Un blog de economía para no economistas

"Ojalá te toque vivir tiempos interesantes", reza una maldición china. Los argentinos sufrimos la maldición de vivir en una economía "interesante". Por eso tenemos que saber más de economía que en otros países.

Para enfrentar la maldición de vivir en una economía "interesante", en este blog encontrarás comentarios, análisis y estadísticas sobre la economía argentina, sin jerga económica innecesaria ni tecnicismos, con rigurosidad analítica pero simpleza en la exposición.

lunes, 21 de febrero de 2011

La venta de inmuebles a todo ritmo

El mercado inmobiliario de Córdoba cerró 2010 a todo ritmo. El Índice de Venta de Inmuebles en Córdoba que elabora MKT para la CEDUC, tuvo un fuerte incremento en diciembre, alcanzando un nivel un 35% superior al registrado al inicio de la medición, en mayo de 2010. Es probable que parte de este incremento se deba a una cuestión estacional, es decir, a que en cada año durante diciembre se realicen sistemáticamente más transacciones inmobiliarias que durante el resto del año, aunque según los desarrollistas esto no sucede de manera tan marcada.
De todos modos, no es extraño que este indicador de la CEDUC haya recuperado ritmo a final del año, ya que con la economía pasó algo parecido. La actividad económica general creció muy aceleradamente entre enero y abril de 2010, a una tasa promedio del 1% mensual, desaceleró su marcha entre abril y octubre, creciendo al 0.2% mensual y aceleró nuevamente a final de año, creciendo al 0.5% mensual. El Índice de la CEDUC arrancó en mayo, con lo cual sus primeros meses coincidieron con la desaceleración de la economía, y probablemente por eso no mostró una tendencia definida hasta final de año, cuando toda la economía se reactivó, incluyendo el sector de la construcción.
Un rubro muy importante dentro de este crecimiento de las ventas inmobiliarias fue el de las ventas de departamentos con sistemas de ahorro y financiación, que explican 20 de los 35 puntos porcentuales de incremento en el Índice. Es muy probable que esta evolución de las ventas financiadas continúe fuertemente durante este año, dada la mayor oferta de productos de estas características actualmente en el mercado, actuando incluso como amortiguador del menor ritmo de ventas que puede producirse durante los meses previos a la elección presidencial si aumenta el posicionamiento en dólares, como creo que ocurrirá. Y es probable también que estas ventas financiadas continúen durante los próximos años, dada la imposibilidad de un mercado de crédito hipotecario desarrollado en un contexto de alta inflación.
Volviendo al comienzo no podemos estar seguros de cuánto del incremento de diciembre es crecimiento genuino de las ventas y cuánto es simplemente una cuestión estacional. Si, como sospechamos, al menos parte del incremento observado es crecimiento genuino, en el marco de una economía que retomó velocidad en los últimos meses, deberíamos ver en los datos de enero, a publicar en los próximos días, niveles de ventas iguales o superiores a mayo, siendo que enero es seguramente el mes de menores ventas en el año.

domingo, 13 de febrero de 2011

Entrevista en el Puntal

Hoy publicó el Puntal la siguiente entrevista que me hizo Luis Zegarra, sobre las perspectivas económicas para este año:

“La economía seguirá creciendo, pero quedan problemas sociales por resolver”
El economista Gastón Utrera cree que las perspectivas para la Argentina son muy buenas y estima otro año de crecimiento. No obstante, advierte que el modelo en vigencia tiene varias limitaciones, especialmente por un proceso inflacionario al cual favorece con sus medidas
Pa­ra el eco­no­mis­ta cor­do­bés Gas­tón Utre­ra, en el 2011 los in­di­ca­do­res que mi­den la ac­ti­vi­dad eco­nó­mi­ca del país con­ti­nua­rán en al­za. Se­gún es­ti­ma, la eco­no­mía cre­ce­rá en­tre el 5 y el 8 por cien­to, apro­ve­chan­do el arras­tre es­ta­dís­ti­co de 2010 y un con­tex­to in­ter­na­cio­nal muy fa­vo­ra­ble. De igual ma­ne­ra, cree que la ges­tión de Cris­ti­na Kirch­ner con­ti­nua­rá im­ple­men­tan­do una se­rie de me­di­das que alien­tan al con­su­mo, equi­pa­ran­do los sa­la­rios con la in­fla­ción.
Pe­ro pre­ci­sa­men­te el al­za de los pre­cios es uno de los pro­ble­mas que el go­bier­no de­be­rá afron­tar, lue­go de va­rios años de po­lí­ti­cas que la im­pul­san. Jun­to a ello, la de­va­lua­ción de la mo­ne­da se­rá otra de las de­ci­sio­nes a to­mar pa­ra evi­tar la pér­di­da de com­pe­ti­ti­vi­dad. Cla­ro es­tá, ta­les ajus­tes, im­po­pu­la­res, no se­rán eje­cu­ta­dos has­ta des­pués de las elec­cio­nes pre­si­den­cia­les.
En diá­lo­go con PUN­TAL, el tam­bién em­pre­sa­rio sos­tie­ne que mu­chos de los dis­cur­sos ofi­cia­lis­tas so­bre los pro­ble­mas eco­nó­mi­cos son “un dis­pa­ra­te” y que pe­se a los in­di­ca­do­res po­si­ti­vos aún hay mu­chas de­man­das so­cia­les irre­suel­tas.

