Un blog de economía para no economistas

"Ojalá te toque vivir tiempos interesantes", reza una maldición china. Los argentinos sufrimos la maldición de vivir en una economía "interesante". Por eso tenemos que saber más de economía que en otros países.

Para enfrentar la maldición de vivir en una economía "interesante", en este blog encontrarás comentarios, análisis y estadísticas sobre la economía argentina, sin jerga económica innecesaria ni tecnicismos, con rigurosidad analítica pero simpleza en la exposición.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Política económica pro-cíclica

El gran aporte de John Maynard Keynes, el economista más importante del siglo XX, fue identificar la posibilidad de que exista desempleo involuntario como consecuencia de una caída en la demanda agregada de bienes y servicios. Hasta Keynes, la economía clásica sostenía que esto no era posible, ya que los salarios se ajustarían rápidamente cada vez que existieran desequilibrios en el mercado laboral, restableciendo el equilibrio macroeconómico en una situación de pleno empleo. Desde Keynes, es claro que aquello puede ocurrir y que, en presencia de desempleo involuntario y baja actividad económica, el Estado puede intervenir con lo que desde entonces se conoce como políticas anti-cíclicas o contra-cíclicas, esto es, políticas de impulso a la demanda agregada para tratar de compensar caídas de demanda originadas por distintos motivos (provocadas, por ejemplo, por un shock externo, como una devaluación en un importante socio comercial, o un shock interno, como una repentina caída en la propensión a consumir por parte de las familias o a invertir por parte de las empresas).
Una política keynesiana, entonces, implica expandir el gasto público y/o bajar los impuestos ante la presencia de una caída en la demanda agregada, para tratar de contrarrestar esta caída y evitar así una recesión o, al menos, morigerar la caída en la actividad económica. Pero para que esto sea posible, es necesario (1) tener superávit fiscal (para poder subir el gasto y/o bajar impuestos, sin necesidad de endeudarse), (2) tener capacidad de endeudamiento (para financiar déficit fiscal mediante la colocación de deuda), (3) haber generado fondos anti-cíclicos (para financiar déficit fiscal con fondos propios acumulados en otros momentos), o (4) tener baja inflación, para poder expandir la demanda mediante la emisión de dinero, o devaluando la moneda. Si bien no es muy ortodoxo (y tampoco muy recomendable), otra alternativa es (5) utilizar stocks acumulados que, si bien no constituyan fondos anticíclicos, puedan ser utilizados por el Gobierno para financiarse (como ocurrió con los fondos de las AFJP).
Cuando no existe ninguna de estas alternativas, lo que siempre es consecuencia de las políticas económicas ejecutadas en los períodos de expansión, se generan situaciones en las cuales las restricciones que enfrenta el Gobierno hacen necesarios ajustes fiscales justo cuando la demanda agregada está cayendo, o al menos está reduciendo su ritmo de crecimiento. Cuando esto ocurre, la política económica, en lugar de ser contra-cíclica, termina siendo pro-cíclica, aumentando el ciclo económico en lugar de moderarlo. En otras palabras, una política contra-cíclica expande el gasto público cuando la demanda agregada cae, y modera el gasto público cuando la demanda agregada crece; una política pro-cíclica expande el gasto público cuando la demanda agregada crece, y reduce el gasto público cuando la demanda agregada cae. En lugar de morigerar los ciclos económicos (las sucesiones de expansiones y contracciones económicas), la política económica termina entonces aumentando los ciclos económicos, es decir, haciendo más veloces las expansiones y más profundas las contracciones.
Como tantas otras veces en la historia argentina, estamos frente a una política pro-cíclica: cuando la economía comienza a frenarse (el Índice General de Actividad de OJF dejó de crecer durante octubre), el Gobierno se ve obligado a bajar el gasto público mediante la reducción de subsidios. Esta situación es consecuencia de las políticas económicas expansivas ejecutadas en los años de expansión económica, que llevaron a que la desaceleración económica nos encuentre (1) sin superávit fiscal, (2) sin capacidad de endeudamiento, (3) sin fondos anti-cíclicos, (4) sin poder emitir ni devaluar demasiado dada la inflación actual y (5) sin disponibilidad de importantes cajas, como fueron en su momento los fondos de las ex AFJP.
Como tantas otras veces en la historia argentina, seguiremos teniendo un “electrocardiograma económico” como el siguiente:

La línea roja muestra las variaciones trimestrales de la actividad económica en Estados Unidos. Como cualquier economía de mercado, la actividad económica varía trimestre a trimestre, con aumentos y caídas. La línea celeste muestra las variaciones trimestrales de la actividad económica en Argentina. Los movimientos de la actividad económica son mucho más marcados en Argentina, en parte por políticas pro-cíclicas que llevan a grandes expansiones seguidas de grandes caídas. Como el electrocardiograma de una persona con problemas cardíacos, el "electrocardiograma económico" de Argentina refleja problemas económicos. Casualmente, una economía no apta para cardíacos.

Para más detalles sobre el “electrocardiograma económico” de Argentina, ver el post “Un año y 100 posts después, ¿por qué este blog de economía para no economistas?"
Más detalles sobre las políticas contra-cíclicas, en Macroeconomía para No Economistas, de Editorial EDICON, que estará disponible en pocos días.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Sobre el riesgo de pesificación de los depósitos en dólares

En estos días ha habido mucha preocupación en ahorristas y empresarios sobre la posibilidad de que el Gobierno decida una pesificación de depósitos en dólares, o algún otro tipo de cambio de reglas de juego vinculadas a esos depósitos. Preocupación incluso en empresarios y ejecutivos muy bien informados. Creo que el riesgo de que se decida una medida de esas características es bajo, pero es cierto que la alta incertidumbre que existe desde el 31 de octubre como consecuencia de las restricciones impuestas a las compras de dólares hace parecer verosímiles hasta las medidas más improbables.
Creo que el riesgo de que se decida una pesificación es bajo porque:
1.- Una pesificación sería una medicina totalmente desproporcionada con relación a la magnitud del problema. No estamos en una situación como la que derivó en la pesificación de enero de 2002. En aquel momento había un gran descalce de monedas en el sistema financiero: la mayoría de los depósitos estaban nominados en dólares, y esos dólares prestados a individuos y empresas con ingresos en pesos. Esto generaba un riesgo muy grande de insolvencia ante el escenario de una devaluación: con devaluación, la mayoría de los deudores del sistema financiero no podría devolver los préstamos; pesificando los créditos para permitir que esos créditos fueran pagables implicaba no poder devolver los depósitos en dólares; la pesificación de los depósitos en dólares era la contracara de la pesificación de los créditos en dólares. Ahora la situación es bien diferente: los depósitos en dólares están en parte prestados a empresas con flujos en dólares (por ejemplo exportadores) y el resto está depositado en el BCRA. No hay un desequilibrio que justifique una pesificación, ni siquiera en un escenario de devaluación.
