En los posts
anteriores definí la situación de Argentina frente a los acreedores que ganaron
la demanda judicial en Estados Unidos como una en la cual quien perdió el
litigio (en este caso Argentina) tiene todo el incentivo del mundo para
negociar, mientras que quien lo ganó (en este caso los acreedores) ya no tiene
incentivos a hacerlo, porque ya obtuvo lo que quería (en este caso, pago del
100% de la demanda, en efectivo, y con disposiciones que garantizan, vía
embargos, el pago).
Una situación de
extrema debilidad para el Gobierno, porque no tiene mucho margen, en este
contexto, para forzar una negociación. Una negociación tiene sentido antes
de un fallo definitivo, cuando ambas partes tienen riesgo de perder, no después,
cuando ya no existe riesgo, sino certeza sobre el resultado.
Excepto que quien
perdió el litigio pueda plantear una amenaza creíble de incumplimiento que
genere nuevamente, para quien ganó el litigio, el riesgo de perder, regenerando
así el incentivo a negociar.
En este contexto se
entiende el anuncio de Kicillof el martes, cuando planteó que estudiaría la
posibilidad de un canje de deuda para cambiar la jurisdicción de la deuda reestructurada
y garantizar así su pago en Buenos Aires, evitando el pago de la deuda no
reestructurada establecido por el fallo judicial.
Difícilmente se
realice dicho canje, por sus complicaciones técnicas y jurídicas, y por las
consecuencias que generaría sobre la posibilidad de colocar nueva deuda en los
mercados cuando, con dicho canje, aumentaría, en lugar de reducirse, el monto
de deuda en cesación de pagos (por los acreedores que no acepten el nuevo canje).
Sólo se entiende como una amenaza para forzar una negociación. Lo que explica
también que el canje no haya sido dispuesto, sino sólo anunciado como proyecto
a estudiar. Todo indica que se trató sólo de una amenaza.
Esta tarde, el juez
Griesa planteó que para negociar es necesario que el Gobierno se comprometa a
no realizar el canje de cambio de jurisdicción. El Gobierno podría haber
respondido planteando públicamente que suspendía la idea del canje para crear
el ámbito propicio para la negociación en los próximos días.
Pero acaba de cambiar
de amenaza. Esta noche el Ministerio de Economía difundió un comunicado que no
hace mención al nuevo canje, pero plantea que la decisión judicial de levantar
el recurso que suspendía los embargos imposibilita el pago del vencimiento de
deuda regular del próximo 30 de junio. Insinúa que no habrá pago tampoco para
cumplir la sentencia judicial. Cambia de amenaza, seguramente para mejorar su
posición frente a la negociación de la semana próxima. Pero aumenta también el
riesgo de que la jugada salga mal, con los acreedores y el juzgado de Griesa rechazando
la negociación al sentirse desafiados, pudiendo terminar en un absurdo default,
injustificable por los montos en juego, pero generado por una estrategia de
negociación fallida.
En teoría de los
juegos, rama de la economía que estudia las decisiones estratégicas entre dos o
más “jugadores”, a la estrategia que está siguiendo el Gobierno se la denomina “funambulismo
estratégico”. Consiste en que uno de los jugadores intenta incidir sobre el
comportamiento del otro jugador llevándolo hasta el borde del desastre, para obligarlo a volver atrás. La crisis de los misiles en 1962 es un ejemplo
clásico de este tipo de estrategias, cuando Kennedy puso al mundo al borde de
la guerra nuclear, induciendo a Khrushchev a retroceder.
La clave de este tipo
de estrategia es que una amenaza demasiado costosa para quien la formula no
resulta creíble, porque llegado el momento, en caso de no haber logrado torcer
el comportamiento del rival, existe un incentivo muy grande a no cumplir con la
amenaza. Con un límite muy marcado hacia el abismo, quien está por ser
arrastrado sabe que la otra parte avanzará sólo hasta ese límite, con un
incentivo muy grande a detenerse en ese punto. La amenaza entonces no es
creíble. Como no lo habría sido una amenaza de ataque nuclear por parte de
Kennedy.
Lo que sí funciona es
generar el riesgo de caer en una pendiente resbaladiza en la cual se pierde el control total de la situación. Ya no es tan seguro ir hasta el borde del abismo, porque ese borde no existe, o es difuso. Las amenazas son entonces más creíbles, aunque más riesgosas. Como ocurrió con la
escalada del conflicto de los misiles hasta que el riesgo se hizo intolerable para Khrushchev.
Da la impresión de que
hasta ahora el Gobierno está tratando de forzar una negociación con amenazas
poco creíbles. De hecho, la amenaza del nuevo canje desapareció hoy del
comunicado del Ministerio de Economía, y apareció la amenaza de no pagar a
nadie el 30 de junio, contradiciendo la promesa de la Presidenta de que se
garantizaría el pago a los acreedores que confiaron en Argentina. Contradicciones
que dan lugar a la sospecha de cierta improvisación. En criollo, da la impresión de
que el Gobierno está corriendo a los fondos buitre con “la vaina”.
Si el Gobierno logra
negociar la semana próxima un acuerdo de pago razonable, con algún esquema de
entrega de bonos, como hizo con Repsol, habrá comenzado a encauzar el último
frente abierto que queda con la comunidad financiera internacional.
Pero si no logra más
que ratificación de la obligación de pagar el total del monto de la demanda en
efectivo, o atenerse a los embargos que obliguen a entrar en default con la
deuda reestructurada, la situación será más complicada para el Gobierno.
Políticamente sería
muy duro volver de Estados Unidos sin nada. Ni siquiera algo “para la tribuna”.
Y económicamente sería desastroso, si implicara caer en default.
Es justamente el
riesgo que tiene el “funambulismo estratégico”. Que ambas partes terminen
cayendo por la pendiente resbaladiza, sin que ninguno pueda hacer algo para
retroceder.
Ocurrirá si los buitres y Griesa perciben que el Gobierno los corre con "la vaina", y por lo tanto no retroceden, y el Gobierno sigue aumentando la amenaza, hasta un punto de difícil retorno.
La Presidenta ha
elegido una estrategia muy riesgosa, que hace difícil volver atrás.
Posts relacionados:
El problema de negociar desde la debilidad