Un blog de economía para no economistas

"Ojalá te toque vivir tiempos interesantes", reza una maldición china. Los argentinos sufrimos la maldición de vivir en una economía "interesante". Por eso tenemos que saber más de economía que en otros países.

Para enfrentar la maldición de vivir en una economía "interesante", en este blog encontrarás comentarios, análisis y estadísticas sobre la economía argentina, sin jerga económica innecesaria ni tecnicismos, con rigurosidad analítica pero simpleza en la exposición.

miércoles, 29 de junio de 2011

¿Están endeudadas en exceso las familias argentinas?

El título principal de la portada de la edición de hoy de La Voz del Interior es Cada asalariado les debe a bancos y tarjetas $ 9,722. Se trata de un dato que, por sí solo, no dice demasiado. Pero en el texto de la nota, dice “. . . el stock de préstamos al consumo representa el 21.8 por ciento de la masa salarial, un ratio que se mantiene estable en los últimos tres años. Para la consultora abeceb.com, esto es un indicador de que la capacidad de endeudamiento de las familias ya llegó al techo. La situación explicaría en parte el freno al consumo que los comercios acusan desde mayo”. Y esto da lugar a una columna titulada “Hay que desarmar la ruta de la deuda”. Creo que se trata de una interpretación equivocada de los números citados.
Pero no es sólo error de La Voz. El Cronista, especializado en economía, dice, citando el mismo informe: “El desenfrenado consumo en cuotas de los argentinos parece haber encontrado un freno. El creciente endeudamiento que fueron contrayendo en los años siguientes a la crisis de 2008 ya está arrojando los primeros indicios de agotamiento”. Y agrega el siguiente gráfico:


¿Dónde ven “los primeros indicios de agotamiento” en un gráfico que tiene prácticamente los mismos valores durante los últimos cuatro años? Como se ve claramente en el gráfico, la relación entre el stock de préstamos al consumo y la masa salarial no crece desde 2008; por el contrario, presente una leve baja. Si en 2010 y lo que va de 2011 viene creciendo fuertemente el crédito para el consumo, pero su relación con la masa salarial se ha mantenido constante, ¿por qué habría de correr riesgo el consumo? ¿No están mostrando los datos que el proceso de endeudamiento de las familias no es explosivo, ya que se mantiene en línea con el aumento de los salarios y desde hace tres años está en niveles dentro de lo habitual?
El problema no es principalmente de La Voz o El Cronista, sino del informe de abeceb.com. Las conclusiones que extraen de sus propios datos son equivocadas. ¿Cómo puede concluir que “podría verse afectada la tasa de crecimiento del gasto de los hogares”, cuando ellos mismos están mostrando que la relación entre endeudamiento para consumo y masa salarial está estancada desde 2008? ¿Cuál es la novedad de 2011 que repentinamente pone en riesgo el crecimiento del consumo?
Los datos del informe de abeceb.com (no su análisis erróneo) refuerzan lo que dije en el desayuno de coyuntura de Punto a Punto (ver post “Nota en Punto a Punto: 8 claves para entender la economía que se viene”): “en comparación con niveles históricos, todavía el nivel de endeudamiento de las familias argentinas es bajo y es poco probable que esto se revierta este año”.
Amigos periodistas: no tomen por correcto todo lo que digan los economistas simplemente porque esté escrito en un informe de una consultora. ¡Muchas veces van a terminar transmitiendo ideas equivocadas!

