Un blog de economía para no economistas

"Ojalá te toque vivir tiempos interesantes", reza una maldición china. Los argentinos sufrimos la maldición de vivir en una economía "interesante". Por eso tenemos que saber más de economía que en otros países.

Para enfrentar la maldición de vivir en una economía "interesante", en este blog encontrarás comentarios, análisis y estadísticas sobre la economía argentina, sin jerga económica innecesaria ni tecnicismos, con rigurosidad analítica pero simpleza en la exposición.

lunes, 27 de agosto de 2012

Por qué, con una emisión de pesos del 35% anual, no aumenta la inflación


Cuando la economía crece, digamos, 5%, la demanda de pesos tiende a aumentar en la misma proporción, ya que necesitamos más dinero para realizar más transacciones. Si el BCRA emite esa cantidad de dinero (la oferta de pesos aumenta 5%), no genera inflación, ya que la mayor oferta de pesos se absorbe con una mayor demanda de pesos. En otras palabras, con equilibrio entre oferta y demanda de pesos, no se produce inflación. Si, por el contrario, el BCRA aumenta la cantidad de dinero en más del 5%, genera inflación por la diferencia.

Veamos qué ocurrió en el último año. La actividad económica cayó un 1%, con lo cual la demanda de pesos debería haber caído en una proporción similar. Pero la cantidad de pesos en circulación aumentó un 35%. La inflación debería haber sido entonces del 36%. Sin embargo, ésta fue de sólo el 24%, como muestra el siguiente gráfico.


La línea negra representa el porcentaje de aumento de la cantidad de dinero menos el porcentaje de aumento de la actividad económica (el exceso de emisión sobre lo que debería subir la demanda de dinero); la línea roja representa la suba interanual de precios. Al final del gráfico, a la derecha, en el mes de julio, la diferencia entre el exceso de emisión y la inflación es de 12 puntos porcentuales.

¿Y esos 12 puntos porcentuales? Mi explicación es el “efecto billete de 100”, que postulé hace más de un año (para leer sobre este efecto, clickleá aquí).

Pero ahora se suma un segundo efecto que aumenta la demanda de dinero y, por lo tanto, también reduce el impacto inflacionario de la emisión monetaria: la pesificación de la economía requiere más pesos dedicados a la realización de transacciones que antes se realizaban utilizando dólares, como las transacciones inmobiliarias.

Todo esto le da al Gobierno Nacional la posibilidad de financiar con emisión monetaria un gran déficit fiscal sin aumentar la inflación. Y si de todos modos se produce un exceso de emisión, todavía es posible sacar de circulación parte de los pesos emitidos mediante la colocación de deuda del BCRA, instrumento que no utilizó durante el último año.

De esta forma, es difícil que se descontrole la inflación, aun cuando se produzca una fuerte emisión monetaria

martes, 21 de agosto de 2012

Perspectivas para el ahorro en una economía pesificada


A continuación, la columna de opinión mía que publicó La Voz del Interior en el suplemento especial del sábado pasado.

La pesificación llegó para quedarse. Pero de una forma muy concreta. De las tres funciones de la moneda, el Gobierno Nacional puede lograr, con relación al dólar, llevar a su mínima expresión a dos de ellas: su utilización como medio de pago (transacciones por las cuales se entregaban dólares, en adelante se realizarán entregando pesos) y su utilización como reserva de valor (pesos que se ahorraban comprando dólares, ahora buscarán otros destinos). Pero creo que difícilmente logre eliminar la función del dólar como unidad de cuenta, especialmente en un contexto en el cual es difícil que funcione algún mecanismo de indexación en pesos. En pocas palabras: operaremos en pesos pensando en dólares.

