Las políticas impuestas a Grecia durante los últimos años
han fracasado.
Están basadas en el supuesto de que un Estado funciona del
mismo modo que una familia, donde los problemas financieros generados por
gastos por encima de los ingresos pueden solucionarse simplemente reduciendo
gastos.
Pero un Estado funciona de un modo diferente porque, al
bajar el gasto público para reducir el déficit fiscal cae la demanda agregada
y, con ella, cae la actividad económica, haciendo caer la recaudación de
impuestos y regenerando así el déficit que se pretendía reducir.
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