martes, 28 de junio de 2011

Esta vez, Krugman se equivocó

Paul Krugman es uno de mis economistas preferidos. Llegó al máximo nivel académico al recibir el Premio Nobel de Economía en 2008 por sus aportes a las teorías del comercio internacional y la localización geográfica de la actividad económica, y ya había recibido la Medalla John Bates Clark y el Premio Príncipe de Asturias. En la década del 70 desarrolló el modelo básico de cómo funciona una crisis de balanza de pagos, cuando una pérdida sistemática de reservas del banco central por monetización de déficit fiscales bajo esquema de tipo de cambio fijo termina desembocando en una corrida cambiaria que agota súbitamente las reservas y obliga al abandono del tipo de cambio fijo. Un modelo clave para comprender la mayoría de las crisis económicas argentinas.
Pero su rigurosidad académica no le ha impedido destacarse como divulgador de temas económicos, a través de libros y, fundamentalmente, de artículos periodísticos como los de su columna en el periódico The New York Times. Es esta combinación entre la rigurosidad en el análisis y la simpleza en la exposición lo que más admiro de Krugman.
Pero Krugman también puede equivocarse. Y creo que lo hizo cuando en un post del 23 de junio (ver “Don’t Cry for Argentina”) argumentó, en relación a las perspectivas de Grecia, que un default no necesariamente es una mala idea, ya que la experiencia argentina muestra cómo, luego del default al inicio de 2002, la economía creció fuertemente hasta la actualidad. Ilustró el post con un gráfico que muestra cómo el producto per capita argentino cayó de u$s 8,000 en 1998 a casi u$s 6,000 en 2002 para luego subir casi ininterrumpidamente hasta los u$s 10,500 en 2010. Este es el gráfico de Krugman:

Si bien los datos son correctos, el análisis no lo es. Argentina no creció fuertemente desde 2002 porque entró en default, sino por la devaluación y, en especial, por la fuerte reversión del contexto internacional. Ya hicimos referencia a la depreciación del dólar y apreciación de los precios de las materias primas desde comienzos de 2002, justo cuando declaramos el default y salimos de la Convertibilidad, en el post “¿Y si hubiéramos sostenido la Convertibilidad unos meses más?” Reproducimos a continuación el gráfico de aquel post:

Por lo visto su argumento fue muy criticado, ya que el lunes 26 escribió un nuevo post titulado “Not-A Does Not Imply B”, en el cual niega que haya querido significar que el default fue la única causa del crecimiento post Convertibilidad y afirma que en realidad quiso significar que no se puede utilizar el caso argentino como ejemplo de que el default es siempre un desastre. Esto último es correcto, pero no quita que su análisis original no fue muy feliz. Mostrar que Argentina despegó luego del default para sacar alguna conclusión sobre las perspectivas de Grecia es un análisis muy simplista, especialmente viniendo de alguien tan lúcido como Krugman. Sin una fuerte devaluación, y sin un fuerte incremento de precios internacionales de sus productos exportables, algo que solo puede producirse por casualidad, como le ocurrió afortunadamente a Argentina desde 2002, difícilmente Grecia pueda salir tan fácil de su situación actual.
En un brillante polemista como Krugman, es raro este tipo de pasos en falso. ¿Será que está escribiendo demasiado, y demasiado rápido? Hoy publicó seis, si ¡seis! posts en su blog. Por las dudas, no vamos a aumentar el ritmo de posteo en este blog.

domingo, 26 de junio de 2011

Nota en Punto a Punto: 8 claves para entender la economía que se viene.

El viernes 17 hablé en el desayuno de Coyuntura Económica de Punto a Punto. Todavía no había sido confirmado Amado Boudou como candidato a vicepresidente; de hecho ni CFK había confirmado su propia candidatura. Pero una de las cosas que dije ese día es que la política productiva de un segundo mandato de CFK seguramente atrasaría varias décadas, por el entorno al que escucha CFK, con mucha participación de La Cámpora, Boudou y hasta una nueva organización, bautizada como “La Ber Gelbard”. El anuncio de Boudou como compañero de fórmula y la fuerte participación de La Cámpora en las distintas listas legislativas fortalecen aquella argumentación.
A continuación, la nota completa de Punto a Punto:

jueves, 16 de junio de 2011

8 tips para analizar la economía en año electoral

En menos de 10 días se definen las candidaturas presidenciales (básicamente, si se presenta o no CFK), lo que puede generar impactos sobre las perspectivas económicas. Mientras tanto, 8 tips para analizar las perspectivas económicas hasta las elecciones, y luego de ellas:

Para pensar la economía hasta las elecciones:
1.- La economía seguirá creciendo.
Es altamente improbable que de acá a las elecciones se revierta el ciclo actual de crecimiento económico. Sí hay indicios de desaceleración: el Índice General de Actividad y el Índice de Producción Industrial, ambos de Orlando Ferreres, y el Índice de Producción Industrial de FIEL se desaceleraron desde finales del año pasado. Esto es consecuencia de que se acabó la parte fácil de la recuperación económica, cuando es posible crecer sólo aumentando el uso de la capacidad instalada de las empresas (para más detalles, ver post “Se acabó la parte fácil de la recuperación económica”). Y no porque “aumentan las bases de comparación al comparar con meses de alta actividad en 2010”, algo muy repetido por muchos economistas pero que no tiene ningún tipo de importancia económica (para más detalles, ver post “Matemática, ¿estás ahí?”).
2.- El consumo seguirá creciendo.
Es altamente improbable que de acá a las elecciones se revierta el crecimiento actual del consumo, ya que continuarán los factores que lo impulsan: mantenimiento de poder adquisitivo de los salarios a pesar de la inflación, desincentivo al ahorro e incentivo al endeudamiento por la inflación. El fuerte “apetito” por el dólar puede frenar algo el consumo, pero su impacto seguramente será bajo.
3.- La inflación está estabilizada, en torno al 23/25%.
En noviembre dejó de crecer la inflación (no los precios, que siguen subiendo). Algunos índices, como el elaborado por la Dirección de Estadísticas de San Luis, muestran reducción de la inflación (29% en diciembre a 23% en abril). No hay riesgo de espiralización hasta las elecciones. Hay “ilusión monetaria” que ayuda a que no se traslade toda la emisión monetaria a inflación (la cantidad de dinero crece casi 40% anual, mientras que el crecimiento de precios y actividad económica apenas suma poco más del 30% anual).
4.- Las expectativas de devaluación y la incertidumbre política están alentando una fuerte salida de capitales.
La fuga de capitales comenzó durante el primer trimestre, pero se profundizó durante abril y mayo. Efecto positivo: reducirá necesidades de emisión monetaria por menor excedente de dólares. Efecto negativo: está frenando a parte del sector inmobiliario (caen las ventas de departamentos). ¿Efecto neutro?: probablemente no frene al consumo.

Para pensar la economía luego de las elecciones:
5.- Todavía no hay un problema de atraso cambiario, y por lo tanto no hará falta una fuerte devaluación luego de las elecciones.
Es cierto que contra Estados Unidos, el tipo de cambio real (el que tiene en cuenta la evolución de los precios acá y en el exterior) está sólo un 13% por encima del nivel de diciembre de 2001, pero contra el Euro está un 75% por encima, contra Brasil un 143% por encima y contra una canasta de monedas (el tipo de cambio real “multilateral”) está un 81% por encima del nivel de diciembre de 2001. Sí será necesario bajar la inflación, para evitar que siga cayendo la competitividad cambiaria (para más detalles, vero post “Política antiinflacionaria para evitar el atraso cambiario”).
6.- La mayoría de los candidatos presidenciales no tiene idea de cómo se frena una inflación del 25%.
Los candidatos presidenciales tienen enfoques antiinflacionarios simplistas: creen que hay inflación por expectativas (todos), lo que se arregla sólo reformando INDEC, y creen que la inflación es por falta de oferta suficiente de bienes (la mayoría), lo que se arregla con más inversiones. Ninguno advierte que una de las claves para reducir la inflación es reducir la monetización de excedentes de dólares. Ni siquiera González Fraga menciona este punto (para más detalles, ver post “Política antiinflacionaria para evitar el atraso cambiario”).
7.- La mayoría de los candidatos presidenciales no tiene mucha idea sobre cómo fomentar el crecimiento.
Ninguno de los candidatos presidenciales menciona modernos enfoques de política industrial. En el extremo, el oficialismo tiene influencias conceptuales negativas: “la Ber Gelbard” que se anunció en estos días piensa en políticas industriales que atrasan 40 años. Corremos alto riesgo de seguir con políticas equivocadas como las restricciones a las importaciones (para más detalles, ver post “Un proteccionismo anacrónico”).
8.- El mundo brinda oportunidades de largo plazo, pero riesgos a corto plazo.
Las perspectivas de fuerte crecimiento de la demanda de alimentos, en especial de proteínas animales, brinda una gran oportunidad para Argentina, pero el corto plazo es muy riesgoso: Europa no logra resolver la situación griega y su impacto sobre el sistema bancario europeo; Estados Unidos no logra hacer despegar la economía y se le complica el frente fiscal; grandes emergentes como China y Brasil corren riesgo de frenar un poco sus economías mientras luchan contra la inflación. Si alguno de estos frentes se complica sustancialmente, Argentina puede sufrir el impacto. Esperemos que no ocurra durante 2012.
……………………
Con estas perspectivas, la próxima administración nacional no asumirá en medio de incendios económicos. Si gana CFK, seguramente veremos políticas erráticas, tanto en el frente inflacionario como en el frente de crecimiento, ya que CFK está escuchando consejos económicos que atrasan varias décadas. Si gana Alfonsín, seguramente veremos políticas económicas poco efectivas durante el primer año o año y medio, con riesgo de inconsistencias entre el pensamiento de González Fraga y el equipo económico radical. Esto no sería una novedad: Raúl Alfonsín tardó más de un año y medio en poner en marcha un plan económico consistente; Menem tampoco acertó de entrada (pasó más de un año y medio hasta el plan de Cavallo); De la Rúa no logró hacer pie nunca. La mayoría de los planes de estabilización desde la década del 50 no ocurrieron durante los primeros meses de gobierno.
En pocas palabras, la próxima administración nacional heredará varios problemas económicos a resolver, pero no asumirá en medio de caos o urgencias económicas. Esto que, es positivo, puede demorar un plan económico que los ataque de manera consistente y efectiva.