En este contexto, de los tres medios tradicionales para el ahorro minorista en Argentina, fáciles de operar y que todo el mundo conoce, plazos fijos, compra de dólares e inmuebles, los dos primeros perderán importancia, pero el tercero la mantendrá. Cuando el sector inmobiliario termine de “digerir” los bruscos y repentinos cambios de reglas de juego volverá a recibir inversiones, como una forma de ahorrar en dólares, aun sin poder comprar dólares.

Pero un principio básico de las finanzas es la diversificación (“huevos en distintas canastas”), más importante aún en una economía tan volátil. Y por lo tanto muchos pequeños ahorristas se verán tentados a subir un escalón en su sofisticación financiera. Aparecen así las oportunidades para invertir en instrumentos como cheques de pago diferido descontados en el mercado de capitales, fideicomisos agrícolas y financieros, obligaciones negociables de empresas y títulos públicos atados al dólar. Seguramente continuarán ampliándose las opciones de estos últimos, ya que muchas provincias, entre ellas Córdoba, necesitan financiarse y están lográndolo a través de estos instrumentos. Un título provincial atado al dólar, con una tasa de interés cercada al 10%, permite colocar pesos y obtener, al cabo de un año, un rendimiento en pesos probablemente cercano al 30%, varios puntos por encima de la inflación que seguramente tendremos durante 2012 y 2013.

El ingenio para protegerse de la inflación llevará también a otras alternativas vinculadas a bienes reales. Por ejemplo, la compra de planes de ahorro para colocar pesos que se valorizan al ritmo de aumento del precio de automóviles o de inmuebles, o el stockeo de bienes durables factibles de ser vendidos a futuro. Lo importante, para un pequeño ahorrista, es distinguir claramente cuándo está invirtiendo y cuándo sólo está gastando, para evitar la licuación de sus ahorros.

Cómo puede cerrar la actividad económica este año


Para analizar cómo puede cerrar 2012 en términos de crecimiento económico (o de caída de la actividad), el punto de partida es el siguiente gráfico, que muestra la evolución de la actividad económica desde principios de 2011 hasta el mes pasado:



Si confiamos en los datos de Ferreres, no caben dudas sobre lo que ha estado ocurriendo desde finales del año pasado: con altibajos, la actividad económica ha estado cayendo. Muy lejos de los diagnósticos de “desaceleración” económica, como he planteado insistentemente en los últimos meses (por ejemplo, ver los posts “La falacia de la desaceleración económica, también en Córdoba” y “No hay desaceleración, hay caída de actividad económica”). Tan fuerte ha sido la caída, que el nivel de actividad económica fue en julio un 3.6% menor que en septiembre del año pasado.

Para analizar cómo puede cerrar el año, dos cálculos son relevantes: (1) cómo cerraría el año si la actividad económica se mantuviera en el nivel de julio, es decir, si se cortara la caída, y (2) cuánto tendría que crecer la actividad económica durante lo que resta del año para que el año cerrara con crecimiento.

Van las respuestas. (1) Si la actividad económica se mantuviera entre agosto y diciembre en el nivel alcanzado en julio, el año cerraría con una caída del 1%. Es decir, para que el año termine registrando crecimiento, no alcanza con frenar la caída. (2) Si la actividad económica creciera entre agosto y diciembre a un promedio del 0.8% mensual, es decir, a un ritmo del 10% anual (sería una recuperación muy acelerada), el crecimiento anual terminaría en 0. Esto significa que para que 2012 cerrara con crecimiento (es decir, con mayor actividad económica que durante 2011), no sólo tendría que producirse una recuperación durante el resto del año, sino que además esa recuperación tendría que ser muy veloz, de más del 10% anual, mayor que la recuperación de la recesión de 2009.

Conclusión: es improbable que 2012 cierre con crecimiento.

viernes, 17 de agosto de 2012

Los 3 efectos monetarios que favorecen al Gobierno Nacional


En los últimos días se ha generado preocupación en muchos analistas por las consecuencias inflacionarias que puede tener una mayor emisión monetaria durante los últimos meses del año. Creo que esas preocupaciones no están teniendo en cuenta tres efectos monetarios que pueden beneficiar al Gobierno Nacional, que le permitirán emitir más dinero sin generar mayor inflación. Ellos son:

1.- Efecto pesificación.

