Al final de la semana pasada, #mequieroir fue el hashtag que hizo
furor en las redes sociales. Se refería a la frase de Hernán Lorenzino,
Ministro de Economía, al dar por terminada, de manera insólita, una entrevista
que una periodista griega le estaba haciendo, con preguntas muy simples, elementales,
que cualquier estudiante de periodismo habría hecho, referidas a la inflación.
El hecho da lugar a varias reflexiones. En primer lugar, la notable
incapacidad del Ministro para explicar lo que está ocurriendo en la economía
argentina. Es cierto que se bloqueó con la pregunta sobre el nivel de la
inflación, y esto probablemente se deba al temor de ser reprendido por tocar un
tema prohibido dentro del Gobierno Nacional, pero también lo es que en la
pregunta anterior, referida a la evolución de las variables sociales desde la
crisis de 2002, el desempeño del Ministro tampoco había estado a la altura de
su cargo, mostrándose dubitativo e impreciso. De todos modos, no es demasiado
relevante la incapacidad del Ministro de Economía, por el simple hecho de que
es claro que no es él quien toma las principales decisiones de política
económica. Su irrelevancia hace menos
riesgosa su incapacidad. Y esto es anterior a la malograda entrevista:
durante todo el año pasado, fue prácticamente un observador externo de las
medidas de política económica anunciadas por sus subordinados Kicillof y
Moreno.
El problema es que da la impresión de que no hay nadie en el Gobierno Nacional tomando decisiones de política
económica con una visión integral de la economía. Por eso tantas situaciones
de “frazada corta”, en las cuales una medida de política económica destinada a
solucionar algún aspecto de la economía termina generando problemas en otros
aspectos. Un resultado típico de decisiones tomadas por distintos funcionarios,
cada uno encargado de un aspecto específico de la economía.
El actual modo de tomar decisiones de política económica no es nuevo. Viene
de la época de Kirchner, luego de la salida de Lavagna como Ministro de
Economía (¿alguien se acuerda del Ministro Miguel Peirano, o ya en la gestión de Cristina, del Ministro Carlos Fernandez?). El problema es
que hoy los errores se notan más porque la economía está más al límite, con
muchos problemas acumulados, de tal manera que el riesgo de centralizar las
decisiones económicas en el Presidente es hoy mucho mayor, porque la economía
ya no resiste del mismo modo los errores de política económica. Y se potencia además
si quien centraliza las decisiones no sabe mucho de economía.
De cualquier forma, mientras Lorenzino se quiere ir (en principio de las
entrevistas odiosas, pero tal vez también de su cargo), nosotros nos tenemos
que quedar. Y tenemos que convivir con
la inflación que el Gobierno niega. Y para eso tenemos que comprender lo que está ocurriendo. Algunas claves de
análisis al respecto:
1.- La inflación mostró una notable
estabilidad durante los últimos dos años. Esto seguramente se debe al rol preponderante que juega la
inercia inflacionaria en estos niveles de inflación. Se trata de un
fenómeno muy simple: si todos esperamos una inflación del 25%, todos tratamos
de ajustar contratos, precios y salarios por 25%, con lo cual la inflación
seguramente terminará siendo del 25%, convalidando expectativas y reiniciando
el proceso. Esto le da cierta
estabilidad a la inflación, y es la clave para reducirla sin dañar la economía.
2.- A pesar de la fuerte emisión de dinero durante 2012 (alrededor de
40% anual), la inflación no se aceleró,
porque la economía absorbió muchos pesos. Por ejemplo, la propia
pesificación forzada de la economía obligó a realizar con pesos operaciones que
antes se realizaban con dólares, aumentando así la demanda transaccional de
pesos, amortiguando el impacto inflacionario de la emisión monetaria.
3.- Pero este proceso seguramente
se revirtió desde enero de este año, cuando el dólar paralelo comenzó a mostrar una tendencia siempre creciente.
Un dólar paralelo que va siempre hacia arriba es prácticamente una invitación a
comprar dólares ya que no hay activo alternativo cuya rentabilidad se le acerque.
Y esto frena operaciones en pesos,
como las operaciones inmobiliarias, con lo cual la economía deja de absorber pesos, que comienzan entonces a sobrar.
4.- De esta forma, este año sobran (a) los pesos que se emiten para financiar déficit fiscal,
(b) los pesos que se emitan para comprar
los dólares comerciales que sobren cuando comience a liquidarse el grueso
de las exportaciones agropecuarias y (c) parte de los pesos que fueron emitidos el año pasado, y eran
utilizados en operaciones en pesos que hoy no se realizan, al menos en la misma
magnitud. Todo esto es “combustible
derramado”, que impacta sobre el dólar paralelo, pero también, tarde o
temprano, sobre los precios.
5.- Ya hay algunos indicios de
aceleración inflacionaria, por ejemplo en el índice de precios elaborado
por la Dirección de Estadísticas y Censos de la Provincia de San Luis. Las
consultoras que promedia la oposición en el Congreso muestran números más
bajos, probablemente porque en Buenos Aires tal vez funcione mejor el
congelamiento de precios, como ha ocurrido muchas veces en estos años.
6.- Con tantos pesos excedentes, que dan lugar a presiones
inflacionarias crecientes, y congelamientos de precios como única “política
anti-inflacionaria”, el riesgo es que se
vayan acumulando desequilibrios que luego de las elecciones de octubre lleven a
mayor inestabilidad económica. Esto ocurrió con el famoso “Rodrigazo” de
1975, aunque hoy las condiciones no son tan críticas como en aquellos tiempos,
ni desde el punto de vista económico ni desde el punto de vista político,
afortunadamente.
7.- La clave hasta octubre será identificar si el Gobierno Nacional es consciente de los riesgos que está asumiendo
con esta política económica, y por lo tanto se prepara para ordenar la economía
luego de las elecciones, o si considera
que luego de las elecciones podrá seguir con más de lo mismo. Si ocurriera esto último, el riesgo de
crisis económica luego de octubre es grande.