lunes, 13 de junio de 2011

Política antiinflacionaria para evitar el atraso cambiario

Al igual que antes de la elección legislativa de 2009, se está produciendo actualmente una importante fuga de capitales, en gran medida por expectativas de devaluación luego de las elecciones. La idea de que el tipo de cambio se está “atrasando” producto de un dólar que sube muy lentamente y precios internos que lo hacen aceleradamente (lo que implica aumentos de costos en dólares o, lo que es lo mismo, pérdida de competitividad cambiaria), y la idea de que un nuevo gobierno (con o sin CFK) tendrá que realizar un ajuste del tipo de cambio, generan estas expectativas de devaluación que se traducen en mayor compra de dólares. ¿Es razonable esperar una fuerte devaluación en los meses siguientes a las elecciones?
Como ya lo he planteado en otras ocasiones (ver el post “¿Cuánto tendrá que devaluar el próximo gobierno?”), la competitividad cambiaria, que se redujo durante la gestión de CFK, es todavía alta a pesar de la elevada inflación de los últimos años ya que las monedas de muchos de nuestros socios comerciales se apreciaron durante los últimos años, lo que nos permitió “devaluar sin devaluar”. Dados los valores actuales de lo que se conoce como tipo de cambio real multilateral (el tipo de cambio con el conjunto de nuestros socios comerciales, ajustado por precios acá y en cada socio comercial), una devaluación del 24.9% (llevar el tipo de cambio a $ 5.15) nos permitiría recuperar la competitividad cambiaria con que arrancó la gestión de CFK. Una devaluación mayor sería injustificable, ya que implicaría un tipo de cambio demasiado alto, impensable en un contexto inflacionario como el actual. El gráfico siguiente muestra de manera clara esta situación.