En­tre el 5 y el 8 por cien­to
Pa­ra Utre­ra, las pers­pec­ti­vas per­mi­ten pro­nos­ti­car otro año de cre­ci­mien­to eco­nó­mi­co, no ya su­pe­rior al 8 por cien­to, co­mo ocu­rrie­se en 2010, si­no en un ran­go en­tre el 5 y el 8 por cien­to.
“Es muy di­fí­cil que la eco­no­mía de­je de cre­cer o en­tre en re­ce­sión du­ran­te 2011. Hay un con­tex­to in­ter­na­cio­nal ex­tre­ma­da­men­te fa­vo­ra­ble, que me­jo­ró des­de sep­tiem­bre, con su­bas im­por­tan­tes en los pre­cios de las com­mo­di­ties, ta­sas de in­te­rés muy ba­jas y Bra­sil y Chi­na cre­cien­do fuer­te­men­te. Hay que ha­cer las co­sas muy mal pa­ra cor­tar el pro­ce­so de cre­ci­mien­to. Ade­más, el año arran­ca con un ni­vel de ac­ti­vi­dad lo su­fi­cien­te­men­te al­to co­mo pa­ra que, aún es­tan­cán­do­se, cie­rre ca­si 3 por cien­to arri­ba de 2010. Ese es el arras­tre es­ta­dís­ti­co. Es­ta­mos en un ni­vel tal que, con só­lo man­te­ner­lo, ya el año va a ter­mi­nar arri­ba del an­te­rior. Pa­ra cre­cer me­nos del 3 por cien­to la ac­ti­vi­dad eco­nó­mi­ca tie­ne que caer du­ran­te el res­to del año. Cre­cien­do so­lo la mi­tad de lo que cre­ci­mos en 2010, el año cie­rra con 5 por cien­to de cre­ci­mien­to”, in­di­ca Utre­ra.
Y aña­de: “A es­te con­tex­to se le agre­gan po­lí­ti­cas fis­ca­les y mo­ne­ta­rias que van a ser ex­pan­si­vas en un año elec­to­ral. Eso le agre­ga com­bus­ti­ble a la ac­ti­vi­dad eco­nó­mi­ca”. Pe­se al pa­no­ra­ma op­ti­mis­ta, Utre­ra ad­vier­te la exis­ten­cia de dos fac­to­res que po­drían po­ner un fre­no al cre­ci­mien­to, aun­que con un im­pac­to li­mi­ta­do, sin pro­vo­car una caí­da en la te­mi­da re­ce­sión.
“Por un la­do, hay que aten­der la com­pe­ti­ti­vi­dad cam­bia­ria. Con un dó­lar plan­cha­do de acá a las elec­cio­nes, y con in­fla­ción en­tre el 25 y el 30 por cien­to, la pér­di­da de com­pe­ti­ti­vi­dad se­rá im­por­tan­te. Al fi­nal de 2010 el ti­po de cam­bio se­guía sien­do bas­tan­te bue­no pa­ra el con­jun­to de la eco­no­mía. Pe­ro la fo­to que ten­dre­mos a fin de es­te año ya no se­rá tan bue­na por efec­to de la in­fla­ción. Y eso im­pac­ta ne­ga­ti­va­men­te en al­gu­nos sec­to­res in­dus­tria­les que pier­den com­pe­ti­ti­vi­dad”, ex­pli­ca.
“El se­gun­do fac­tor que ten­drá un efec­to ne­ga­ti­vo, aun­que tran­si­to­rio, es una even­tual fu­ga de ca­pi­ta­les o po­si­cio­na­mien­to en dó­la­res, que pue­da ocu­rrir en los me­ses pre­vios a la elec­ción. Es­to ya ocu­rrió en los me­ses pre­vios a la elec­ción de 2009, cuan­do hu­bo una fuer­te sa­li­da de ca­pi­ta­les por te­mor a que lue­go ocu­rrie­se una de­va­lua­ción, al­go que no era tan jus­ti­fi­ca­do. Aho­ra es más ra­zo­na­ble que ocu­rra por­que es más pro­ba­ble que des­pués de la elec­ción, es­te go­bier­no o el que le si­ga ten­ga que ha­cer al­go con el ti­po de cam­bio por­que va a lle­gar con una pér­di­da de com­pe­ti­ti­vi­dad im­por­tan­te” con­clu­ye.

