La actual gestión del BCRA está mostrando lo que parece un esfuerzo consistente por generar inflación:
1.- El incumplimiento de las metas monetarias de 2010 resta credibilidad a las metas de 2011, justo un año electoral en el cual es mayor el incentivo a acelerar la emisión monetaria.
2.- La omisión en el Programa Monetario 2011 de las metas trimestrales para el M2 privado induce a pensar que el BCRA está previendo una emisión monetaria bastante alta hasta las elecciones. Estableciendo sólo una meta para el último trimestre, un incumplimiento del Programa Monetario por alta emisión recién se verá oficialmente a final de año, cuando ya hayan pasado las elecciones.
3.- Producto de los problemas con la impresión y distribución de billetes de las últimas semanas, el BCRA está pensando mecanismos para inducir un menor uso del efectivo. Por ejemplo, junto con la AFIP, está diseñando una norma que obligue a los comercios a recibir tarjetas de crédito y débito.
Los dos primeros puntos (incumplimiento de metas 2010 y omisión de metas trimestrales para 2011) pueden inducir más presiones inflacionarias vía expectativas de mayor inflación. Y el tercer punto (inducción de menor uso de efectivo), de producirse y resultar efectivo, reducirá la demanda de dinero, generando más presión inflacionaria dada una emisión monetaria que no está “calibrada” por el BCRA para seguir de cerca a la demanda de dinero sino determinada por los excedentes de dólares que compra para evitar que baje el tipo de cambio y por las transferencias de utilidades y adelantos transitorios al Tesoro.
Esto último merece un análisis más detallado. Se trata de algo muy importante que nadie está mencionando. La inflación no se genera por el hecho de emitir dinero. Se genera por el hecho de emitir más dinero que el demandado por el mercado. Por lo tanto, la inflación no depende sólo de lo que ocurre con la oferta de dinero, sino también de lo que ocurre con la demanda de dinero. Cuando la demanda de dinero sube, es posible emitir dinero (para comprar dólares y/o para prestarle al Gobierno) sin generar inflación: si lo que emite el BCRA es demandado por el mercado, y queda en los bolsillos de las familias y las cajas de las empresas, no se produce desequilibrio monetario y, por lo tanto, no se produce inflación. Es lo que ocurrió durante 2003 y parte de 2004, y que ya hemos analizado en posts anteriores (ver “La inflación y una realidad que se repite”).
Por el contrario, si la demanda de dinero cae, para un determinado aumento de la oferta monetaria, el desequilibrio entre oferta y demanda de dinero (exceso de dinero) aumenta, y por lo tanto aumentan las presiones inflacionarias. Es lo que ocurriría si son efectivas las medidas para reducir el uso de efectivo: aumentarían las presiones inflacionarias ya que la emisión para comprar dólares y para prestarle al Tesoro, que depende de los excedentes de dólares y de las decisiones políticas vinculadas al gasto público pero no de la demanda de dinero, aumentaría su brecha por sobre la demanda de dinero.
El ritmo con el cual vayan haciéndose efectivas estas medidas marcará los tiempos de la aceleración inflacionaria que puede producirse este año. En el segundo y tercer trimestre seguramente confluirán dos fenómenos que pueden acelerar la inflación: el mayor ritmo de emisión monetaria pre-electoral (el BCRA ya “abrió el paraguas” eliminando las metas trimestrales) y la menor demanda de dinero por impacto de medidas para incentivar un menor uso de efectivo, aunque parte puede compensarse con una eventual fuga de capitales durante los meses previos a la elección, que reduciría el excedente de dólares y, por lo tanto, las necesidades de emisión para sostener el tipo de cambio.
Veremos con qué intensidad se combinan estos tres factores. De ellos depende en gran medida lo que ocurra con la inflación.
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