La desafortunada frase del presidente de Uruguay, Pepe Mujica, con
calificativos ofensivos hacia la presidenta argentina y el expresidente
Kirchner, es en parte consecuencia de cierto cansancio de los uruguayos frente
a políticas económicas ejecutadas en nuestro país que afectan negativamente a
la economía uruguaya. En los últimos tiempos, las políticas de restricciones a
las importaciones, con impacto sobre la industria uruguaya, y las restricciones
a la compra de moneda extranjera, con impacto en el turismo y el sector
inmobiliario, son un ejemplo.
Pero los problemas para la economía uruguaya vienen de más atrás en el
tiempo. La economía uruguaya ha estado históricamente muy ligada a la economía
argentina, lo que implica vulnerabilidad frente a un vecino tan inestable y propenso
a crisis económicas recurrentes. De hecho, la recesión de 1995 (el efecto “Tequila”)
y la gran crisis argentina de 1998 a 2002, dejaron su marca sobre la actividad
económica en Uruguay de manera casi idéntica a lo observado en Argentina. Los
datos son contundentes: la caída de la actividad económica en Argentina entre
el tercer trimestre de 1998 y el tercero de 2002 fue de un impresionante 19.9%,
y en Uruguay de un no menos impactante 18.8%.
Pero algo parece haber comenzado a cambiar en la última década, y es
probable que continúe a futuro. Se trata de un proceso de gradual “desconexión”
de la economía uruguaya con la economía argentina, y un fortalecimiento del vínculo
con Brasil. Proceso que probablemente se verá reforzado por una estrategia
deliberada de Uruguay de mirar más hacia Brasil que hacia Argentina. Dada la
enorme inestabilidad que continúa teniendo la economía argentina, frente a una
mayor estabilidad de la economía brasileña, y encima una relación tirante con nuestro
país, parece razonable que Uruguay intente torcer el eje de su integración
económica hacia Brasil.
Cuando refiero un proceso gradual de “desconexión”, me refiero a que los
datos muestran que el vínculo estadístico entre el Producto Interno Bruto (PIB)
de Uruguay y el de Argentina ha sido muy alto hasta 2002, pero es más bajo
desde 2003 en adelante. De hecho, la recesión de 2008 y 2009 en Argentina no se
replicó de manera calcada en Uruguay, como había ocurrido en ocasión de las dos
recesiones anteriores (1995 y 1998-2002). Y, simultáneamente, el vínculo estadístico
entre el PIB uruguayo y el PIB brasileño ha recorrido el sentido inverso: bajo
hasta 2002 y más alto desde 2003.
No es casualidad que esto esté ocurriendo. Desde 2003, Argentina ha
perdido peso dentro de las exportaciones uruguayas. Entre 1994 y 2001, las
exportaciones hacia argentina representaron en promedio un 15.7% de las
exportaciones uruguayas, mientras que entre 2002 y 2011 representaron sólo un
7.7%. Menor peso de Argentina en sus exportaciones le genera a la economía
uruguaya mayor protección frente a las crisis argentinas, aunque persiste el
fuerte vínculo en los sectores turístico, inmobiliario y financiero.
Tal vez los gobiernos de Uruguay y Argentina recompongan las relaciones
amistosas una vez que haya pasado el enojo que provocaron las expresiones del
presidente uruguayo. Pero seguramente continuará el intento uruguayo de reducir
el riesgo de “contagio” de la gran inestabilidad de nuestra economía mediante
un vínculo más estrecho con Brasil que con Argentina. Especialmente, supongo,
si el próximo presidente uruguayo termina siendo nuevamente Tabaré Vázquez.
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