Un razonamiento muy común por estos días, pero equivocado, es que las prohibiciones a la compra de dólares, al reducir la compra de dólares como mecanismo para “descargar” excedentes de pesos no deseados como consecuencia de la inflación, generarán mayor inflación. El error radica en que, con posibilidad de comprar dólares, se puede producir una “descarga” de pesos a nivel individual, pero no a nivel agregado o colectivo, dado que luego de la compra de dólares, los pesos excedentes siguen en circulación, a menos que quien venda esos dólares sea el BCRA. Es decir, los pesos no “desaparecen” por el hecho de que la gente quiera ahorrar en dólares. Por el contrario, con prohibiciones a la compra de dólares, la demanda de pesos aumenta en lugar de disminuir, ya que alguien en la economía tiene que stockearse de pesos, al menos por periodos reducidos de tiempo, para realizar transacciones que antes se realizaban en dólares.

Ejemplo concreto: transacciones inmobiliarias que antes no requerían pesos, porque se realizaban entregando dólares, ahora se realizan entregando pesos, aun cuando los precios de los inmuebles estén denominados en dólares. Con mayor utilización de pesos (mayor demanda de pesos, en términos económicos), el BCRA puede emitir más cantidad de pesos sin generar un exceso de oferta de pesos, ya que esos pesos son demandados para realizar esas transacciones, y por lo tanto sin generar un desequilibrio monetario que genere presiones inflacionarias adicionales a las ya existentes.

2.- Efecto “billete de 100”.

Hace más de un año, en julio de 2011, escribí el post “¿Querés saber cuál es el truco para emitir al 38% y tener inflación de sólo el 23%?” (para leerlo, hacé click aquí) en el que mostraba cómo lo que denomino “efecto billete de 100” explicaba por qué la inflación era mucho más baja que la pronosticada por la mayoría de los economistas.

El “efecto billete de 100” funciona de la siguiente manera. Dado que el BCRA ha estado emitiendo sólo billetes de 100, desde hace mucho tiempo (obviamente, más de un año, dado el momento en que planteé ese efecto), ha ido aumentando tanto la proporción de billetes de 100 dentro del total de los billetes emitidos, que cualquiera que vaya a un cajero automático sólo puede extraer múltiplos de 100, porque el resto de los billetes no están en condiciones de ser operados en cajeros (dado que casi ni se reponen billetes de menor denominación, éstos están muy deteriorados, como podés comprobar fijándote en los billetes que tengas en tu billetera), y también porque operativamente no resulta eficiente llenarlos con billetes de menor denominación (habría que reponer billetes en los cajeros con mucha más frecuencia). Esto genera que alguien que necesite, digamos, 120 pesos para realizar transacciones en efectivo, se vea obligado a extraer 200 pesos, el menor múltiplo de 100 con que puede hacerse de esos 120 pesos a través del cajero automático. Pero esto implica que en lugar de dejar en su bolsillo 120 pesos, dejará 200 pesos hasta el momento en que los haya gastado completamente, momento de ir nuevamente al cajero. La diferencia entre tener en el bolsillo 120 pesos, o tener 200 pesos es, en términos económicos, un aumento en la demanda de dinero, “artificial” o no deseado, si se quiere, pero aumento de demanda al fin.

Nuevamente, con mayor demanda de pesos, el BCRA tiene más margen para emitir dinero sin generar presiones inflacionarias adicionales, ya que sólo la emisión que exceda esa mayor demanda de dinero es la que genera inflación. ¿No estás muy convencido de este efecto? Con actividad económica al mismo nivel que un año atrás, la cantidad de dinero en circulación es un 34% mayor que hace un año, mientras que la inflación fue de sólo el 24%, cuando cualquier economista habría apostado, con estos números, por una inflación del 34%. El “efecto billete de 100” funcionó para pronosticar acertadamente una inflación muy por debajo del ritmo de emisión monetaria.

