En el discurso del Gobierno Nacional, se están poniendo de moda las comparaciones internacionales. Hace
dos días, la Presidenta comparó a Argentina con Canadá y Australia,
explicitando un diagnóstico equivocado: que estamos mejor, en cuestiones macroeconómicas,
que esos dos países. Ya argumenté en el post anterior (ver Cristina, Canadá y Australia) que ambos países pueden tener menos reservas que Argentina porque las
necesitan menos, que tienen más deuda pública porque pueden financiarla a un
costo menor y que tienen déficit fiscal, pero Argentina también. Ayer fue el
turno de la Ministra de Industria, Débora
Giorgi, planteando que tenemos una
tasa de desempleo más baja que países desarrollados, lo cual es cierto.
Pero nuevamente, la conclusión implícita
en el mensaje, que apunta a que Argentina no tiene tantos problemas económicos
como suele plantearse, también es equivocada.
La cuestión es que a las personas
no sólo les preocupa el desempleo, sino también la inflación, ya que ambos son fenómenos macroeconómicos que
impactan negativamente sobre la calidad de vida. Ese es el motivo por el
cual los gobiernos en general se preocupan por ambos problemas. En la década
del 60, el economista Arthur Okun propuso, para sintetizar ambos fenómenos, un índice
de miseria, que se elabora sumando
la tasa de desempleo y la tasa de inflación. Aplicando ese índice a
Argentina, la comparación internacional arroja un resultado desfavorable: nuestro índice de miseria es peor que el de
la mayoría de los países.
Una objeción al índice de miseria
propuesto por Okun es que, al sumar desempleo e inflación, implícitamente está suponiendo que ambos
problemas tienen la misma importancia, y es razonable pensar que no la tienen.
En efecto, economistas que se dedican a desarrollar la rama de la economía conocida
como “economía
de la felicidad”, como el argentino Rafael Di Tella, encuentran
evidencia de que a la gente en general le
preocupa más el desempleo que la inflación, a tal punto que están dispuestas
a soportar 1.7 puntos porcentuales de inflación adicional con tal de reducir en
1 punto porcentual el desempleo.
Estas estimaciones de la importancia relativa del desempleo y la
inflación en las preferencias de las personas nos permiten ajustar el índice de miseria de Okun, ponderando ambas
variables con los coeficientes 0.63 y 0.37, respectivamente, para darles en
el índice un peso proporcional a esas estimaciones. El ajuste hace que, en
lugar de estar al fondo de la tabla, sólo superados por Venezuela, pero peor
que países en crisis como España y Grecia, pasemos
a estar casi en el fondo de la tabla, mejor que Venezuela, España y Grecia,
pero peor que la mayoría de los países del mundo.
La siguiente tabla muestra los datos. Para simplificarla, están
incluidos sólo un grupo de países, pero lo suficientemente amplio como para
ilustrar el argumento:
La primera columna, con datos de desempleo, muestra el argumento de Giorgi: no estamos tan mal. De hecho, estamos mejor que la mayoría de los
países europeos. La segunda columna, con los datos de inflación, muestra que estamos peor que la mayoría de los países del mundo, lo que hace
que la tercera columna, que muestra el índice
de miseria de Okun, también nos muestre peor que la mayoría de los países, incluyendo países en crisis como
España y Grecia. Corrigiendo la
deficiencia que tiene el índice de miseria de Okun, teniendo en cuenta las
investigaciones de Rafael Di Tella, ya no quedamos peor que España y Grecia,
pero seguimos quedando peor que la
mayoría de los países del mundo, como muestra la cuarta columna.
De todos modos, hace tiempo que planteo que la inflación genera diferentes impactos en diferentes contextos (lo
planteé, por ejemplo, en mi libro La Inflación, de editorial EDICON). De hecho,
hace dos años, en ocasión de las elecciones presidenciales, la mayoría de las personas no estaba preocupada por la inflación, aun cuando estaba prácticamente en
los mismos niveles que hoy, porque en aquel entonces los salarios subían más
que los precios, y por lo tanto la misma inflación genera hoy más descontento
que dos años atrás. Esto significa que el índice de miseria ajustado también muestra de manera imperfecta la
magnitud de los problemas generados por el desempleo y la inflación. Pero
al menos nos permite plantear que, en el contexto actual, mirar sólo la tasa de desempleo implica dejar de lado aspectos
importantes de la economía que el Gobierno Nacional no debería desatender.
Este gobierno es capaz de inventar el índice de "afición al mate" para mostrar que superamos a otros países, Gastón. Y si lo hiciera, la seriedad de ese índice no desentonaría con la seriedad del resto de los análisis gubernamentales.
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