En estos días, se le
ha preguntado de manera insistente al Premio Nobel Joseph Stiglitz sobre la
inflación en Argentina. Y Stiglitz se ha esforzado por evitar responder algo
relevante al respecto. Mucha gente se pregunta ¿por qué Stiglitz no habla de inflación cuando viene a la Argentina?
Incluso algunos medios hablan de la importante suma de dólares que habría
cobrado por su disertación en nuestro país, generando suspicacias acerca de una
posible relación entre ambas cosas. Yo plantearía otros ejes de análisis, que
creo más relevantes. Mis reflexiones son las siguientes:
1.- Stiglitz no habla
de inflación no porque crea que se trata de un fenómeno sin consecuencias
económicas y sociales negativas (no creo que piense eso), sino porque la inflación no es el problema central del mundo en la actualidad, cuando justamente gran parte de los países desarrollados está pasando por una
depresión económica. Al propio Keynes se lo malinterpretó muchas veces en
sus opiniones sobre la inflación: creía que la inflación era algo a resolver,
pero no era el problema relevante en la época en que le tocó vivir, signada por
la Gran Depresión de los 30, cuando en todo caso había deflación más que
inflación, y por lo tanto se concentró en cómo reducir el desempleo más que en
cómo reducir la inflación. Si hubiera vivido durante la década del 70,
seguramente se habría ocupado en cómo reducir la inflación (y habría seguido
ocupado en cómo reducir el desempleo).
2.- De hecho, los
libros de Stiglitz se concentran en cuestiones vinculadas con el desarrollo
económico, el comercio justo entre países, el manejo de la deuda pública, las
asimetrías de información que generan fallos de mercado susceptibles de ser
solucionados mediante intervenciones públicas, el rol del Estado en la
economía, entre muchos otros temas que nada o muy poco tienen que ver con la
inflación. Libros suyos muy conocidos como “El malestar en la globalización” o “Cómo
hacer que funcione la globalización” no
tienen un solo capítulo dedicado a la inflación.
3.- Adicionalmente,
dado que argumenta que en el mundo
desarrollado hay un sesgo muy marcado hacia la preocupación por la inflación,
en detrimento de la preocupación por el desempleo, creo que Stiglitz está interesado en plantear que no
hay que preocuparse por la inflación. Claro que está pensando, por ejemplo,
en un Banco Central Europeo subiendo tasas de interés en medio de una terrible depresión
por temores infundados a una suba de la inflación. Su prédica en contra de
preocuparse por la inflación tiene que ver con contrarrestar situaciones como
esa, y creo que su énfasis sería otro en una economía con alta inflación.
4.- Todo esto, y tal
vez alguna prudencia al momento de hablar
de temas específicos del país sin tener información suficiente, puede
explicar por qué esquiva la pregunta acerca de la inflación en Argentina. Pero,
de todos modos, hay que tener en cuenta que al venir a la Argentina, Stiglitz
aceptó compartir su exposición con la Presidente. Y Stiglitz debe saber que en cualquier país, compartiendo estrado con el
Presidente, corre riesgo de que sus palabras sean utilizadas para defender
políticas que él no necesariamente defendería. Stiglitz no es ingenuo en
cuestiones políticas. Fue asesor económico del gobierno de Bill Clinton, y fue
vicepresidente del Banco Mundial. Por lo tanto, habría sido razonable que
hiciera alguna referencia a la inflación Argentina, especialmente teniendo en
cuenta que no habló sólo de la crisis europea, sino que hizo varias referencias
a las políticas económicas de Argentina. Claro que no habló tanto de políticas
económicas actuales, sino más bien de las políticas aplicadas en medio de la
crisis de 2002 y la restructuración de deuda de 2005. Pero esto es sólo una
sutileza cuando la política aprovecha a su favor opiniones calificadas como la
de Stiglitz.
5.- Alguien podría
argumentar que Stiglitz no tiene por qué saber lo que ocurre con la inflación
en Argentina, cuando los indicadores oficiales no lo muestran. Respondería que:
(a) aun la inflación oficial es muy alta en términos internacionales (9.5% en
2011) y (b) si los salarios crecen 29.5% anual, el gasto público nacional crece
33.1% anual y la cantidad de dinero crece 34.6% anual (todos estos datos
oficiales de 2011), no hace falta ser
premio Nobel para darse cuenta de que esos números sólo pueden producirse de
manera sostenida si hay una alta inflación, mayor que la inflación oficial.
Y Stiglitz tiene experiencia trabajando en países en desarrollo, participando
de misiones del Banco Mundial, y por lo tanto obteniendo información de cada
país. No le costaría mucho obtener esta información y armarse una composición
de lugar sobre lo que está ocurriendo en Argentina.
6.- Por lo tanto, no le reprocharía a Stiglitz que no se
ocupe de analizar la inflación de Argentina. No es su tema, y está preocupado
por otros problemas mundiales distintos de la inflación. Pero tratándose de un
hombre claramente comprometido con los temas sociales, compartiendo tribunas
susceptibles de usar políticamente sus expresiones, podría haberlo explicitado, sin quedar mal con quienes lo invitaron a
disertar en Argentina, y sin entrar en opiniones poco fundamentadas, como
ocurrió con otro premio Nobel de visita en Argentina, Edmund Phelps, quien
habló de riesgo de hiperinflación cuando, afortunadamente, hay que recorrer un
trecho muy grande para llegar a una hiper.
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