3.- Efecto esterilización monetaria.

Durante mucho tiempo, el BCRA realizó lo que se denomina “esterilización monetaria”, que consiste en retirar dinero de circulación a través de la colocación de títulos de deuda a corto plazo (las letras y notas del BCRA, denominadas LEBAC y NOBAC). Esto permite que la emisión original de dinero para comprar dólares o para prestarle al Tesoro Nacional reduzca su impacto inflacionario, ya que la esterilización hace que la cantidad de dinero en circulación aumente en menor proporción que la emisión original.

Durante el último año, el BCRA no ha utilizado este instrumento monetario. En efecto, al 3 de agosto, el stock de LEBAC y NOBAC sumaba $ 88,679 millones, mientras que 12 meses atrás sumaba $ 84,709 millones. Es decir, no ha habido colocación neta de estos instrumentos.

Desconozco los motivos por los cuales el BCRA no ha “esterilizado” la gran cantidad de dinero emitido en el último año (emisión del 34%). Tal vez haya detectado los dos efectos anteriores, y haya caído en la cuenta de que tenía mayor margen para dejar esos pesos en circulación, sin generar presiones inflacionarias adicionales. O tal vez ha realizado una política monetaria menos “estratégica” y más de “prueba y error”, testeando cuánta emisión resultaba compatible con la inflación actual, dejando el instrumento de la esterilización listo para ser utilizado en cuanto detectara un eventual aumento de la inflación. Lo cierto es que hace un año, el stock de LEBAC y NOBAC representaba el 44% de la base monetaria, mientras que hoy representa sólo el 34%. Conclusión: el BCRA tiene margen para esterilizar gran parte de la mayor emisión monetaria que realice durante lo que resta del año, reduciendo así su potencial inflacionario.

Creo que estos tres efectos son de primerísima importancia para comprender lo que puede ocurrir con la economía en el resto de 2012, y durante 2013, y para comprender el margen de política económica que tiene el Gobierno Nacional en vísperas de un año electoral.

Las implicancias de efectos como el “efecto billete de 100” son interesantísimas. Si el Gobierno Nacional lo descubriera, podría crear un billete de 200 o de 500 pesos, potenciando ese efecto: llenando los cajeros con esos billetes de mayor denominación (lo que además reduciría los costos logísticos de los bancos), ¡hasta para hacerse de 50 pesos a través de los cajeros automáticos sería necesario extraer 200 o 500 pesos! Y podría “venderlo” en términos de opinión pública no como la consecuencia de la alta inflación (argumento que lo ha inhibido hasta ahora de emitir billetes de mayor denominación), sino como parte del proceso de pesificación de la economía, ya que las transacciones que antes se realizaban en dólares, como las transacciones inmobiliarias, con billetes de 100 como billete de mayor denominación requieren un volumen enorme de billetes, problema que se reduciría poniendo en circulación billetes de mayor denominación (podría haber reservado el billete de Evita para estos nuevos billetes).


Dada la importancia de estos efectos y, además, dado que los dos primeros efectos no son muy intuitivos, ni siquiera para los economistas (no los vas a encontrar en ningún libro de economía), no dudo de que seguiremos analizándolos durante las próximas semanas, mientras vamos analizando las perspectivas para el próximo año.

jueves, 16 de agosto de 2012

Los salarios y las perspectivas del consumo


Hoy Punto a Punto publicó, en su página web, la cobertura del Almuerzo de Coyuntura Económica de la Bolsa de Comercio de Córdoba. Allí hace referencia al diagnóstico planteado en esa reunión de que el consumo repuntó a partir de junio, como consecuencia del impacto positivo de los aumentos salariales sobre el poder adquisitivo de los consumidores. Y menciona la nota que se trata de un fenómeno que vengo anticipando desde comienzos de año en los Desayunos de Coyuntura Económica que hacemos todos los meses con Punto a Punto.