2.- El BCRA dio el viernes pasado una señal en sentido contrario: flexibilizó el mecanismo de encajes de los depósitos en dólares. Si hasta el viernes los bancos tenían que mantener depositados en el BCRA no sólo el 20% de encaje sino también el resto de los depósitos que no hubieran sido prestados, desde hoy los bancos tienen la obligación de depositar en el BCRA sólo ese 20%, disponiendo entonces de los dólares que hayan recibido en depósitos, excedan ese 20% y no hayan sido prestados. La señal es que habrá dólares para quienes quieran retirar sus depósitos.
3.- No creo que CFK se anime a seguir tomando medidas que a los ahorristas le recuerden tanto al desastre de fines de 2001. Menos cuando no hay necesidad de hacerlo.
¿Qué deberíamos esperar entonces?:
1.- Dólares disponibles para que los bancos puedan devolver depósitos, de tal modo que vayan bajando los temores sobre la posibilidad de disponer de ellos (como la medida de flexibilización del esquema de encajes bancarios).
2.- Dólares aceitando el mercado cambiario, tanto formal como paralelo. Los dólares que entren al mercado por las medidas que obligan a mineras, petroleras y empresas de seguro a liquidar dólares en el mercado local, más las reservas que ponga el BCRA en caso de ser necesario, para bajar las expectativas de devaluación en el mercado formal y bajar el tipo de cambio en el mercado paralelo.
3.- Tasas de interés altas para los depósitos en pesos, como consecuencia de la fuga de capitales y cierta convalidación por el BCRA para desalentar la compra de dólares.
4.- Alguna flexibilización de las restricciones a la compra de dólares por parte de pequeños ahorristas, para tratar de revertir la percepción de que el Gobierno está sin reservas suficientes.
5.- Más restricciones a las importaciones de distintos productos, como lo anunciado respecto de los fertilizantes, aun cuando esto pueda impactar negativamente sobre la actividad económica.
6.- Recién cuando haya alguna señal de que el mercado está reaccionando de manera relativamente favorable, el anuncio del nuevo equipo económico. Si el Gobierno realmente está percibiendo que gran parte de lo que está ocurriendo es consecuencia de las medidas tomadas debería pensar en un ministro de economía con algún peso propio, no para eclipsar a la Presidente en la toma de decisiones económicas sino para dar la señal de que hay alguien en condiciones de filtrar las propuestas que llegan a la Presidente.
No todos estos puntos coinciden con lo que creo más conveniente, pero me parece que tienen alta probabilidad de ocurrir y configurar el escenario que veremos en los próximos días.
Vuelvo a algo que creo muy importante. El mecanismo de restricción a la compra de dólares disparó un clima de expectativas negativas que no sólo hace más costoso el esfuerzo del BCRA por mostrar que no habrá devaluación, sino que además hace que parezcan verosímiles medidas que no lo son. Mientras sigamos teniendo una conducción económica de varias cabezas, como aparentemente tenemos ahora, continuará esta sensación de que cualquier cosa puede ocurrir.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Diálogo en Bipolares: dólar y subsidios

