Durante los últimos dos años, buena parte de los problemas económicos
fue consecuencia del mecanismo de toma
de decisiones de política económica, centralizado en la Presidenta, con varios funcionarios presentándole medidas
inconsistentes entre sí. Se trató de un mecanismo que no inventó Cristina
Fernández, sino Néstor Kirchner, quien, luego de la salida de Roberto Lavagna,
tuvo siempre ministros de economía sin peso propio, meros ejecutores de
órdenes.
Cuando esto ocurre, el riesgo de errores en la política económica es
alto, porque cuando no hay nadie “mirando toda la cancha” se produce un efecto de
“frazada corta”, con medidas de política económica propuestas por funcionarios
que miran sólo una parte de la economía (la que les toca de acuerdo a sus
funciones), y por lo tanto intentan
arreglar problemas en algún sector de la economía y terminan generando
problemas en otros sectores. Ocurrió, por ejemplo, cuando a finales de 2011
alguien le llevó a la Presidenta la idea de restringir la compra de dólares a
través de disposiciones de la AFIP, para descubrir, pocos días después, cómo
comenzaban a caer los depósitos en dólares, algo impensado antes de esas
medidas.
Es claro que, durante los últimos dos años, Lorenzino, Kicillof, Moreno,
Echegaray y Marcó del Pont tuvieron diagnósticos y propuestas muy diferentes
entre sí. Si agregamos que, probablemente, Cristina
Fernández no tiene la misma habilidad que tenía Néstor Kirchner para tomar decisiones
de política económica, y que la
economía resistía más los errores de política económica en épocas de Néstor
Kirchner (cuando había superávit fiscal, superávit externo, tipo de cambio
alto, reservas excedentes en el BCRA, capacidad ociosa en la economía) que en
épocas de Cristina Fernández (cuando hay déficit fiscal, cada vez menor
superávit externo, atraso cambiario, escasez de reservas en el BCRA, menor capacidad ociosa en las empresas), podría concluirse que ese mecanismo de toma de decisiones de política económica empezaba a
resultar cada vez más insostenible.
Es probable que a partir de ahora
ya no tengamos ese tipo de problemas. Kicillof no tiene el perfil de un ministro para cumplir órdenes, sino
de un ministro con ideas propias. Y Capitanich, el nuevo Jefe de Gabinete,
seguramente contribuirá a que las propuestas de política económica lleguen a la
Presidenta de un modo más organizado, con medidas pensadas “mirando toda la
cancha”, en lugar de medidas inconsistentes entre sí enfocadas en distintos
aspectos de la economía.
Esto, por supuesto, no necesariamente
significa que a partir de ahora comiencen a resolverse los problemas económicos.
Un mecanismo más ordenado de toma de decisiones no garantiza buenas medidas de
política económica. Pero al menos reduce
el riesgo de que los problemas se generen por políticas inconsistentes entre sí.
Ahora todo dependerá del enfoque de política económica que se adopte.
La cuestión importante entonces es qué medidas propondrá Kicillof.
Aumenta sustancialmente la probabilidad de que comience a configurarse el
escenario que planteamos hace dos meses (ver, por ejemplo, Economía en 5 Minutos del 1 de octubre, click aquí): un
esquema de tipos de cambio múltiples que busque varios objetivos a la vez:
(a) dar vuelta la balanza de turismo, encareciendo los viajes de Argentinos al
exterior y abaratando los viajes de extranjeros a Argentina, (b) eliminar el
mercado del dólar paralelo, creando un mercado de dólar financiero oficial que
lo reemplace, (c) favorecer la entrada de dólares financieros, atraídos por
activos baratos en dólares, (d) mejorar la competitividad de algunos sectores
industriales pero al mismo tiempo (e) minimizando el impacto sobre la
inflación.
El efecto sobre distintos sectores dependerá de cómo se organice tal
esquema de tipos de cambio. Puede ser
positivo para sectores industriales (en la medida en que mejore su
competitividad cambiaria y permita además reducir restricciones a las
importaciones) y para el sector
inmobiliario (en la medida en que estabilice el dólar financiero,
incentivando la compra de inmuebles que quedarán baratos en dólares). Y negativo para el sector agropecuario
(si le toca el tipo de cambio más bajo de la escala).
Pero, como otra cara de la misma moneda, vamos a una economía con más intervencionismo del Estado, con
Kicillof intentando incidir sobre la rentabilidad de cada sector, aumentando la discrecionalidad y
arbitrariedad en las decisiones de política económica. Es justamente el
funcionario que alguna vez le dijo a Paolo Rocca que podía fundir a Techint
mediante la fijación del precio de la chapa.
De cualquier modo, la elección de la dupla Capitanich/Kicillof implica
que, finalmente, después de varios meses de inacción, el Gobierno comienza a mostrar sus cartas. Se vienen días movidos en temas económicos.
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