Una de las noticias
económicas de la semana es la idea, reflotada por enésima vez, de un pacto social de precios y salarios,
como instrumento para moderar las presiones inflacionarias. A tal punto se
trata de historia repetida, que hace dos años analizábamos en detalle una
iniciativa similar (ver post “Para qué sirve un pacto social”).
Cabría preguntarse en
primer lugar si es posible una moderación salarial. La respuesta es que esto es
difícil por dos motivos: (1) una CGT dividida hace más difícil lograr aumentos
salariales inferiores a los de este año y (2) es posible convencer a los
sindicatos de que acepten menores aumentos salariales en un marco de políticas
anti-inflacionarias creíbles, pero es muy difícil hacerlo en un contexto de
fuerte emisión monetaria y de probable aumento de gasto público por motivos
electorales.
Cabría preguntarse en
segundo lugar si tiene sentido un pacto social. La respuesta está en los tres
tipos de políticas anti-inflacionarias que suelo plantear: programas ortodoxos, que sólo se enfocan en las políticas
monetaria, fiscal y cambiaria, y tienden a fracasar porque no hacen nada por
frenar la inercia inflacionaria; programas
populistas, que sólo se enfocan en las políticas de ingresos (pactos
sociales o congelamientos de precios y salarios), pero terminan fracasando
porque generan efectos “olla a presión” por no prestar debida atención a las
políticas monetaria, fiscal y cambiaria; programas
heterodoxos, que se ocupan tanto de las políticas monetaria, fiscal y
cambiaria (las políticas que generan inflación en primera instancia) como de
las políticas de ingresos (los acuerdos de precios y salarios, destinados a
reducir la inercia inflacionaria), y tienen chances de reducir la inflación
rápidamente, sin frenar la economía, en la medida en que sus componentes estén
adecuadamente calibrados.
El nuevo intento de
pacto social tendría sentido en el marco de un programa heterodoxo que apunte a
reducir la inercia inflacionaria mientras modera las políticas que generan
inflación en primera instancia. Tiene menos sentido en el contexto actual, en
el cual las políticas fiscal y monetaria operan a altas revoluciones, sin
indicios de moderación durante 2013.
En síntesis, pocas chances de éxito para el nuevo
intento de pacto social.
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