Un blog de economía para no economistas

"Ojalá te toque vivir tiempos interesantes", reza una maldición china. Los argentinos sufrimos la maldición de vivir en una economía "interesante". Por eso tenemos que saber más de economía que en otros países.

Para enfrentar la maldición de vivir en una economía "interesante", en este blog encontrarás comentarios, análisis y estadísticas sobre la economía argentina, sin jerga económica innecesaria ni tecnicismos, con rigurosidad analítica pero simpleza en la exposición.

martes, 1 de noviembre de 2011

El desafío de bajar la inflación

El problema de la inflación en Argentina no es nuevo. Desde 2005 tenemos inflación de dos dígitos. ¿Cómo fue posible que tuviéramos inflación mucho más alta que nuestros socios comerciales y a pesar de eso no tuviéramos problemas de competitividad cambiaria? Porque la debilidad del dólar en los últimos años hizo que “devaluáramos sin devaluar”, y que esto compensara nuestra mayor inflación. En números muy simples: en los 12 meses hasta junio de este año, la inflación en Argentina fue del 24% (según la Dirección de Estadísticas de la Provincia de San Luis), mientras que la inflación en Brasil fue del 7%, con lo cual tuvimos un diferencial de inflación del 17%. Pero no perdimos competitividad cambiaria contra Brasil porque en esos 12 meses Argentina depreció su moneda un 4%, mientras que Brasil apreció su moneda 12%. En otras palabras, el diferencial de inflación se compensó en un cuarto con nuestra depreciación y en tres cuartos con la apreciación de Brasil.
Eso no significa, por supuesto, que la inflación no tenga costos. Los tiene, como la inexistencia de un mercado hipotecario desarrollado, o la dificultad para encontrar destino atractivo para los ahorros. Sólo significa que el contexto económico permitía tener un nivel de inflación tan alto como el 24% sin perder competitividad cambiaria, y por lo tanto sin frenar la economía.
Pero ese escenario cambió en los últimos meses. Desde el primero de agosto, el dólar en Brasil subió poco más del 10%. Por lo tanto Brasil ya no nos ayuda a cubrir nuestro diferencial de inflación. Si esto continúa, ahora sí una inflación alta implicará una pérdida de competitividad cambiaria, a menos que devaluemos, pero una devaluación en este contexto seguramente tendrá un rápido traslado a la inflación, perdiendo entonces su impacto sobre la competitividad cambiaria.
Por eso Argentina tiene que reducir la inflación. Y por eso creo que el Gobierno intentará hacerlo. La pregunta es si es posible bajar la inflación sin frenar la economía. Y la respuesta es que sí, es posible. Pero para ello hay que considerar dos aspectos complementarios: las políticas macroeconómicas y las políticas de ingresos y de coordinación de expectativas.
Las políticas macroeconómicas son las que generan inflación, y son la política fiscal, la política monetaria y la política cambiaria. En los 12 meses hasta agosto de este año, el gasto público nacional aumentó un 45.8%. En los 12 meses hasta el 21 de octubre, la cantidad de dinero (medida por lo que se denomina M2, la circulación monetaria más los depósitos a la vista y en caja de ahorro, todos en pesos) aumentó un 30.1% (hace un par de meses esta tasa era del 38%). Y en los últimos 12 meses, el tipo de cambio aumentó un 6.5%. Conclusión: el “motor fiscal” de la inflación viene a muy altas revoluciones, el “motor monetario” viene a altas revoluciones, aunque con tendencia a la baja, y el “motor cambiario” viene a bajas revoluciones.
Las políticas de ingresos y de coordinación de expectativas son las vinculadas a las negociaciones salariales y a las expectativas de inflación en general, que no generan inflación por sí mismas, pero sí generan lo que se denomina inercia inflacionaria. Si todos esperamos que la inflación sea del 25%, por ejemplo, todos ajustaremos salarios y contratos por 25%, generando una inflación del 25%. Eso es inercia inflacionaria. En los 12 meses hasta agosto de este año, los salarios crecieron en promedio un 28.6%. Una tasa muy alta para el contexto actual.
La agenda para bajar la inflación incluye a todos estos elementos. Reducir el crecimiento del gasto público (la clave está en los subsidios), continuar reduciendo la expansión monetaria (esto ya comenzó a ocurrir en estos meses, y es la contracara de la fuga de capitales, porque hace que el BCRA ya no tenga que emitir pesos para comprar dólares) y generar una depreciación moderada del tipo de cambio (15%, tal vez 20% en un año). Pero también reducir los aumentos salariales del año próximo, y moderar las expectativas de inflación
La clave para lograr reducir la inflación sin frenar la economía radica en calibrar ambos aspectos: las políticas macroeconómicas y las políticas de ingresos y de coordinación de expectativas. Los planes ortodoxos, que sólo se enfocan en las políticas macroeconómicas, descuidando las políticas de ingresos y de coordinación de expectativas, tienden a frenar la economía (ejemplo: el final del programa de Martínez de Hoz, que generó una fuerte apreciación cambiaria cuando se controló el tipo de cambio con la Tablita pero la inercia inflacionaria lo dejó atrasado); los planes populistas se concentran sólo en las políticas de ingresos y de coordinación de expectativas, pero descuidan las políticas macroeconómicas, generando “ollas a presión” que cuando explotan, generan más inflación (el final del Plan Austral, cuando reapareció el déficit fiscal en medio de congelamientos de precios); los planes heterodoxos se enfocan en ambos aspectos, y tienden a ser exitosos en la medida en que se calibren bien ambos conjuntos de políticas (el éxito original del Plan Austral, que bajó la inflación del 30% mensual al 6% mensual en sólo un mes, sin frenar la economía).
Creo que el Gobierno tendría que dar señales claras de cómo va a reducir la expansión fiscal y cómo va a influir sobre las paritarias del año próximo. Esto contribuiría a reducir las expectativas de inflación y, con ello, ayudaría a descomprimir el mercado cambiario. Sería óptimo que lo hiciera pronto.

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