Un blog de economía para no economistas

"Ojalá te toque vivir tiempos interesantes", reza una maldición china. Los argentinos sufrimos la maldición de vivir en una economía "interesante". Por eso tenemos que saber más de economía que en otros países.

Para enfrentar la maldición de vivir en una economía "interesante", en este blog encontrarás comentarios, análisis y estadísticas sobre la economía argentina, sin jerga económica innecesaria ni tecnicismos, con rigurosidad analítica pero simpleza en la exposición.

sábado, 3 de septiembre de 2011

Política económica para un país industrial

A continuación, un artículo que escribí como colaboración a pedido del diario Comercio y Justicia, en ocasión del Día de la Industria.
Existe una idea bastante generalizada de que los 90 fueron años de desindustrialización en Argentina, pero que esto se revirtió de 2003 en adelante. Los datos confirman lo primero, pero no lo segundo. La participación de la industria en el Producto Interno Bruto (PIB) pasó del 18.2% en 1993 al 16.1% en 2001; saltó al 20.3% en 2002, pero desde ahí fue bajando hasta llegar al 18.8% en 2010, prácticamente el mismo nivel de 1993.
En realidad, la situación es peor, ya que los datos anteriores están afectados por los cambios de precios relativos generados por la devaluación de 2002: con una devaluación, aumentan los precios de los productos transables (como los bienes industriales) por sobre el promedio de la economía (muy influido por no transables como comercio y servicios), aumentando entonces artificialmente la participación de la industria. Eliminando este efecto, las cifras muestran una industrialización más pobre todavía: pasó del 18.2% en 1993 al 15.4% en 2001, y de ahí al 16% en 2010, apenas por encima de 2001 y 2 puntos porcentuales por debajo de 1993. Difícil ver en estos números un proceso de industrialización.
Pero el pasado reciente no nos condena. Argentina tiene un potencial de industrialización enorme. Tenemos ramas industriales con historia, como la metalmecánica, y otras con una creciente demanda mundial, como la industria agroalimentaria. Y tenemos industriales de primerísimo nivel. Y todo esto es particularmente cierto en Córdoba. Pero para aprovechar este potencial, tenemos que dar con las políticas industriales apropiadas. El problema es que todavía no hemos logrado acuerdos sobre cómo deberían ser esas políticas.
Los economistas no hemos contribuido demasiado, ya que históricamente hemos discutido dos posturas extremas: políticas industriales proteccionistas versus liberalismo a ultranza, o su sinónimo, la ausencia de política industrial. Las primeras, que implican proteger a sectores industriales poco competitivos con aranceles y otras barreras a las importaciones, no han funcionado en Argentina, ni en el resto de Latinoamérica. Las segundas, que implican un Estado que sólo fija reglas de juego generales, pero no aplica políticas sectoriales, no cambiaron mucho la situación. Distintos enfoques, resultados similares, como muestran las cifras del comienzo.
Afortunadamente, hay economistas que han comenzado a realizar aportes relevantes. Mis preferidos son Dani Rodrik y Ricardo Hausmann, que vienen desarrollando un moderno enfoque para las políticas industriales. Podríamos poner en pocas líneas sus argumentos del siguiente modo: (1) las economías más desarrolladas producen bienes de mayor valor agregado (“las economías son lo que producen”); (2) pero el desarrollo económico no es automático, ya que los mercados de bienes de alto valor agregado no siempre se generan espontáneamente; (3) esto es consecuencia de que existen fallos de mercado o círculos viciosos que la acción individual no puede romper, como la inexistencia de proveedores y mano de obra especializados por ausencia de empresas que los demanden, y la inexistencia de empresas que los demanden por la ausencia de esos proveedores y esa mano de obra; (4) estos círculos viciosos sí pueden ser rotos por la acción colectiva.
Esto es verdaderamente un cambio de paradigma. Ya no se trata de proteger a sectores poco competitivos, dañando la competitividad de la economía, ni de dejar todo librado al libre funcionamiento del mercado, perdiendo la oportunidad de desarrollo de mercados de alto valor agregado. Se trata de liberar los obstáculos para que la producción competitiva de bienes de alto valor agregado florezca en la economía, generando crecimiento, riqueza y empleo. Y esto no requiere políticas económicas “desde el despacho”, sino un trabajo conjunto entre el sector público y el sector privado. Y ya no todo se juega a nivel nacional, sino que hay lugar para las políticas provinciales e incluso locales.
En medio de los festejos por el día de la industria, comencemos a pensar en modernos enfoques para la política industrial, de tal modo que generemos más motivos para festejar.

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