La noticia en boca de
todo el mundo es que el dólar paralelo llegó hoy a los $ 6.50, alrededor de un
40% por encima del dólar oficial. La raíz del problema está en el siguiente
gráfico, que muestra la evolución de la competitividad cambiaria contra Brasil
(cuanto más abajo está la línea verde, menor es nuestra competitividad cambiaria
contra Brasil, es decir, más caros son nuestros productos con relación a los
productos brasileños):
El periodo marcado con
azul muestra cómo la competitividad cambiaria contra Brasil se mantuvo
constante entre mitad de 2010 y mitad de 2011. Esto fue consecuencia de la
apreciación del real brasileño, que compensaba gran parte de nuestra mayor
inflación (al resto lo compensaba la leve depreciación de nuestra moneda). El
periodo marcado con rojo muestra cómo nuestra
competitividad cambiaria contra Brasil se desplomó en el último año, cuando
Brasil dejó de apreciar su moneda y, por el contrario, la dejó depreciar (en
pocos meses dejó subir la cotización del dólar de 1.60 reales por dólar a 2
reales por dólar). Tres datos para cuantificar el problema: (a) en el último
año, nuestra competitividad cambiaria
contra Brasil cayó un 26%, (b) el nivel actual es sólo un 7.8% mayor al nivel de diciembre de 1997, en plena
Convertibilidad (y en aquel entonces no había retenciones a las exportaciones)
y (c) la caída ha perforado incluso el
bajo nivel alcanzado en 2009, en medio de la crisis financiera
internacional.
La combinación de atraso
cambiario con control de cambios genera siempre un dólar paralelo por encima
del oficial, con una brecha mayor cuanto
mayores sean el atraso cambiario y las restricciones para comprar moneda
extranjera.
La causa última del problema cambiario es la
inflación. El siguiente
gráfico muestra la inflación argentina (medida con fuentes alternativas al
INDEC) en comparación con la inflación brasileña:
El principal tema de política económica debería
ser bajar la inflación (a
menos que querramos limitarnos a cruzar los dedos para que el real vuelva a
apreciarse). Frente a esta prescripción suele responderse que esto implicaría “enfriar
la economía”. Se trata de un argumento equivocado porque (a) es posible bajar la inflación sin frenar la economía,
(b) continuar con la estrategia
económica actual profundiza la caída en la actividad económica por la
pérdida de competitividad cambiaria y (c) las medidas que el Gobierno Nacional
toma para evitar algunos de los efectos de la pérdida de competitividad
cambiaria, como las restricciones a las importaciones y a la compra de dólares,
profundizan la caída en sectores
industriales y de la construcción.
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