A continuación, por gentileza de Economic Trends, la edición del 16 de abril de Economía en 5 Minutos, donde explicaba el fenómeno que en aquel momento anticipaba, y que todo indica que hoy efectivamente está ocurriendo.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Por qué Stiglitz no habla sobre la inflación en Argentina


En estos días, se le ha preguntado de manera insistente al Premio Nobel Joseph Stiglitz sobre la inflación en Argentina. Y Stiglitz se ha esforzado por evitar responder algo relevante al respecto. Mucha gente se pregunta ¿por qué Stiglitz no habla de inflación cuando viene a la Argentina? Incluso algunos medios hablan de la importante suma de dólares que habría cobrado por su disertación en nuestro país, generando suspicacias acerca de una posible relación entre ambas cosas. Yo plantearía otros ejes de análisis, que creo más relevantes. Mis reflexiones son las siguientes:

1.- Stiglitz no habla de inflación no porque crea que se trata de un fenómeno sin consecuencias económicas y sociales negativas (no creo que piense eso), sino porque la inflación no es el problema central del mundo en la actualidad, cuando justamente gran parte de los países desarrollados está pasando por una depresión económica. Al propio Keynes se lo malinterpretó muchas veces en sus opiniones sobre la inflación: creía que la inflación era algo a resolver, pero no era el problema relevante en la época en que le tocó vivir, signada por la Gran Depresión de los 30, cuando en todo caso había deflación más que inflación, y por lo tanto se concentró en cómo reducir el desempleo más que en cómo reducir la inflación. Si hubiera vivido durante la década del 70, seguramente se habría ocupado en cómo reducir la inflación (y habría seguido ocupado en cómo reducir el desempleo).

2.- De hecho, los libros de Stiglitz se concentran en cuestiones vinculadas con el desarrollo económico, el comercio justo entre países, el manejo de la deuda pública, las asimetrías de información que generan fallos de mercado susceptibles de ser solucionados mediante intervenciones públicas, el rol del Estado en la economía, entre muchos otros temas que nada o muy poco tienen que ver con la inflación. Libros suyos muy conocidos como “El malestar en la globalización” o “Cómo hacer que funcione la globalización” no tienen un solo capítulo dedicado a la inflación.

3.- Adicionalmente, dado que argumenta que en el mundo desarrollado hay un sesgo muy marcado hacia la preocupación por la inflación, en detrimento de la preocupación por el desempleo, creo que Stiglitz está interesado en plantear que no hay que preocuparse por la inflación. Claro que está pensando, por ejemplo, en un Banco Central Europeo subiendo tasas de interés en medio de una terrible depresión por temores infundados a una suba de la inflación. Su prédica en contra de preocuparse por la inflación tiene que ver con contrarrestar situaciones como esa, y creo que su énfasis sería otro en una economía con alta inflación.

4.- Todo esto, y tal vez alguna prudencia al momento de hablar de temas específicos del país sin tener información suficiente, puede explicar por qué esquiva la pregunta acerca de la inflación en Argentina. Pero, de todos modos, hay que tener en cuenta que al venir a la Argentina, Stiglitz aceptó compartir su exposición con la Presidente. Y Stiglitz debe saber que en cualquier país, compartiendo estrado con el Presidente, corre riesgo de que sus palabras sean utilizadas para defender políticas que él no necesariamente defendería. Stiglitz no es ingenuo en cuestiones políticas. Fue asesor económico del gobierno de Bill Clinton, y fue vicepresidente del Banco Mundial. Por lo tanto, habría sido razonable que hiciera alguna referencia a la inflación Argentina, especialmente teniendo en cuenta que no habló sólo de la crisis europea, sino que hizo varias referencias a las políticas económicas de Argentina. Claro que no habló tanto de políticas económicas actuales, sino más bien de las políticas aplicadas en medio de la crisis de 2002 y la restructuración de deuda de 2005. Pero esto es sólo una sutileza cuando la política aprovecha a su favor opiniones calificadas como la de Stiglitz.