Las deu­das del cre­ci­mien­to
Co­mo otras vo­ces, Utre­ra re­mar­ca que el mo­de­lo po­lí­ti­co eco­nó­mi­co apli­ca­do por el go­bier­no aún no ha rea­li­za­do re­for­mas pro­fun­das en la dis­tri­bu­ción de la ri­que­za pe­se a la se­gui­di­lla de años con cre­ci­mien­to eco­nó­mi­co.
-En su blog ha es­cri­to que en los úl­ti­mos me­ses han que­da­do muy ex­pues­tos los lí­mi­tes del mo­de­lo eco­nó­mi­co que sos­tie­ne el Go­bier­no. ¿Cuá­les son las deu­das so­cia­les que le se­ña­la?
-A pe­sar de dis­fru­tar de un con­tex­to in­ter­na­cio­nal ab­so­lu­ta­men­te ex­cep­cio­nal te­ne­mos un por­cen­ta­je al­to de po­bre­za, en­tre el 20 y el 30 por cien­to, de­pen­dien­do quién lo mi­da. En un con­tex­to in­ter­na­cio­nal tan fa­vo­ra­ble, que no lo­gre­mos ba­jar a un dí­gi­to los ni­ve­les de po­bre­za, que ten­ga­mos to­mas de tie­rras por fal­ta de vi­vien­das, que afron­te­mos pro­ble­mas se­rios de edu­ca­ción y de sa­lud, to­do eso in­di­ca que es­ta­mos per­dien­do opor­tu­ni­da­des. Y si no po­de­mos me­jo­rar en esos as­pec­tos so­cia­les aho­ra, de­fi­ni­ti­va­men­te no va­mos a po­der ha­cer­lo si el con­tex­to in­ter­na­cio­nal de­ja de ser tan fa­vo­ra­ble. Hay to­da una agen­da de pro­ble­má­ti­cas so­cia­les que va­mos a te­ner que re­sol­ver y que no se pue­den cam­biar de un día pa­ra el otro.
-Des­de lo dis­cur­si­vo, es­te go­bier­no ase­gu­ra ha­ber to­ma­do me­di­das que apun­tan a la re­dis­tri­bu­ción del in­gre­so. Por ca­so, la asig­na­ción uni­ver­sal por hi­jo.
-Al con­tra­rio. No se sos­tie­ne el dis­cur­so de re­dis­tri­bu­ción cuan­do es­tás de­di­can­do en­tre 30 y 40 mil mi­llo­nes de pe­sos pa­ra sub­si­diar los con­su­mos de cla­se me­dia y al­ta, cuan­do sub­si­diás gas na­tu­ral, mien­tras que el po­bre pa­ga ga­rra­fas ca­rí­si­mas. El dis­cur­so dis­tri­bu­cio­nis­ta tam­po­co se sos­tie­ne con una in­fla­ción del 25 por cien­to anual. En bue­na ho­ra que den sub­si­dios en la for­ma de asig­na­ción uni­ver­sal, pe­ro ese ti­po de me­di­das só­lo con­tra­rres­tan un pro­ble­ma de po­bre­za. Ob­via­men­te que peor se­ría no dar sub­si­dios, pe­ro no es la so­lu­ción ideal. Lo óp­ti­mo es to­mar me­di­das pa­ra no te­ner in­fla­ción y rea­li­zar re­for­mas e in­ver­sio­nes que me­jo­ren la sa­lud, la edu­ca­ción, que au­men­ten las po­si­bi­li­da­des de que la gen­te ten­ga em­pleo y de ca­li­dad.