Esta mañana, en el diálogo económico en Bipolares, por FM 96.1 Radio Shopping, mi análisis sobre las medidas que restringen la compra de dólares y los anuncios sobre reducción de subsidios.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Primeras reflexiones sobre los anuncios sobre subsidios, por Radio Mitre

A pocas horas de los anuncios realizados por los ministros de Economía y de Planificación Federal, mis primeras reflexiones al respecto en diálogo con Federico Tolchinsky, por Radio Mitre 810.

Enlace con audio

Gentileza de:

Cómo deberíamos analizar los anuncios sobre reducción de subsidios

El anuncio que hicieron hace pocas horas los Ministros Boudou y De Vido puede analizarse desde varios puntos de vista. Desde el punto de vista microeconómico, es decir desde el punto de vista de las empresas y los usuarios involucrados, el tema es cómo se distribuirá la carga de los menores subsidios. Si una empresa recibe por los servicios que presta una parte en forma de tarifa que paga el usuario y otra parte en forma de subsidio que paga el Estado, disminuyendo éste último, a la diferencia la tiene que pagar la empresa, recibiendo menos subsidio, el usuario, pagando una mayor tarifa, o ambos, con la empresa cobrando menos y el usuario pagando más. No es posible analizar ahora cuál será efectivamente el impacto microeconómico de este anuncio, ya que para eso es necesario saber qué ocurrirá con cada caso particular.
Más allá de estos detalles de cada caso particular, un punto que creo relevante y que no he escuchado a nadie que lo mencione: los eventuales aumentos de tarifas que seguramente se producirán en algunos servicios ocurrirán justo en el momento en que más crece el poder adquisitivo de los salarios, lo que permitiría absorberlos más fácilmente que en otro contexto (por más que los usuarios, como es de esperar, se opongan a esos aumentos). En efecto, entre abril y agosto los salarios crecieron en promedio un 13% (17% en el caso de los salarios privados en blanco), mientras que los precios crecieron, según institutos provinciales de estadísticas, 6%. No veo tan complicada la absorción de eventuales mayores tarifas, en la medida en que las subas sean graduales y contemplen mecanismos para que el mayor costo no recaiga sobre las familias de menores ingresos.
Pero hay otro punto de vista, que creo es el más relevante en este momento. Es el punto de vista macroeconómico, que tiene que ver con la necesidad de bajar la inflación, para lo cual es necesario reducir el ritmo al cual aumenta el gasto público, y para ello es necesario reducir los subsidios, como argumenté ayer en el post “El desafío de bajar la inflación”, y como vengo sosteniendo desde hace tiempo. En efecto, ayer planteaba que el escenario económico actual ya no permite un nivel de inflación como el que sí era viable hasta mitad de este año, y los dos principales factores que están generando presión inflacionaria son el gasto público, que aumentó 45.8% en los últimos 12 meses, y la emisión monetaria, que generó un aumento del 30.1% en la cantidad de dinero en igual período. En el post “Los giros de política económica que impone la realidad” planteaba, hace casi un mes, que el Gobierno Nacional seguramente daría cuenta de las nuevas restricciones que le impone el contexto económico, y que ya había dado algunas señales al respecto. El anuncio de hoy confirma aquel análisis.
Si bien todavía resta ver cómo se ejecutará lo anunciado, y cuál será finalmente la magnitud del recorte de subsidios, creo que el anuncio de hoy constituye una fuerte señal de que el Gobierno Nacional está leyendo correctamente las nuevas restricciones que impone el contexto económico, y está actuando en consecuencia. Y, como planteaba ayer, este anuncio era necesario en el marco de las expectativas negativas que se generaron a partir de las nuevas medidas relacionadas con la compra de moneda extranjera.
Para continuar entonces con el análisis de lo que deberíamos esperar a futuro, creo que el Gobierno Nacional debería:
1.- Configurar el mecanismo de control de compra de moneda extranjera de tal modo que los pequeños ahorristas puedan comprar dólares sin mayores problemas. Esto no desequilibraría el mercado cambiario, ya que el grueso de la demanda de dólares corresponde a compradores más grandes, igual impediría el accionar de los “coleros” y permitiría regenerar expectativas. Le permitiría al Gobierno mostrar que el nuevo sistema era efectivamente para controlar la evasión, y no para impedir la compra de divisas (independientemente de cuál haya sido realmente el objetivo).
2.- Seguir jugando fuertemente a través del BCRA sosteniendo el tipo de cambio o haciéndolo subir muy gradualmente, de a pocos centavos, e incluso permitiendo algunas subas para posteriormente bajarlo y mostrar que se puede perder comprando dólares. Si hiciera esto con convicción, creo que tiene chances de ir domando la fuga de capitales.
3.- Agregar a las señales sobre reducción de gasto público en subsidios alguna señal de que influirá para que las próximas paritarias acuerden ajustes salariales inferiores al 20%, para contribuir a reducir la inercia inflacionaria, al mismo tiempo que reduce las presiones inflacionarias provenientes de las políticas fiscal y monetaria.
4.- Anunciar que el próximo ministro de economía será alguien que, sin ser ortodoxo para que no termine chocando con las decisiones políticas del Gobierno, tenga suficiente prestigio y antecedentes como para contribuir a generar expectativas de racionalidad en las políticas económicas.
En los próximos días tendremos que estar atentos a las señales relacionadas con estos cuatro puntos.