5.- Alguien podría argumentar que Stiglitz no tiene por qué saber lo que ocurre con la inflación en Argentina, cuando los indicadores oficiales no lo muestran. Respondería que: (a) aun la inflación oficial es muy alta en términos internacionales (9.5% en 2011) y (b) si los salarios crecen 29.5% anual, el gasto público nacional crece 33.1% anual y la cantidad de dinero crece 34.6% anual (todos estos datos oficiales de 2011), no hace falta ser premio Nobel para darse cuenta de que esos números sólo pueden producirse de manera sostenida si hay una alta inflación, mayor que la inflación oficial. Y Stiglitz tiene experiencia trabajando en países en desarrollo, participando de misiones del Banco Mundial, y por lo tanto obteniendo información de cada país. No le costaría mucho obtener esta información y armarse una composición de lugar sobre lo que está ocurriendo en Argentina.

6.- Por lo tanto, no le reprocharía a Stiglitz que no se ocupe de analizar la inflación de Argentina. No es su tema, y está preocupado por otros problemas mundiales distintos de la inflación. Pero tratándose de un hombre claramente comprometido con los temas sociales, compartiendo tribunas susceptibles de usar políticamente sus expresiones, podría haberlo explicitado, sin quedar mal con quienes lo invitaron a disertar en Argentina, y sin entrar en opiniones poco fundamentadas, como ocurrió con otro premio Nobel de visita en Argentina, Edmund Phelps, quien habló de riesgo de hiperinflación cuando, afortunadamente, hay que recorrer un trecho muy grande para llegar a una hiper.

lunes, 13 de agosto de 2012

Por qué la recuperación brasileña no necesariamente hará recuperar a la industria argentina


En las últimas semanas se ha producido una especie de consenso acerca de que la probable recuperación económica de Brasil permitirá una rápida recuperación de la economía argentina. Lamentablemente, creo que esto no necesariamente ocurrirá, y que la clave está en la competitividad cambiaria.

Vamos por partes. Efectivamente creo que Brasil se recuperará. No tiene problemas económicos de fondo que impidan su recuperación, ha bajado sus tasas de interés, ha subido su tipo de cambio y ha ejecutado medidas fiscales expansivas. Desde comienzos de año vengo planteando que hay altas chances de que Brasil se recupere en lo que queda del año, y sigo creyendo que eso puede suceder.

Creo también que una eventual recuperación de la economía brasileña es sin dudas una buena noticia para Argentina. Parte, aunque sólo parte, de la caída en la actividad industrial argentina del primer semestre de este año se debe a la menor demanda brasileña y, por lo tanto, una recuperación brasileña revertiría ese proceso de arrastre hacia abajo de nuestra industria.

Pero una parte importante de la caída industrial argentina se debe a la fuerte pérdida de competitividad cambiaria contra Brasil que se produjo durante el último año, como mostré en otras oportunidades (ver el post Por qué sube el dólar paralelo). Con mantenimiento de la inflación en Argentina (en torno al 25% anual) y en Brasil (en torno al 5% anual), y estabilidad cambiaria en Brasil, la depreciación del dólar oficial que probablemente está pensando el Gobierno Nacional (en torno al 20% anual) sólo lograría contener la “hemorragia” de competitividad, manteniéndola en los niveles actuales, un 26% por debajo del nivel de un año atrás y muy cerca del nivel de 1997.

En este contexto, una recuperación de la industria brasileña pero en un contexto de atraso cambiario argentino, no necesariamente conduce a una rápida recuperación de la industria argentina. El antecedente más relevante es el de 1998 a 2000, como muestra el siguiente gráfico (para verlo más grande, clickealo), que utilicé en mi exposición en la Conferencia de Jóvenes Empresarios de la UIC (para ver el material de esa exposición, clickeá aquí).