Pro­ble­ma, sin co­lap­so a la vis­ta
En su des­crip­ción, el pro­fe­sor uni­ver­si­ta­rio po­ne én­fa­sis en la exis­ten­cia de un pro­ble­ma se­rio que, sin lle­gar ser cau­sal de pá­ni­co, de­be­rá ser co­rre­gi­do por el Go­bier­no an­tes que sus con­se­cuen­cias sean aún más per­ju­di­cia­les: la in­fla­ción.
“Una in­fla­ción del 25 por cien­to, co­mo ce­rró el año pa­sa­do, no es de­ma­sia­do al­ta en tér­mi­nos his­tó­ri­cos pa­ra Ar­gen­ti­na, por­que he­mos te­ni­do pe­río­dos de muy al­ta in­fla­ción, in­clu­so hi­pe­rin­fla­ción; pe­ro es muy al­ta en tér­mi­nos in­ter­na­cio­na­les: Eu­ro­pa y Es­ta­dos Uni­dos tie­nen un 2 por cien­to, Bra­sil tie­ne po­co más del 5. Con 25 por cien­to te­ne­mos una di­fe­ren­cia que, pa­ra no per­der com­pe­ti­ti­vi­dad, hay que cu­brir con de­pre­cia­ción de nues­tra mo­ne­da. En los úl­ti­mos años, par­te de ese di­fe­ren­cial se ha com­pen­sa­do por la apre­cia­ción de otras mo­ne­das, que es co­mo si no­so­tros hu­bié­ra­mos de­va­lua­do. Eso se es­tá aca­ban­do por­que el di­fe­ren­cial de in­fla­ción ya es muy al­to”, ad­vier­te.
A pe­sar de ta­les se­ña­les, Utre­ra de­sa­cre­di­ta los te­mo­res so­bre una es­ca­la­da in­fla­cio­na­ria que con­clu­ya en hi­pe­rin­fla­ción, es­tig­ma vi­gen­te des­de fi­nes de la dé­ca­da del 80.
“To­da­vía es­ta­mos muy le­jos de una hi­per. Si uno ana­li­za la his­to­ria eco­nó­mi­ca ar­gen­ti­na hu­bo só­lo 10 epi­so­dios en los cua­les la in­fla­ción pa­só el um­bral de 30 por cien­to anual, y en só­lo una oca­sión se ter­mi­nó en una hi­pe­rin­fla­ción. En los otros 9 epi­so­dios la in­fla­ción vol­vió, en po­co tiem­po, a ba­jar del 30 por cien­to. Lo que sí es cla­ro es que es­te año el go­bier­no no va a ha­cer ab­so­lu­ta­men­te na­da pa­ra ba­jar la in­fla­ción. No tie­ne nin­gún in­cen­ti­vo pa­ra ha­cer­lo”, in­di­ca.
Den­tro de las crí­ti­cas di­ri­gi­das al Go­bier­no na­cio­nal por la con­cep­ción de una po­lí­ti­ca ma­croe­co­nó­mi­ca que fa­vo­re­ce el cre­ci­mien­to de la in­fla­ción, Utre­ra des­ti­na un ca­pí­tu­lo muy im­por­tan­te al rol que de­sem­pe­ña el Ban­co Cen­tral de la Re­pú­bli­ca Ar­gen­ti­na (BCRA). Al res­pec­to, ase­gu­ra que, ya des­de la ges­tión de Mar­tín Re­dra­do, di­cha en­ti­dad se ha ale­ja­do de las fun­cio­nes que le co­rres­pon­den en la po­lí­ti­ca mo­ne­ta­ria.
“Lo que vie­ne ha­cien­do el Ban­co Cen­tral jue­ga a fa­vor de que ha­ya más in­fla­ción. Tie­ne una po­lí­ti­ca de emi­tir mu­cho di­ne­ro pa­ra com­prar dó­la­res y man­te­ner el ti­po de cam­bio. Esa es la raíz de la in­fla­ción que lle­va años con dos dí­gi­tos. A lo que se su­mó la emi­sión adi­cio­nal pa­ra pres­tar­le al Te­so­ro Na­cio­nal, al­go que va a se­guir es­te año. To­do eso ha­ce que la emi­sión de di­ne­ro es­té au­men­tan­do al­re­de­dor del 30 por cien­to anual, lo que ha­ce im­po­si­ble te­ner una in­fla­ción de un so­lo dí­gi­to. A me­nos que es­tu­vie­ra cre­cien­do enor­me­men­te la de­man­da de di­ne­ro, co­sa que no ocu­rre”, afir­ma.
Y am­plía: “El Ban­co Cen­tral es­tá per­dien­do cre­di­bi­li­dad por­que in­cum­ple sus com­pro­mi­sos. Eso es im­por­tan­te por­que lue­go es más di­fí­cil ba­jar la in­fla­ción. El año pa­sa­do in­cum­plió las me­tas del pro­gra­ma mo­ne­ta­rio, emi­tien­do mu­cho más de lo que ha­bía es­ta­ble­ci­do co­mo ob­je­ti­vo. Ade­más, ya abrió el pa­ra­guas pa­ra emi­tir más du­ran­te 2011, por­que el nue­vo pro­gra­ma mo­ne­ta­rio no in­clu­ye me­tas tri­mes­tra­les, si­no una me­ta pa­ra el 31 de di­ciem­bre. Por úl­ti­mo, se es­tán to­man­do me­di­das que son in­con­sis­ten­tes en­tre sí. Por ejem­plo, an­te los pro­ble­mas por la fal­ta de efec­ti­vo, ha pen­sa­do al­gu­nos me­ca­nis­mos pa­ra in­cen­ti­var el uso de tar­je­tas de cré­di­to y dé­bi­to. Pe­ro así van a agra­var el pro­ble­ma in­fla­cio­na­rio, por­que va­mos a es­tar de­man­dan­do me­nos di­ne­ro”.

