Un blog de economía para no economistas

"Ojalá te toque vivir tiempos interesantes", reza una maldición china. Los argentinos sufrimos la maldición de vivir en una economía "interesante". Por eso tenemos que saber más de economía que en otros países.

Para enfrentar la maldición de vivir en una economía "interesante", en este blog encontrarás comentarios, análisis y estadísticas sobre la economía argentina, sin jerga económica innecesaria ni tecnicismos, con rigurosidad analítica pero simpleza en la exposición.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Por qué Stiglitz no habla sobre la inflación en Argentina


En estos días, se le ha preguntado de manera insistente al Premio Nobel Joseph Stiglitz sobre la inflación en Argentina. Y Stiglitz se ha esforzado por evitar responder algo relevante al respecto. Mucha gente se pregunta ¿por qué Stiglitz no habla de inflación cuando viene a la Argentina? Incluso algunos medios hablan de la importante suma de dólares que habría cobrado por su disertación en nuestro país, generando suspicacias acerca de una posible relación entre ambas cosas. Yo plantearía otros ejes de análisis, que creo más relevantes. Mis reflexiones son las siguientes:

1.- Stiglitz no habla de inflación no porque crea que se trata de un fenómeno sin consecuencias económicas y sociales negativas (no creo que piense eso), sino porque la inflación no es el problema central del mundo en la actualidad, cuando justamente gran parte de los países desarrollados está pasando por una depresión económica. Al propio Keynes se lo malinterpretó muchas veces en sus opiniones sobre la inflación: creía que la inflación era algo a resolver, pero no era el problema relevante en la época en que le tocó vivir, signada por la Gran Depresión de los 30, cuando en todo caso había deflación más que inflación, y por lo tanto se concentró en cómo reducir el desempleo más que en cómo reducir la inflación. Si hubiera vivido durante la década del 70, seguramente se habría ocupado en cómo reducir la inflación (y habría seguido ocupado en cómo reducir el desempleo).

2.- De hecho, los libros de Stiglitz se concentran en cuestiones vinculadas con el desarrollo económico, el comercio justo entre países, el manejo de la deuda pública, las asimetrías de información que generan fallos de mercado susceptibles de ser solucionados mediante intervenciones públicas, el rol del Estado en la economía, entre muchos otros temas que nada o muy poco tienen que ver con la inflación. Libros suyos muy conocidos como “El malestar en la globalización” o “Cómo hacer que funcione la globalización” no tienen un solo capítulo dedicado a la inflación.

3.- Adicionalmente, dado que argumenta que en el mundo desarrollado hay un sesgo muy marcado hacia la preocupación por la inflación, en detrimento de la preocupación por el desempleo, creo que Stiglitz está interesado en plantear que no hay que preocuparse por la inflación. Claro que está pensando, por ejemplo, en un Banco Central Europeo subiendo tasas de interés en medio de una terrible depresión por temores infundados a una suba de la inflación. Su prédica en contra de preocuparse por la inflación tiene que ver con contrarrestar situaciones como esa, y creo que su énfasis sería otro en una economía con alta inflación.

4.- Todo esto, y tal vez alguna prudencia al momento de hablar de temas específicos del país sin tener información suficiente, puede explicar por qué esquiva la pregunta acerca de la inflación en Argentina. Pero, de todos modos, hay que tener en cuenta que al venir a la Argentina, Stiglitz aceptó compartir su exposición con la Presidente. Y Stiglitz debe saber que en cualquier país, compartiendo estrado con el Presidente, corre riesgo de que sus palabras sean utilizadas para defender políticas que él no necesariamente defendería. Stiglitz no es ingenuo en cuestiones políticas. Fue asesor económico del gobierno de Bill Clinton, y fue vicepresidente del Banco Mundial. Por lo tanto, habría sido razonable que hiciera alguna referencia a la inflación Argentina, especialmente teniendo en cuenta que no habló sólo de la crisis europea, sino que hizo varias referencias a las políticas económicas de Argentina. Claro que no habló tanto de políticas económicas actuales, sino más bien de las políticas aplicadas en medio de la crisis de 2002 y la restructuración de deuda de 2005. Pero esto es sólo una sutileza cuando la política aprovecha a su favor opiniones calificadas como la de Stiglitz.

5.- Alguien podría argumentar que Stiglitz no tiene por qué saber lo que ocurre con la inflación en Argentina, cuando los indicadores oficiales no lo muestran. Respondería que: (a) aun la inflación oficial es muy alta en términos internacionales (9.5% en 2011) y (b) si los salarios crecen 29.5% anual, el gasto público nacional crece 33.1% anual y la cantidad de dinero crece 34.6% anual (todos estos datos oficiales de 2011), no hace falta ser premio Nobel para darse cuenta de que esos números sólo pueden producirse de manera sostenida si hay una alta inflación, mayor que la inflación oficial. Y Stiglitz tiene experiencia trabajando en países en desarrollo, participando de misiones del Banco Mundial, y por lo tanto obteniendo información de cada país. No le costaría mucho obtener esta información y armarse una composición de lugar sobre lo que está ocurriendo en Argentina.

6.- Por lo tanto, no le reprocharía a Stiglitz que no se ocupe de analizar la inflación de Argentina. No es su tema, y está preocupado por otros problemas mundiales distintos de la inflación. Pero tratándose de un hombre claramente comprometido con los temas sociales, compartiendo tribunas susceptibles de usar políticamente sus expresiones, podría haberlo explicitado, sin quedar mal con quienes lo invitaron a disertar en Argentina, y sin entrar en opiniones poco fundamentadas, como ocurrió con otro premio Nobel de visita en Argentina, Edmund Phelps, quien habló de riesgo de hiperinflación cuando, afortunadamente, hay que recorrer un trecho muy grande para llegar a una hiper.

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