Durante muchos años desde 2003, era claro que el tipo de cambio alto era
la clave del nuevo modelo económico, pero a principios de este año la
Presidenta manifestó públicamente que las devaluaciones no sirven, y que el
tipo de cambio bajo tiene muchas ventajas. Por la misma época planteó que los
acuerdos y congelamientos de precios no sirven para nada, pero a las pocas
semanas el congelamiento de precios se transformaba en la principal política
anti-inflacionaria. Hasta hace una semana, las restricciones a las importaciones
eran defendidas por el Gobierno como un modo de preservar dólares por un lado y
proteger a la producción nacional por el otro. Pero resulta que, según lo
anunciado por la propia Presidenta, podría utilizarse el recurso de la apertura
comercial en bienes de consumo para disciplinar a industriales formadores de
precios. Otra más de una larga serie de ideas contradictorias.
Una cuestión importante es que estaríamos yendo hacia una política
industrial muy particular, en la cual se restringirían las importaciones de bienes
intermedios y bienes de capital pero se liberarían importaciones de bienes de
consumo. Con insumos y bienes de capital caros por efecto de la política
comercial orientada a preservar dólares y producción barata por efecto de la
mayor competencia internacional generada por esta política “anti-inflacionaria”,
las industrias productoras de bienes de consumo sufrirían caídas de
competitividad, rentabilidad, producción y empleo. Contrasta mucho con lo
planteado por el Viceministro de Economía Kicillof hace pocos meses, en ocasión
de una exposición suya en el Congreso, cuando argumentó que se venía una nueva
etapa de industrialización en Argentina.
Pero con relación a la inflación, hay algo muy importante a tener en
cuenta. Es la confusión entre un proceso de subas de precios, como es por
definición el fenómeno de la inflación, y una medida de política económica que
baja los precios por única vez, como ocurre con la política comercial. Abrir el
mercado a las importaciones genera una reducción de los precios de los bienes
involucrados, ya que se reducen tanto los precios de los bienes importados como
los precios de los bienes de producción nacional que compiten con esas
importaciones. Pero una vez que esos precios bajaron, ya no lo hacen más. De
tal modo que, cuando los precios de los productos afectados por estas medidas
se reducen, el promedio de precios de la economía sube transitoriamente a un
ritmo menor al ritmo al que venía subiendo, pero luego la inflación vuelve a
su ritmo anterior, dado por los fenómenos que la venían impulsando, como la
emisión monetaria, que no habrán cambiado por el hecho de abrir la economía a
las importaciones.
Por supuesto que una apertura comercial, como un congelamiento de
precios, puede servir en el marco de un plan anti-inflacionario, ya que
permitiría ganar tiempo mientras van haciendo efecto las políticas
anti-inflacionarias. Pero ni la apertura comercial ni el congelamiento de
precios pueden revertir por sí mismos un proceso de alta inflación, y por lo tanto no funcionan por sí mismos. Este tipo de medidas seguramente intentan "estirar" la situación económica actual hasta las elecciones de octubre. El problema es que complicarán la situación luego de octubre, cuando la inflación siga su curso y la industria de bienes de consumo se encuentre en una situación complicada.
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