Una devaluación de esa magnitud sería menor a la que históricamente han tenido que realizar los gobiernos que asumieron en situación de “atraso cambiario”. Recordemos la devaluación del 40% que intentó Duhalde apenas asumió (y que no pudo sostener por muchas semanas). Pero incluso esa devaluación de casi el 25% tampoco será necesaria, ya que la economía no necesita actualmente una competitividad cambiaria tan elevada. En realidad, más que aumentar la competitividad cambiaria, lo que necesitamos es hacer que deje de bajar, es decir, necesitamos reducir la inflación.
Todos los candidatos presidenciales están de acuerdo con que hay que bajar la inflación (excepto, al menos “para la tribuna”, CFK). Pero creo que pocos tienen claro cómo hacerlo. Según un reciente trabajo de CIPPEC (“La insoportable levedad de la economía en la campaña electoral”, de Lucio Castro y Eduardo Levy Yeyati), para Carrió hay que modificar el INDEC y hacer una proyección año a año para reducir la inflación gradualmente; para Duhalde hay que reducir gasto público y subsidios y fomentar la oferta de bienes; para Rodríguez Saa hay que reducir la emisión monetaria y recuperar el INDEC; para Binner hay que aumentar la inversión; y para Alfonsín hay que terminar con la intervención del INDEC y fijar metas intermedias de inflación.
En efecto hay que volver a tener estadísticas confiables de inflación, pero eso sólo no soluciona el problema. Varios candidatos creen que fomentando las inversiones se soluciona el problema, cuando las inversiones agravan el problema, porque son primero más demanda de bienes y sólo luego de que esas inversiones maduran, generan más oferta de bienes. Ninguno menciona a quién le va a dar la responsabilidad de comprar el excedente de dólares comerciales que actualmente compra el BCRA emitiendo pesos. No existe ningún país que haya podido reducir la inflación a un dígito emitiendo dinero a más del 30% anual, y esta alta emisión se debe fundamentalmente a la compra de dólares.
Como argumenté en el post “La política antiinflacionaria de Alfonsín”, la incorporación de Javier González Fraga a la fórmula presidencial del radicalismo le ha dado un poco más de sustancia al discurso económico de Alfonsín. Pero ni siquiera González Fraga ha mencionado qué hará con el excedente de dólares, cuando creo que es la principal definición para estructurar un programa antiinflacionario con chances de éxito.
De todos modos, es probable que ningún candidato adelante demasiados detalles de cómo hará para reducir la inflación, y continúen todos diciendo cosas que suenan bien desde el sentido común, pero que son insuficientes para resolver un problema complejo como el de la inflación. Recién cuando haya presidente electo, y equipo económico en funciones, podremos anticipar mejor cuál va a ser la política antiinflacionaria a ejecutar, y cuáles sus chances de éxito.

jueves, 9 de junio de 2011

La política antiinflacionaria de Alfonsín

Entre las distintas fórmulas presidenciales que se van configurando para las próximas elecciones, la fórmula del radicalismo es la primera que hace públicos planteos bastante concretos de política antiinflacionaria para la próxima administración nacional. Esto es consecuencia de que el candidato a vicepresidente por la UCR, el economista Javier González Fraga, naturalmente está hablando más de economía que de política, a pesar de que ha reiterado que no es él quien manejará la política económica, sino el equipo económico que designe Alfonsín.
Desde hace tiempo, González Fraga plantea que la inflación actual se debe a que:
1.- Las políticas de subsidios aumentan la demanda de bienes y servicios por parte de sectores sociales medios y altos, generando un exceso de demanda.
2.- Las políticas sectoriales, como la política para el sector de la carne, no estimulan la oferta, con lo cual aumenta el problema de exceso de demanda.
3.- La intervención del INDEC hace que las expectativas de inflación no estén coordinadas, lo que tiende a generar más inflación.
Y también argumenta que es posible bajar gradualmente la inflación sin enfriar la economía, algo que viene repitiendo Alfonsín en los últimos días.
Si este es el diagnóstico, lo que deberíamos esperar de un gobierno radical, si es consistente con su discurso, es: una moderación del crecimiento del gasto público, con reducción de los subsidios que benefician a sectores medios y altos; políticas de aumento de oferta, especialmente en sectores agroalimentarios (liberación de trabas a las exportaciones de carnes, por ejemplo), normalización del INDEC y algún programa de metas de inflación que coordine expectativas.
Si bien creo que estos son elementos que deberían estar presentes en el plan económico del próximo gobierno, y coincido con que es posible bajar la inflación sin enfriar la economía, hay un elemento muy importante que González Fraga no está mencionando: quién va a comprar el excedente de dólares que los altos precios de las materias primas siguen generando. Si sigue haciéndolo el Banco Central, seguirá habiendo presiones inflacionarias.
En este sentido, en los últimos meses González Fraga ha argumentado que la política monetaria no es responsable por la inflación que estamos teniendo. De hecho, en una entrevista realizada en marzo, argumenta que la actividad nominal crece al 34% (9% por crecimiento de la actividad y 25% por incremento de precios), mientras que la oferta monetaria crece al 32%, de lo cual infiere la política monetaria está acompañando el proceso inflacionario, más que generándolo. En realidad, la actividad no crece al 9% sino al 7% como máximo, y con esto la actividad nominal crece al 32% en lugar del 34%, mientras que los agregados monetarios están creciendo por encima del 36%, lo que indica que están creciendo más que la inflación y la actividad económica juntos. Pero aún cuando sus números fueran correctos, la pregunta es cómo hará que la emisión monetaria baje para no generar presiones inflacionarias si su principal impulsor es la compra de dólares por parte del BCRA. Como he argumentado en otras oportunidades en el blog (ver post “Cómo evitar la maldición de la soja”), mi opinión es que hay que generar superávit fiscal suficiente para comprar los excedentes de dólares con excedentes fiscales más que con emisión monetaria.
De todos modos, volviendo a la propuesta de González Fraga, moderar el crecimiento del gasto público implica tener la decisión política de hacerlo, y los apoyos necesarios en el Congreso para la aprobación del próximo Presupuesto. Y coordinar expectativas inflacionarias requiere credibilidad y un fino manejo de la política económica. Habrá que evaluar si un gobierno radical lograría tener ambos.

