I.- Diagnóstico.
1.- La inflación actual, del orden del 25% anual, está generada por (a)
una combinación de política fiscal
deficitaria con política monetaria de alta emisión de dinero y (b) un proceso de inercia inflacionaria, que
hace que expectativas de inflación del 25% generen pedidos de ajustes de
contratos, precios y salarios por 25%, produciendo una inflación del 25% que
convalida las expectativas iniciales y regenera el proceso.
2.- Varios fenómenos monetarios
están favoreciendo al Gobierno Nacional, que puede emitir dinero al 40%
anual y generar una inflación de “sólo” el 25% anual. Uno de esos procesos es
la pesificación de la economía, que aumenta la demanda transaccional de pesos
para operaciones como las transacciones inmobiliarias. Estos procesos no durarán indefinidamente, lo cual
debe ser considerado por una política antiinflacionaria.
II.- Criterios para una política
anti-inflacionaria.
3.- Instalar la idea de que es
posible bajar la inflación sin frenar la economía. Lo contrario es el
razonamiento habitual, en oficialismo y oposición, de que política
antiinflacionaria es sinónimo de ajuste recesivo. El mundo aprendió, durante
los últimos 20 años, cómo bajar una inflación alta sin frenar la economía
(Argentina lo hizo en 2003 y 2004).
4.- Reformar la Carta Orgánica del BCRA para restituir la misión de preservar el valor de la moneda,
estableciendo un esquema de metas de
inflación con responsabilidad del Congreso en la fijación de los objetivos
inflacionarios, con cláusulas transitorias que fijen los objetivos de inflación
de 20% en el primer año (+/-2%), 15% para el segundo año (+/-2%), 10% para el
tercer año (+/-2%) y 5% para el cuarto año (+/-2%), con cláusulas de rendición
de cuentas del Directorio del BCRA ante el Congreso con posibilidad de remoción
en caso de incumplimientos (el debate sobre si los esquemas de inflación deberían
incluir otros objetivos es un debate para países con décadas de estabilidad de
precios, no para Argentina).
5.- Si bien a largo plazo sería deseable imponer límites muy estrictos a
la posibilidad de Adelantos Transitorios del BCRA al Tesoro, y directamente
impedir la transferencia de reservas al Tesoro, deberían mantenerse los márgenes actuales para no poner en riesgo la
maniobrabilidad del periodo de estabilización.
6.- La emisión monetaria, que estará dada por la compra de dólares y la
financiación del déficit fiscal, debería ser decisión autónoma del BCRA,
debiendo el Tesoro Nacional reducir el déficit fiscal al monto financiable con
la emisión prevista en el programa monetario. En lugar de una política
monetaria dominada por la política fiscal, se pasaría a una política fiscal dominada por la política monetaria. Ayudaría al
proceso de desinflación con el menor ajuste posible en el ritmo de emisión
monetaria la creación de billetes de $ 500 ya que esto produciría una mayor
demanda “artificial” de pesos por el efecto que se genera al buscar, por
ejemplo, $ 100 pesos en un cajero automático y tener que salir con múltiplos de
$ 500 en los bolsillos. Recién una vez reducida la inflación tendrá sentido equilibrar
mejor la gama de denominaciones, emitiendo mayor proporción de las
denominaciones menores a $ 500.
7.- Los subsidios deberían ser la
variable de ajuste de las cuentas públicas al déficit financiable con
emisión monetaria compatible con los objetivos inflacionarios. Un incremento en
su monto por debajo de la inflación, para ir licuando su monto real, implicará
aumentos de tarifas por encima de la inflación.
8.- Para evitar impacto negativo sobre la actividad económica es
necesario calibrar adecuadamente las
política macroeconómicas (políticas fiscal y monetaria) con las políticas de
ingresos (puja distributiva y expectativas inflacionarias). El esquema de
metas de inflación debería coordinar expectativas decrecientes de inflación, y
una adecuada coordinación de las negociaciones salariales debería calibrar el
ajuste de salarios con los objetivos de inflación. Con salarios creciendo
menos, pero sin rezagarse con relación a la inflación, el consumo no se
detiene.
9.- Adicionalmente, para evitar impacto negativo sobre la actividad
económica como consecuencia de atraso cambiario, debería continuarse con la política de dólar administrado, que funcionó
adecuadamente durante 2008 y 2009, subiendo
tipo de cambio oficial en torno al 20% anual, lo que estabiliza tipo de
cambio real con inflación del 25% anual (en la medida en que Brasil continúe
con inflación del 5% anual y estabilidad cambiaria). Con aquella tasa de suba
del tipo de cambio oficial, la
competitividad cambiaria comienza a recuperarse en cuanto la inflación comienza
a reducirse.
10.- Para que funcione la coordinación de expectativas es necesario un índice oficial creíble de
inflación. Podría pensarse en un IPC Nacional medido por INDEC con nuevas
autoridades concursadas y una comisión de Universidades Nacionales auditando
las metodologías y los procedimientos.
El CER debería seguir asociado al IPC Buenos Aires, y generar una nueva unidad de indexación atada al IPC Nacional para
nuevas emisiones de deuda indexada.
11.- La marcha atrás en las
restricciones a las compras de dólares debería realizarse de manera gradual,
una vez que la inflación haya comenzado a bajar, la competitividad cambiaria
haya comenzado a recuperarse, y el saldo de balanza comercial haya comenzado a
recuperarse de manera genuina.
12.- Para frenar el proceso de deterioro de la cobertura de la base
monetaria con reservas que se produce cuando el Tesoro toma reservas del BCRA
para pagar vencimientos de deuda pública será necesario volver a los mercados financieros internacionales para refinanciar esos
vencimientos a tasas razonables. Eso requiere (a) lograr fallo en Nueva
York que establezca la misma forma de pago para los bonistas que no entraron a
los canjes de deuda de 2005 y 2010 que para quienes sí aceptaron aquellos
canjes, (b) acordar con el Club de París para el pago de la deuda en default,
(c) comenzar a pagar los juicios perdidos en el CIADI, (d) explicar al mundo
cuál será la estrategia para revertir los desequilibrios macroeconómicos, bajar
la inflación, mejorar la competitividad, alentar la inversión y regenerar un
proceso de crecimiento económico.
13.- El restablecimiento de las relaciones financieras internacionales,
la reducción de la inflación, la correcta calibración de salarios, precios y
tipo de cambio, la mejora de la competitividad cambiaria y un mejor clima para
la inversión productiva deberían generar
un impulso a la actividad económica, aumentando la demanda agregada pero
también la oferta agregada. Se trataría de una combinación virtuosa de
menor inflación y mayor crecimiento económico.
Y volvemos entonces al punto 1: es
posible bajar la inflación sin frenar la economía.