“Todo el discurso sobre la inflación es disparatado”
-Ha­ce es­ca­sos días, el mi­nis­tro de Eco­no­mía, Ama­do Bou­dou, di­jo que en 2011 la in­fla­ción vol­ve­ría a es­tar en un dí­gi­to.
-Eso es un dis­pa­ra­te. Mu­chas de las co­sas que di­ce Bou­dou son un dis­pa­ra­te. El pro­pio go­bier­no es­tá ha­blan­do de au­men­tos de suel­dos de un 20 por cien­to. ¿Có­mo va a ha­cer Bou­dou pa­ra te­ner una in­fla­ción de un dí­gi­to con au­men­tos sa­la­ria­les del 20 por cien­to? Tam­bién fue un dis­pa­ra­te de­cir que la in­fla­ción era una preo­cu­pa­ción só­lo de las cla­ses al­tas y me­dias. En 2010 han au­men­ta­do mu­cho más los pre­cios de los ali­men­tos que los de los otros bie­nes. Y eso cas­ti­ga a quie­nes de­di­can una ma­yor pro­por­ción de su in­gre­so al ali­men­to. Pe­ro ade­más, cuan­to me­nos re­cur­sos tie­ne la gen­te, me­nos he­rra­mien­tas tie­ne pa­ra de­fen­der su li­qui­dez de la in­fla­ción. Un po­bre lo úni­co que tie­ne son pe­sos en el bol­si­llo y pier­de con­tra la in­fla­ción. Al­guien de ma­yo­res in­gre­sos tie­ne al­ter­na­ti­vas de man­te­ner li­qui­dez, co­mo un de­pó­si­to en pla­zo fi­jo.
Tam­bién es un dis­pa­ra­te lo que di­jo de que hay dis­per­sión de pre­cios por­que no tie­ne na­da que ver con la in­fla­ción: pue­de ha­ber pre­cios di­fe­ren­tes en dis­tin­tos lu­ga­res, pe­ro eso no ex­pli­ca por qué to­dos los pre­cios su­ben. Es tam­bién dis­pa­ra­ta­do lo que di­ce Mer­ce­des Mar­có del Pont cuan­do expresa que el Ban­co Cen­tral no tie­ne na­da que ver con la in­fla­ción. Ella de­be res­pe­tar la car­ta or­gá­ni­ca, que di­ce que es mi­sión pri­ma­ria del Ban­co Cen­tral pre­ser­var el va­lor de la mo­ne­da. Si con­si­de­ra otra co­sa, es­tá in­cum­plien­do su man­da­to. Es­to no es nue­vo. Ya Mar­tín Re­dra­do de­cía lo mis­mo: que la in­fla­ción no era un pro­ble­ma del BCRA. En de­fi­ni­ti­va, to­do el dis­cur­so del Go­bier­no na­cio­nal res­pec­to de la in­fla­ción es dis­pa­ra­ta­do.
El link de la nota aquí.

miércoles, 9 de febrero de 2011

¿Cuánto tendrá que devaluar el próximo Gobierno?