martes, 7 de junio de 2011

Un proteccionismo anacrónico

Días atrás la principal noticia económica eran las restricciones impuestas por Brasil a las importaciones de autos y autopartes de nuestro país, en respuesta a nuestras demoras en la aprobación de licencias no automáticas de importación de productos brasileños. Hoy el principal título en la portada de La Voz del Interior habla de la escasez de juguetes, textiles y electrónicos importados. En ambos casos se trata de algunas de las consecuencias de un proteccionismo que atrasa algunas décadas, pero que todavía es defendido más de lo que sería esperable dada la experiencia internacional al respecto.
Las medidas de protección, como aranceles de importación, cuotas u otros tipos de obstáculos al ingreso de productos importados, generan una asignación ineficiente de los recursos de la economía ya que con ellas se producen bienes a un costo mayor que el costo de importarlos y se dejan de consumir bienes que para los consumidores tienen un valor mayor que el costo que tenían que pagar por ellos. Pero aún con estas ineficiencias, durante muchas décadas este tipo de medidas proteccionistas gozaron de apoyo de políticos y economistas que sostenían que esta era una forma de industrializar la economía, fomentando industrias que luego de cierto periodo de protección podrían volverse competitivas. El fracaso de las políticas de industrialización por sustitución de importaciones en toda Latinoamérica le restó atractivo a este tipo de argumentos.
Quienes defienden este tipo de enfoques proteccionistas de la política industrial seguramente argumentarán que al enfoque neoliberal tampoco le fue muy bien. La clave está en que un país no necesariamente se industrializa de manera espontánea, sin ninguna intervención del Estado, pero tampoco lo hace de manera sostenible a partir de políticas proteccionistas. Economistas como Dani Rodrik y Ricardo Hausmann plantean desde hace varios años un enfoque alternativo para la política industrial, que no tiene nada que ver con el proteccionismo y la sustitución de importaciones, pero implica políticas activas lejos del credo neoliberal. Como comenté en el post El legado metalúrgico y el nuevo paradigma de política industrial, estos economistas argumentan que una política industrial efectiva tiene que detectar en cada actividad económica cuáles son los obstáculos que enfrenta para desarrollarse, y centrar la política industrial en la eliminación de esos obstáculos. Este enfoque permite contribuir a procesos de diversificación productiva, generando producción de alto valor agregado allí donde no la había.
De todos modos, aunque el discurso oficial asociado a las nuevas licencias no automáticas fue del tipo proteccionista, es claro que la principal motivación fue reducir importaciones para apuntalar el saldo de la balanza comercial, es decir, sostener la entrada de dólares comerciales. Con una inflación alta comparada con nuestros socios comerciales y una mayor fuga de capitales, las restricciones a las importaciones son un parche frente a políticas que deberían ir al fondo de la cuestión: reducir la inflación para frenar el proceso de apreciación cambiaria y generar expectativas positivas para reducir la salida de capitales.
Estas restricciones, además de no solucionar los problemas de fondo que están presionando hacia abajo al saldo de la balanza comercial, perjudican otros objetivos de política económica: presionan sobre la inflación (ya que suben los precios de bienes que compiten con las importaciones) y reducen las inversiones en bienes de capital importados, justo cuando necesitamos expandir la capacidad de producción de la economía. Y, como muestra el caso de Brasil, genera perjuicios sobre las industrias exportadoras cuando nuestros socios comerciales nos responden con reciprocidad, poniendo trabas a nuestras exportaciones. Demasiadas contraindicaciones para una medida que no fue muy resistida por las principales entidades empresarias del país.