La línea negra muestra la evolución del tipo de cambio real de Argentina con relación a Brasil (cuanto más abajo está en el gráfico, menor es nuestra competitividad cambiaria), mientras que las líneas celeste (Argentina) y verde (Brasil) muestran la evolución de la actividad industrial en ambos países. El gráfico muestra claramente cómo la producción industrial caía durante 1998 en ambos países, y cómo Brasil despega, pero Argentina se queda rezagada, luego de la devaluación brasileña de enero de 1999, que perjudicó a nuestro tipo de cambio real, que quedó muy bajo durante los años siguientes, hasta la crisis de 2001 y 2002.

Espero que la historia no se repita, pero no dejemos de tener en cuenta que de la combinación de caída industrial en Brasil y atraso cambiario argentino, esta último es el que tiene menos chances de recuperarse a corto plazo.

Premios Nobel opinando sobre Argentina


En las últimas semanas, tres premios Nobel en Economía han opinado sobre Argentina, en particular sobre las políticas económicas con que Argentina salió de la crisis de 2001 y 2002 y las enseñanzas que se desprenden al momento de pensar soluciones para la actual crisis europea. Ellos son Paul Krugman, Joseph Stiglitz y Edmund Phelps, estos dos últimos de visita en nuestro país la semana pasada.

Con relación a la crisis europea, Phelps planteó que la medicina apropiada es el ajuste fiscal, mientras que Krugman y Stiglitz plantearon, como vienen haciéndolo desde hace mucho tiempo, que el ajuste fiscal no hace más que profundizar una depresión como la que está sufriendo Europa y como ocurrió en 2001 en Argentina. Sin dudas, creo que son Krugman y Stiglitz quienes tienen razón. En medio de fuertes recesiones, gobiernos que intentan reducir sus déficit fiscales con reducciones de gastos y/o aumentos de impuestos no hacen más que profundizar la caída de la actividad económica, haciendo caer la recaudación impositiva e incurriendo en déficit fiscales similares a los que tenían antes de las medidas de ajuste, pero habiendo profundizado la recesión y el desempleo. Es una especie de espiral descendente de la cual es difícil salir, como le ha ocurrido a Grecia en estos últimos 4 años, y como le ocurrió a Argentina durante 2000 y 2001.

Las opiniones sobre Argentina presentan más matices. Krugman ha planteado no sólo que las políticas argentinas para salir de la crisis fueron apropiadas (devaluación, restructuración de deuda, políticas macroeconómicas expansivas), sino además que la prensa internacional critica injustificadamente las políticas argentinas en comparación con las políticas brasileñas, habitualmente elogiadas, cuando en realidad Argentina ha tenido un mejor desempeño que Brasil desde entonces (aunque hace un par de semanas, en entrevista con Andrés Oppenheimer, se despegó un poco de las políticas económicas argentinas desde 2007). Stiglitz se cuidó más, en su estadía en Córdoba, de elogiar las políticas económicas actuales, aunque tampoco profundizó demasiado. Y Phelps planteó que si Argentina sigue por la senda actual, terminará como Grecia, o incluso en hiperinflación, dada la fuerte emisión monetaria actual.

Creo que la experiencia argentina en 2001 y 2002 efectivamente brinda claves de análisis para comprender la crisis europea, aunque esto no significa que todas las medidas de política económica tomadas en aquel momento sean aplicables o relevantes para la situación europea actual, en parte porque cada crisis tiene componentes particulares y en parte porque el contexto institucional es muy diferente en ambos casos. En mi opinión, Krugman se excede en los elogios a las políticas argentinas de los últimos años, Stiglitz no agregó demasiado al análisis de la economía argentina, y Phelps se equivoca rotundamente cuando habla de hiperinflación o de riesgo de llegar a la situación de Grecia.

