Una política de tipos de cambio múltiples genera distintos efectos.
Puede tener un impacto fiscal positivo (negativo) cuando el tipo de cambio
promedio de venta (el que pagan los importadores) es mayor (menor) que el de
compra (el que reciben los exportadores).
Funciona como un sistema de subsidios e impuestos que alientan o
desalientan distintas actividades productivas, favoreciéndose los sectores con
tipo de cambio alto para sus productos (exportables o que compiten con
importaciones) y tipo de cambio bajo para sus insumos. Esta suele la motivación
principal, y de hecho se ajusta a la postura de Kicillof. Al menos es lo que
escribió en un informe del CEDNA antes de ser funcionario.
Suele utilizarse como un mecanismo para hacer frente a shocks externos
negativos y transitorios, como ocurrió en casi todo el mundo durante la Gran
Depresión. Ante un repentino deterioro de las cuentas externas, es recomendable
evitar el ajuste utilizando reservas; con reservas insuficientes, es
recomendable obtener financiamiento externo (el objetivo que dio origen al
FMI); sin suficiente financiamiento externo puede justificarse la utilización
de tipos de cambios múltiples.
Pero esta justificación implica una medida transitoria, en situaciones
muy concretas. Cuando en realidad los desequilibrios externos son consecuencia
de políticas macroeconómicas imprudentes, lo óptimo no es utilizar tipos de
cambios múltiples, sino corregir esas políticas.
El contexto actual de políticas inflacionarias, que tienden a impactar
negativamente sobre la competitividad y, por lo tanto, sobre las cuentas
externas, no requiere de tipos de cambios múltiples, lo que llevaría a un tipo
de cambio comercial seguramente sobrevaluado y un tipo de cambio financiero distanciándose
cada vez más. Y una brecha cambiaria grande implica fuertes distorsiones en los
precios relativos, grandes incentivos a perforar controles y comprar dólares
baratos para venderlos caros, y terreno fértil para la discrecionalidad y la
corrupción.
Hace algunos meses, la Presidenta dijo que no esperáramos políticas de
este tipo. Pero, si tenemos en cuenta que hace pocas semanas dijo que los
acuerdos de precios no sirven para nada, y hoy tenemos acuerdos de precios,
aquella declaración sirve de poco a los fines de anticipar lo que puede
ocurrir. Tal vez el viernes, en el discurso de apertura de sesiones ordinarias
del Congreso, tengamos algún indicio sobre qué puede ocurrir.