martes, 1 de noviembre de 2011

El desafío de bajar la inflación

El problema de la inflación en Argentina no es nuevo. Desde 2005 tenemos inflación de dos dígitos. ¿Cómo fue posible que tuviéramos inflación mucho más alta que nuestros socios comerciales y a pesar de eso no tuviéramos problemas de competitividad cambiaria? Porque la debilidad del dólar en los últimos años hizo que “devaluáramos sin devaluar”, y que esto compensara nuestra mayor inflación. En números muy simples: en los 12 meses hasta junio de este año, la inflación en Argentina fue del 24% (según la Dirección de Estadísticas de la Provincia de San Luis), mientras que la inflación en Brasil fue del 7%, con lo cual tuvimos un diferencial de inflación del 17%. Pero no perdimos competitividad cambiaria contra Brasil porque en esos 12 meses Argentina depreció su moneda un 4%, mientras que Brasil apreció su moneda 12%. En otras palabras, el diferencial de inflación se compensó en un cuarto con nuestra depreciación y en tres cuartos con la apreciación de Brasil.
Eso no significa, por supuesto, que la inflación no tenga costos. Los tiene, como la inexistencia de un mercado hipotecario desarrollado, o la dificultad para encontrar destino atractivo para los ahorros. Sólo significa que el contexto económico permitía tener un nivel de inflación tan alto como el 24% sin perder competitividad cambiaria, y por lo tanto sin frenar la economía.
Pero ese escenario cambió en los últimos meses. Desde el primero de agosto, el dólar en Brasil subió poco más del 10%. Por lo tanto Brasil ya no nos ayuda a cubrir nuestro diferencial de inflación. Si esto continúa, ahora sí una inflación alta implicará una pérdida de competitividad cambiaria, a menos que devaluemos, pero una devaluación en este contexto seguramente tendrá un rápido traslado a la inflación, perdiendo entonces su impacto sobre la competitividad cambiaria.
Por eso Argentina tiene que reducir la inflación. Y por eso creo que el Gobierno intentará hacerlo. La pregunta es si es posible bajar la inflación sin frenar la economía. Y la respuesta es que sí, es posible. Pero para ello hay que considerar dos aspectos complementarios: las políticas macroeconómicas y las políticas de ingresos y de coordinación de expectativas.
Las políticas macroeconómicas son las que generan inflación, y son la política fiscal, la política monetaria y la política cambiaria. En los 12 meses hasta agosto de este año, el gasto público nacional aumentó un 45.8%. En los 12 meses hasta el 21 de octubre, la cantidad de dinero (medida por lo que se denomina M2, la circulación monetaria más los depósitos a la vista y en caja de ahorro, todos en pesos) aumentó un 30.1% (hace un par de meses esta tasa era del 38%). Y en los últimos 12 meses, el tipo de cambio aumentó un 6.5%. Conclusión: el “motor fiscal” de la inflación viene a muy altas revoluciones, el “motor monetario” viene a altas revoluciones, aunque con tendencia a la baja, y el “motor cambiario” viene a bajas revoluciones.
Las políticas de ingresos y de coordinación de expectativas son las vinculadas a las negociaciones salariales y a las expectativas de inflación en general, que no generan inflación por sí mismas, pero sí generan lo que se denomina inercia inflacionaria. Si todos esperamos que la inflación sea del 25%, por ejemplo, todos ajustaremos salarios y contratos por 25%, generando una inflación del 25%. Eso es inercia inflacionaria. En los 12 meses hasta agosto de este año, los salarios crecieron en promedio un 28.6%. Una tasa muy alta para el contexto actual.
La agenda para bajar la inflación incluye a todos estos elementos. Reducir el crecimiento del gasto público (la clave está en los subsidios), continuar reduciendo la expansión monetaria (esto ya comenzó a ocurrir en estos meses, y es la contracara de la fuga de capitales, porque hace que el BCRA ya no tenga que emitir pesos para comprar dólares) y generar una depreciación moderada del tipo de cambio (15%, tal vez 20% en un año). Pero también reducir los aumentos salariales del año próximo, y moderar las expectativas de inflación
La clave para lograr reducir la inflación sin frenar la economía radica en calibrar ambos aspectos: las políticas macroeconómicas y las políticas de ingresos y de coordinación de expectativas. Los planes ortodoxos, que sólo se enfocan en las políticas macroeconómicas, descuidando las políticas de ingresos y de coordinación de expectativas, tienden a frenar la economía (ejemplo: el final del programa de Martínez de Hoz, que generó una fuerte apreciación cambiaria cuando se controló el tipo de cambio con la Tablita pero la inercia inflacionaria lo dejó atrasado); los planes populistas se concentran sólo en las políticas de ingresos y de coordinación de expectativas, pero descuidan las políticas macroeconómicas, generando “ollas a presión” que cuando explotan, generan más inflación (el final del Plan Austral, cuando reapareció el déficit fiscal en medio de congelamientos de precios); los planes heterodoxos se enfocan en ambos aspectos, y tienden a ser exitosos en la medida en que se calibren bien ambos conjuntos de políticas (el éxito original del Plan Austral, que bajó la inflación del 30% mensual al 6% mensual en sólo un mes, sin frenar la economía).
Creo que el Gobierno tendría que dar señales claras de cómo va a reducir la expansión fiscal y cómo va a influir sobre las paritarias del año próximo. Esto contribuiría a reducir las expectativas de inflación y, con ello, ayudaría a descomprimir el mercado cambiario. Sería óptimo que lo hiciera pronto.