Seguramente a estos prestigiosos economistas les falta información sobre la situación actual de Argentina, con lo cual es más razonable la postura más cauta de Stiglitz, y es de mayor utilidad tomar de él y de Krugman sus opiniones, súper calificadas y acertadas, sobre la crisis europea, y menos relevantes sus opiniones sobre la economía argentina sobre la cual, aun habiendo hecho grandes aportes a la teoría económica (a tal punto de haber sido galardonados con el premio Nobel), es natural que no tengan demasiado para decir.

Destaco una idea formulada por Stiglitz la semana pasada: dado que una eventual salida de Grecia, España o Italia de la Eurozona generaría muchos perjuicios a estos países, la solución óptima sería una salida de Alemania, ya que aquellas economías en problemas se quedarían con deudas en euros que podrían manejar mejor con un euro depreciado, mientras que a Alemania se le haría aún más fácil pagar sus deudas en euros con un marco apreciado. Brillante.

Para leer más sobre mi análisis acerca de las opiniones de Krugman sobre Argentina, ver los posts Krugman se equivoca con Argentina y CFK, Krugman y el caso argentino

jueves, 2 de agosto de 2012

Análisis económico en Punto a Punto


En la edición impresa de Punto a Punto de esta semana, la cobertura del desayuno del Ciclo de Coyuntura Económica.

Para más detalles sobre lo que mencioné allí acerca de las semejanzas de las políticas económicas actuales con las de la década del 30, ver post "Déjà vu de política económica" haciendo click aquí.

Déjà vu de política económica


El Gobierno Nacional elimina la cobertura con reservas de la base monetaria, lo que le permite utilizar reservas internacionales para pagar deuda pública en moneda extranjera, evitando así tener que pagar altas tasas de interés en los mercados financieros internacionales, y flexibiliza las restricciones para emitir pesos para financiar gasto público. Impone un estricto control de cambios que prioriza la utilización de divisas para el pago de deuda pública y la importación de combustibles, y deja al final de las prioridades la utilización para que las empresas transfieran dividendos a sus casas matrices en el exterior y para que las personas utilicen moneda extranjera para sus viajes fuera del país. Todas las transacciones no autorizadas oficialmente se canalizan al mercado paralelo, creando un tipo de cambio negro, por encima del oficial. Impone restricciones a las importaciones a través de mecanismos que requieren autorización previa para importar, priorizando las importaciones de bienes intermedios en detrimento de los bienes de consumo y de capital. Toma medidas proteccionistas ante un escenario internacional percibido como adverso como consecuencia de la crisis financiera internacional. Y analiza proyectos de política monetaria y financiera para impulsar los créditos bancarios a las empresas, a pesar del corto plazo de los depósitos que financian dichos créditos.

¿Me estoy refiriendo a la política económica de Argentina en 2012? No. Me estoy refiriendo a las políticas económicas de la década del 30, luego del inicio de la Gran Depresión. Las políticas propuestas al final de aquella década, ante el diagnóstico de una economía mundial adversa para Argentina, algo que finalmente no ocurrió durante los 40, plantearon medidas monetarias y financieras (el famoso Plan Pinedo, por ejemplo, que finalmente no logró aprobación parlamentaria en el 40) que resultaron un antecedente importante de la nacionalización de depósitos que rigió de 1946 a 1957, que dio origen a la alta inflación y al achicamiento del sistema financiero durante las décadas siguientes. Por supuesto que el contexto internacional e incluso nacional es hoy muy diferente al de 80 años atrás, y aquellas similitudes con las políticas actuales conviven, naturalmente, con importantes diferencias. Pero pueden ser antecedentes a tener en cuenta en momentos en que el Gobierno Nacional tiene un diagnóstico de que “el mundo se nos cae encima” y comienza a plantear políticas de direccionamiento del crédito bancario hacia las empresas a tasas de interés por debajo de la inflación.