y en marzo de este año, cuando la mayoría de los economistas pronosticaba un crecimiento de entre 3% y 4% durante 2010, en el Informe de Actividad Industrial que dirijo para la Unión Industrial de Córdoba (disponible en su página web, dentro del Centro de Estudios Económicos) ya planteábamos que esos pronósticos se quedarían cortos, dado que con sólo mantenerse el nivel de actividad de aquel entonces, el año cerraría un 4.4% por encima del nivel de 2009. Eso implicaba que la economía crecería este año entre el 4.4% y el 8%, cifra que pareció descabellada a muchas personas (el periodista Rubén Salthú reconoció, en una entrevista en agosto de este año, que cuando le mencioné estas cifras al aire en febrero, pensó que estaba loco), pero que hoy todo el mundo reconoce como altamente probable. De hecho, cuando las expectativas de mercado se fueron acomodando a lo que fueron mostrando los números en los meses siguientes, los cupones del PIB “volaron”, con una revalorización del 100% hasta octubre.
En este contexto, de análisis rigurosos comunicados en lenguaje simple que terminaron mostrando su pertinencia y utilidad (omito deliberadamente los pronósticos menos impresionantes, o directamente fallidos, que afortunadamente no vienen al caso), surgieron distintas demandas de cursos y conferencias de economía para no economistas, actividades de cuya utilidad estoy totalmente convencido. La profesión económica tiene un historial no muy satisfactorio en cuanto a la divulgación de temas económicos para públicos no especializados pero muy interesados en estos temas, y creo fervientemente que esto no tiene por qué ser así. Comentarios de Coyuntura Económica, el Monitor Económico y el Informe de Actividad Industrial son ejemplos concretos de que la rigurosidad analítica puede convivir perfectamente con la simpleza expositiva. Pero creo que no alcanzan.
En efecto, diariamente me encuentro con preguntas interesantes que merecen respuestas interesantes. ¿Se frenará la recuperación económica por cuellos de botella en la producción? ¿Cuál debería ser el tipo de cambio para recuperar la competitividad cambiaria de 2006 o 2007? ¿Es probable que la inflación actual frene la recuperación económica por su impacto sobre el poder adquisitivo de los consumidores? ¿Aumentará la inflación luego de la revisión del Programa Monetario del BCRA? ¿Tiene futuro la industria metalúrgica en Córdoba? ¿Se está frenando la actividad de la construcción cordobesa? Entre muchas otras preguntas. Responderlas a medida que van surgiendo requiere de una herramienta más inmediata de difusión. Por eso este blog.
Difícilmente pueda replicar un pronóstico como el de los $ 3,30 para el dólar a fines de 2002 de Comentarios de Coyuntura Económica. El propio John Keynes, luego de su impresionante pronóstico sobre las consecuencias de las reparaciones impuestas a Alemania luego de la Primera Guerra Mundial erró totalmente en su pronóstico sobre lo que ocurriría luego de la caída bursátil que dio origen a la Gran Depresión de los 30. Con suerte podré responder algunas preguntas interesantes y anticipar algunos fenómenos, como los anticipados en el Monitor Económico y el Informe de Actividad Industrial. Pero con seguridad lo que escriba será bajo la lógica de que la economía tiene cosas interesantes para decir, aplicando la curiosidad intelectual y rigurosidad analítica que siempre tiene que acompañar a un buen economista, y comunicándolas en lenguaje simple, sin jerga ni tecnicismos innecesarios, como creo tiene que hacer un verdadero economista.
Bienvenido a este blog de economía para no economistas.