Esta es probablemente la pregunta económica que más escucharemos durante los próximos 10 meses. Cuál debería ser la magnitud de la devaluación determinará en parte cuánto querrá devaluar el próximo Gobierno. Y las expectativas sobre cuánto querrá devaluar el próximo Gobierno determinarán cuál será la magnitud de la fuga de capitales que puede producirse durante los meses previos a la elección presidencial. Y esto influirá sobre las tasas de interés, el consumo y la actividad económica. Por todo esto, se trata de una pregunta muy relevante.
El primer paso para responder esta pregunta es analizar cómo está la competitividad cambiaria, y cómo ha evolucionado en los últimos años. El siguiente gráfico muestra el tipo de cambio real con Brasil (combinación de tipo de cambio nominal con Brasil con inflación en Brasil e inflación en Argentina) presentado de un modo no tradicional. Los datos están presentados de tal modo que en cada mes podemos ver cuál debería ser hoy el tipo de cambio para alcanzar la competitividad cambiaria del mes en cuestión. Por ejemplo, para noviembre de 2007 este indicador es igual a $ 5. Esto significa que hoy el tipo de cambio debería ser de $ 5 por dólar para que la competitividad cambiaria contra Brasil alcanzara el nivel que tenía en noviembre de 2007. Y para diciembre de 2001, este indicador es igual a $ 2. Esto significa que, para alcanzar la muy baja competitividad cambiaria de ese mes, el tipo de cambio hoy tendría que bajar a $ 2.


El promedio de esta variable para el año 2006, un año de tipo de cambio real muy alto con Brasil, es de $ 4.80 por dólar. Esto significa que, con los precios actuales en Argentina y en Brasil, hoy el tipo de cambio tendría que ser de $ 4.80 por dólar para alcanzar la competitividad del año 2006. Esto implicaría una devaluación del 20%.
Se trata de una devaluación importante, aunque seguramente no será necesario recuperar un nivel de competitividad tan alto como el de 2006. Es decir, con 10% o 15% de devaluación volveríamos a tener un tipo de cambio alto. Pero el problema es que esta variable seguramente irá aumentando por efecto de la mayor inflación en Argentina con respecto a Brasil. Con inflación de 25% anual en Argentina y de poco más del 5% en Brasil, hay 20 puntos de diferencial de inflación a compensar con depreciación acá, apreciación en Brasil o una combinación de ambas. Con que Brasil aprecie 5% y nosotros depreciemos 5% (pasando a $ 4.20), la pérdida de competitividad este año sería de sólo 10%, con lo cual el próximo Gobierno arrancaría con una necesidad de devaluación de entre 20% y 25%. Y esta necesidad de devaluación aumentaría si aumenta la inflación local y/o si devaluamos menos del 5% hasta las elecciones y/o si Brasil impide que se aprecie su moneda o, peor, logra depreciarla.
Cada año, el modelo económico relevante para analizar las perspectivas económicas debería ser diferente, no porque cambien las leyes de funcionamiento de la economía, sino porque en distintos momentos, distintos fenómenos tienen diferente importancia. En los 80 había que estar atentos al déficit fiscal, que determinaba la inflación e impactaba fuertemente sobre el resto de la economía; en 2001 teníamos que estar atentos al riesgo país, ya que cuando aumentaba, aumentaban las tasas de interés y se frenaba la economía; en 2002 teníamos que estar atentos al goteo de depósitos del “corralón”, porque determinaba cuánto tenía que emitir el BCRA para prestarle a los bancos. Este año tendremos que estar muy atentos a la competitividad cambiaria, para tratar de anticipar qué movimiento de tipo de cambio hará el próximo Gobierno.

martes, 8 de febrero de 2011

La falacia de la inflación por expectativas

Hoy publica La Voz del Interior la columna de un economista que plantea que es acertada la disposición de Moreno de pedirle explicaciones metodológicas a las consultoras privadas que miden la inflación. Argumenta que las consultoras que miden inflación generan expectativas inflacionarias que luego se convalidan, con lo cual se trata de una actividad que debería ser regulada, como ocurre con las regulaciones a industrias contaminantes, controles de velocidad o estándares para obras en construcción.
En esa columna, el autor propone el ejercicio de imaginar un Gobierno que pretende una inflación del 3% e imaginar que se filtra un informe de una consultora privada que predice 10% de inflación. Supone que la publicación de ese informe puede hacer que las expectativas de inflación suban al 10%, produciendo un incremento de salarios por encima de la inflación, lo que genera una recesión, a menos que el gobierno emita dinero suficiente para que la inflación sea del 10%, convalidando así las expectativas generadas por este supuesto informe. Llega así a la hipótesis de expectativas auto cumplidas: el informe genera expectativas de inflación del 10% y finalmente se produce una inflación del 10%. El argumento parece bueno, pero . . . las expectativas de mercado no se generan de ese modo. No es razonable suponer que la inflación salta del 3% al 10% sólo porque “se filtra en la prensa la estimación de una consultora privada”.
De entrada el autor mezcla dos cosas bien diferentes: hace referencia a la medida dispuesta por Moreno para que las consultoras que miden la inflación le digan cómo lo hacen, pero centra todo su argumento sobre la generación de pronósticos sobre inflación. Son dos cosas totalmente distintas. Si su argumento fuera correcto, debería regularse la actividad de realización de pronósticos económicos, pero no la actividad de generación de estadísticas económicas. Pero su argumento no es correcto.
Es una exageración equiparar la actividad de consultores económicos a actividades reguladas por el Estado, argumentando que los consultores económicos producen con sus pronósticos un perjuicio social al generar expectativas auto cumplidas. Uno de los más reconocidos e influyentes consultores económicos de Argentina pronosticó en 2002 un dólar a $ 10, y el dólar cerró ese año a $ 3.36. Nada más lejos de una profecía autocumplida. Ni hablar de la hiperinflación que ocurriría al salir de la Convertibilidad, según predijo hasta el cansancio un reconocido profesor del CEMA, o la recesión que un conocido economista con columnas en La Nación viene anunciando sin éxito desde hace tiempo (sigue pronosticando un “tsunami económico” que, por supuesto, nunca llega). Ninguno de estos pronósticos se auto cumplió. Parece que los pronósticos auto cumplidos a que hace referencia el autor de la columna son menos frecuentes de lo que él cree.
A esta exageración, el autor trata de sustentarla con un ejemplo que lamentablemente no se condice con la realidad que pretende explicar. Supone un Gobierno que no quiere generar inflación, y un público que tiene expectativas injustificadas. Por el contrario, en Argentina 2011 hay un Gobierno que genera inflación, intenta ocultarla y pierde credibilidad al incumplir el Programa Monetario del BCRA. El supuesto de que el Gobierno no genera expectativas inflacionarias y sí lo hacen las consultoras privadas no se condice con lo que está ocurriendo.
Más irreal aún en este ejemplo es el supuesto de que la simple filtración de un informe de una consultora dispara expectativas inflacionarias. El mundo no funciona así. Ninguna consultora tiene ese poder de influencia. Ningún país tiene inflación de dos dígitos simplemente porque a una consultora se le ocurrió difundir un pronóstico equivocado.
Lo paradójico es que el autor plantea esta hipótesis de consultoras privadas generando profecías auto cumplidas de inflación justo cuando la evidencia muestra que esto no está ocurriendo. En efecto, las expectativas inflacionarias han estado por encima del 30% durante 2010 según el indicador que elabora la Universidad Torcuato Di Tella, pero ninguna consultora privada ha estimado una inflación mayor al 26%. Si las consultoras privadas estuvieran traccionando las expectativas inflacionarias, sus estimaciones deberían ser mayores a estas expectativas. Pero ocurre exactamente lo contrario.
Pongamos a las expectativas inflacionarias en su lugar. Son un factor muy importante en el proceso de inercia inflacionaria, pero no un factor generador de inflación (ver el post “Para qué sirve un pacto social”). Y si fuera cierto lo que plantea el autor de la columna cuando dice que “es deber del Gobierno controlar cómo se generan las expectativas”, el Gobierno debería comenzar por restablecer la credibilidad de los indicadores de inflación, plantear una política seria de estabilización y cumplir con los Programas Monetarios del BCRA. Con el Gobierno haciendo lo contrario, es insólito pensar que quienes generan expectativas inflacionarias son las consultoras que tratan de medir la inflación. Y es paradójico que quien dispone regulaciones para la actividad de medición de inflación es el mismo funcionario que hizo viable este negocio.